Josefina tenía 25 años cuando vivió el que parecía el último saqueo en Achacachi y llora mientras lo recuerda. Solo veía el polvo que levantaban los comunarios mientras ingresaban al centro del pueblo. Ella corría junto a su hermana menor por temor a ser atacadas. Lograron escapar. Hace siete meses revivió la misma tragedia que sufrió hace 40 años. Como aves de rapiña, los campesinos volvieron a saquear el centro de Achacachi. Esa vieja contienda entre cantones y citadinos sigue vigente en el municipio altiplánico, pero esta vez se incluye un ingrediente que hace del conflicto más complicado: la política.        

El municipio de Achacachi tiene 10 cantones: Achacachi, Warisata, Jankho Amaya, Kalaque, Ajllata Grande, Villa Asunción de Corpaputo, Franz Tamayo, Chua Visalaya, Soncachi y Copancara. Esta decena de comunidades vive su propio estilo de lucha y algunas unidas se enfrentan desde hace tiempo al área urbana, que es el sector que ahora activó protestas contra el alcalde del lugar, Édgar Ramos, de filas del Movimiento Al Socialismo (MAS). El burgomaestre es acusado de actos de corrupción y de no emitir su informe de gestión.   

En el cantón Achacachi hablar de las comunidades -donde en la mayoría habitan los Ponchos Rojos- es rememorar abusos. Elsner Larrazábal es el líder de la junta de vecinos de Achacachi. Vive días ajetreados entre la sede de Gobierno y el punto de bloqueo en la ruta La Paz-Copacabana. Muchos manifestantes se le acercan y le preguntan si hay novedades. Él solo mueve la cabeza en señal de negación. Toma en sus manos un legajo de papeles mientras se sienta al borde a la carretera. En la charla admite la división entre ciudad y comunidades, pero asegura que esta vez existen cuatro cantones que los apoyan.     

Cantones versus urbano
Larrazábal no vivió los saqueos de antaño, pero sabe de ellos. Mencionó que el último saqueo sucedió en 1980 y ocurrió en día de feria, un domingo. Las familias se enfrentaban por temas comerciales y esa vez los campesinos arrasaron con los negocios. El dirigente intenta comparar con lo sucedido en febrero de este año y no encuentra ni un solo parangón, aunque esta vez el lío empezó por un tema político en el que se incluye al MAS.     

“Se admite esa división entre el pueblo y las comunidades, es como si fuera una tradición, lamentablemente. Pero este último tiempo intentamos mejorar la relación, se avanzó en algo, pero ahora otra vez estamos distanciados”, admitió Larrazábal

Felipe Quispe se ganó el denominativo de El Mallku por ser el líder de la lucha comunitaria desde Achacachi. El dirigente es oriundo del cantón Ajllata Grande, un sector de característica contestataria. Este pequeño lugar ve a Felipe Quispe como su líder, aunque él se haya alejado de la política por algún tiempo. El Mallku regresó y no cambió su posición contraria al oficialismo

Su característico modo de expresarse no se perdió. En dos oportunidades de la charla se levanta y en tono molesto dice arrepentirse de llevar a Evo Morales al poder. Sobre el conflicto en Achacachi admite las rencillas que hay entre campesinos y vecinos, aunque esta vez inclina su postura por los segundos.

El Mallku explica que la lógica de vida en el área urbana perjudica la relación con el campo. “Ellos (los vecinos) se acostumbraron a la ciudad, en cambio nosotros somos de campo, somos agricultores; ellos son comerciantes. Eso perjudica, pero no es motivo de desprestigiar esta lucha”, admitió Quispe.

Esta división inspiró a que el vicepresidente Álvaro García escriba sobre la situación que vivió y vive Achacachi. La autoridad habitó en esa zona y ahí fue parte del Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK), del que fue líder Felipe Quispe

“(Se avivó) una latente escisión entre el pueblo de Achacachi respecto a las comunidades campesinas de Achacachi. Hace 50 años, esta escisión pueblo-comunidad era una escisión no solo clasista, sino, ante todo, étnica. En el pueblo habitaban los ‘mistis’, patrones, hijos de patrones y personal vinculado a las exhaciendas; en tanto que en las comunidades estaban los campesinos aimaras.

Enfrentamientos entre campo y ciudad se dieron incluso hasta los años 60”, rememoró García Linera. 
El vicepresidente explica que en el cantón Achacachi vive la tercera parte de la gente del municipio y que en las comunidades se asientan los otros dos tercios. Además, recalca la diferencia de lucha entre la población comunitaria y la urbana.   

Los Ponchos Rojos
Warisata es una comunidad pequeña, ubicada a casi 45 minutos de Achacachi. Este cantón es la cuna de los Ponchos Rojos. Lugar revolucionario que desde hace décadas logró cambios estructurales. Al fondo se ve una imponente edificación. Es la escuela Ayllu de Warisata, donde en 1931 se inició la educación para los indios. En este cantón, también, comenzó la denominada Guerra del Gas, en 2003, que terminó con la huida de Gonzalo Sánchez de Lozada.  

Warisata está calmada. Tiene lo que se necesita para vivir: servicios básicos, gas domiciliario, una cancha, una escuela, una posta médica y la normal, que funciona en el imponente edificio que fue construido por los mismos habitantes. 

El mismo Mallku pide respeto por este cantón, como también lo pide Álvaro García Linera. Juan Carlos Laura, ejecutivo de los Ponchos Rojos en Achacachi, admitió que existe esa división con los citadinos y denuncia discriminación por parte de los achacacheños

Está tan vigente esta pugna que los Ponchos Rojos piden que las instituciones públicas que operan en Achacachi se desconcentren a Warisata. Y también piden caminos asfaltados. La idea: dejar de depender del área urbana.  

Los Ponchos Rojos desvinculan a Achacachi de la transformación indígena y de la guerra del gas

 Hablar de revolución en Warisata es vincular solamente a las comunidades. Los Ponchos Rojos ven a Warisata como su capital y no a Achacachi. Es más, desvinculan al área urbana de la transformación indígena en la política y de la Guerra del Gas.  

Fidel Poma es el secretario ejecutivo de la provincia de Omasuyos y líder de los Ponchos Rojos. Está en el atrio de la Escuela Ayllu de Warista, que hoy forma maestros. Vestido con su tradicional poncho no ostenta sus grados aimaras, como el látigo. 

Poma ve a Warisata como la cuna y la capital de los Ponchos Rojos y es cauto al hablar de Achacachi. “Cuando uno habla de Achacachi piensan que es la revolución, pero no es así, la revolución se dio en los cantones, acá en Warisata”, explicó. 

El líder de los Ponchos Rojos evita mezclar la política con su lucha, pero admite que apoya al presidente Evo Morales por su condición indígena y porque en Warisata se inició el “proceso de cambio” en septiembre de 2003. “La lucha por nuestros recursos naturales se inició acá en Warisata, este pueblo defendió la patria. Luego la lucha se trasladó a El Alto, pero fueron las comunidades, los cantones, los que defendieron desde un inicio el gas”, dijo. 

Camina por las calles del cantón y muestra lugares donde estaban desplegados los militares en 2003. Incluso recuerda que la niña Marlene Rojas fue asesinada por los soldados en Warisata

“Ella salió a ver el helicóptero que sobrevolaba y recibió un balazo en el pecho. Una pena recordar eso, pero acá (en Warisata) vinieron a matarnos”, rememoró Poma.

El dirigente incluso va a la década de los 30, cuando se edificó la Escuela Ayllu de Warisata, obra que reformó la educación en el altiplano boliviano e incluyó a los campesinos al sistema educativo. 
De Achacachi, Poma solo ve a una ciudad comercial.   

Un viejo conflicto

Achacachi comercial
En la ciudad de Achacachi están fundamentalmente comerciantes, transportistas, artesanos y una parte de profesores, muchos de ellos procedentes de las comunidades. La mayoría tiene inmuebles en El Alto y La Paz. 

Migrar a lo urbano
Pero también los pobladores de los cantones decidieron migrar a Achacachi. Tienen inmuebles en esta área urbana y reconocen que algunos lugareños decidieron dedicarse al comercio. 
Warisata revolucionaria
El vicepresidente Álvaro García alaba la historia del cantón Warisata. Recuerda que en esa comunidad se produjeron las primeras huelgas de brazos caídos a principios de siglo XX y se reformó la educación. 

Exministro apedreado
Además, García rememora que en 2003 en el cantón Warisata fue golpeado y apedreado el exministro Carlos Sánchez Berzaín, que intentó paralizar la Guerra del Gas.