Cuesta imaginar que detrás de tanta dulzura, se esconda una guerrera que peleó con uñas y dientes contra la muerte y que salió victoriosa. Pero quienes la conocen dicen que, con 19 años, ella es increíblemente ‘feroz’.

Aida Mariana Chávez Tapia, la hija del periodista deportivo Marco Antonio Chávez, estuvo al borde de la muerte por la epilepsia, pero peleó durante un año, postrada en una cama, hasta que una mañana se levantó y decidió cumplir todos sus propósitos.

Soñaba con seguir los pasos de su padre y se encaminó en la misma senda, hoy estudia Comunicación Social y acaba de incursionar en la radio. Quiere llegar a convertirse en youtuber y triunfar como presentadora de televisión.

La caída

Se quiebra al recordarlo. En 2014 empezó a sufrir dolores de cabeza que fueron aumentando en frecuencia e intensidad con el tiempo. No los atendió hasta que un día, dos años después, fue tanta la molestia que llegó a perder la conciencia y terminar en el hospital.

A partir de ese momento, las recaídas fueron recurrentes y las incógnitas sobre su salud crecían a la par de la angustia de su familia. Debilidad, migraña o gripe H1N1 decía el diagnóstico.

Sin el tratamiento correcto pasó lo peor, volvió a caer, pero no pudo levantarse. En su casa, al lado de su madre, convulsionó por 25 minutos y terminó en terapia intensiva.

Estuvo ocho días inconsciente, su pulmón derecho se llenó de agua y cuando despertó no podía hablar ni mover su cuerpo. Se derrumbó y pensó que la vida se escapaba de sus manos. “Fue muy duro ver a mis padres detrás de un vidrio y no poder abrazarlos. Pensé que me iba a morir. Veía a la gente que lloraba y yo no podía reaccionar”, cuenta con la voz entrecortada.

Fueron meses interminables de someterse a estudios morosos, pero finalmente dieron con el monstruo que la estaba desgastando. Se trataba de un cuadro grave de epilepsia.

Aferrada a la vida

Cuando salió de su cuadro de recuperación, había perdido cuatro meses de clases y sus padres le sugirieron abandonar el colegio, pero dejarse vencer, no era una opción. “Me faltaba un año para salir bachiller, no quería perder el colegio ni a mis amigos, así que decidí salir adelante”, rememora.

Se niveló, se sometió a todas las pruebas que le pusieron y venció el año. Sin embargo, pese a su lucha, no veía una salida en el túnel, porque las convulsiones venían y el dolor no se iba.

“No era fácil tomarme 13 tabletas al día o decirle a mis compañeros que si me desmayaba era por mi enfermedad. Me deprimí, sentía vergüenza y decidí no ir más al colegio”, cuenta.

Tras su drástica decisión pasó lo que temía, un nuevo golpe, quizás el que caló más en sus seres queridos. Estaba en el cumpleaños de su hermano menor cuando se desmayó y perdió la memoria por ocho días.

“No sabía ni qué me llamaba, mis padres se derrumbaron, solo de pensarlo se me parte el corazón”, relata con lágrimas en los ojos. Cuando volvió en sí una marea de familiares y amigos la visitó en el hospital con carteles de aliento y ese fue su mejor aliciente.

“Fue ahí cuando volví a nacer.Dios recogió cada pedazo de mí y creó a una nueva persona de fe”, dice emocionada.

Una nueva vida

Hoy lleva siete meses estable, que para ella representan una victoria. “No quiero ni pienso desvanecerme más. Dios me dio muchas pruebas y las superé. Ahora voy en busca de más oportunidades”, apunta más segura.

Está en el segundo semestre de Comunicación Social en la Universidad Evangélica Boliviana y ya forja su camino de la mano de su gran mentor, Marco Chávez (que conduce el espacio deportivo en la Red Uno). Hace dos semanas empezó a trabajar junto a él como personal de apoyo en el programa 11-90 de la radio Andrés Ibáñez.

Su meta es alcanzar la gloria en el mundo de la tele. Allí se sumergió desde niña cuando acompañaba a su padre a trabajar e hizo su primera incursión como parte del elenco de los programas Unitoons yChicoStation, de Unitel (ya cerraron sus temporadas).

“Mis sueños están en un set de televisión. Si Dios quiere, volveré, pero en un formato serio”, expresa. Cuando habla se ‘eleva’ como una gran guerrera de la vida. Es voluntaria de la fundación Techo y de la iglesia Comunidad Cristiana. Aspira a crear una firma para ayudar a las personas que padecen su misma enfermedad. Quiere ser feliz, perseguir sus sueños y llegar a ser una gran comunicadora.