"Es imposible creer que esta persona que tienes enfrente va a estar muerta pronto": familiares de los pacientes que eligen la muerte asistida
Personas cercanas a quienes toman la decisión de acelerar su muerte viven un complejo proceso, al igual que los equipos médicos que facilitan los fármacos.
"Inmediatamente me dijo que no iba a dejar que la enfermedad avanzara. Ella quería terminar con esto en Dignitas (centro que ofrece caminos para una muerte digna). Yo estaba en shock, primero por su diagnóstico, pero también por su decisión inmediata de morir antes de que 'llegara el fin'”.
El mismo día en que Marjorie* se enteró del diagnóstico de cáncer de su madre, supo de su decisión de dejar Reino Unido para viajar a Suiza, donde podría acceder a una muerte asistida de manera legal.
A pesar de tener reparos sobre la abrupta noticia, Marjorie accedió a acompañarla en el viaje. Nos dijo que su madre había tomado la decisión “porque siempre fue independiente y odiaba la idea de tener que depender de mí. Ella era científica. Iba en consonancia con su mirada bastante racional acerca de la vida”.
Pero había otra razón por la que la madre de Marjorie había solicitado unirse a la organización suiza sin fines de lucro Dignitas, que provee suicidio asistido por personal médico a personas con enfermedades terminales o severas enfermedades físicas y mentales: su experiencia de ver morir a su propio padre.
Como Marjorie explica: "Mi abuelo siempre tenía todo bajo control, pero se le negó esa posibilidad durante su muerte. Mi mamá estaba muy unida a él. Cuando empezó a morirse, ella solía contarme cómo había suplicado morir al segundo día, pero le tomó tres más poder hacerlo. Mamá dijo que eso confirmaba su opinión, así que, cuando recibió su diagnóstico, ella quería asegurarse de tener un plan en mente".
La historia de Marjorie es solo una de las miles que se repiten alrededor del mundo cada año. Algún tipo de muerte acelerada es legal o está en proceso de legalización en 13 países o en parte de ellos, y se está estudiando en varios más.
El primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, ha dicho que apoya la idea de modificar la legislación actual, y el ex lord canciller, Charlie Falconer, presentará el viernes 26 de julio un proyecto de ley privado en la Cámara de los Lores. La ley vigente en Inglaterra y Gales ha sido muy criticada por su falta de claridad (un cuerpo policial ha sido demandado después de arrestar a una persona que volvía de Dignitas bajo la sospecha de alentar el suicidio).*
El Parlamento escocés, en tanto, parece dispuesto a seguir los pasos de Irlanda para legalizar la muerte asistida, mientras que en Jersey y la Isla de Man, normativas con ese objetivo ya han sido aprobadas.
*Esta nota se redactó antes del 29 de noviembre, día que el Parlamento británico aprobó el proyecto de ley que otorga a algunas personas con enfermedades terminales el derecho a terminar con sus vidas en Inglaterra y Gales.
Decidir acelerar la propia muerte es una decisión muy personal, muy meditada, pero rara vez se toma en soledad: la gente que decide morir busca el apoyo emocional y práctico de sus familias, amigos y médicos de confianza.
Después de la muerte, estas personas permanecen para dar testimonio de este extraordinario viaje y de sus propias experiencias.
Con colegas de la Universidad de Lancaster, hemos entrevistado a las familias y amigos de muchas personas que han acelerado su propia muerte, ya sea mediante eutanasia (donde doctores administran medicinas letales), suicidio asistido (en la que un doctor prescribe medicamentos para que el paciente se lo administre) o mediante la suspensión voluntaria de comida y agua.
También hemos hablado con profesionales de la salud que han sido testigos de muertes aceleradas en múltiples ocasiones.
Muchas personas que decidieron ayudar a alguien a acelerar su muerte dijeron que sentían que se les había confiado una responsabilidad tremenda.
Algunos lo describieron como un “honor”, lo que en parte puede haber sido motivado por sus convicciones morales de ayudar a evitar un sufrimiento innecesario en otras personas.
Pero las personas con quienes hablamos eran a menudo muy conscientes de cómo juzgaban los demás tanto la decisión de acelerar la muerte como a las personas que ayudaban a llevarla a cabo.
En algunos casos, esto provocó sentimientos duraderos de culpa y ansiedad, complicando el dolor que ya implica el ver y ayudar a sus amigos o familiares más cercanos a morir.
El momento en que te piden ayudar a alguien a morir
"Al volver a casa esa tarde, Dale solo pudo decir: 'Esto es lo que quiero hacer. No quiero vivir con esta enfermedad'”.
Joanne y Dale habían estado casados casi 50 años cuando reconocieron signos de que él, un administrador de escuelas jubilado, estaba desarrollando demencia.
Pese a que vivían en un estado de Estados Unidos que permitía algunas formas de muerte asistida, para acceder a ella los postulantes debían tener un pronóstico de vida de menos de seis meses.
La pareja descubrió una opción alternativa: la suspensión voluntaria de comida y bebida (VSED, por sus siglas en inglés) gracias a una presentación de una organización local que aboga por los derechos relativos a la muerte.
Ahí se enteraron de que privarse de líquidos provoca una deshidratación que luego lleva a la muerte, normalmente tras entre 10 y 14 días.
Joanne dijo que esta opción les ofrecía una forma de disfrutar al máximo el tiempo de calidad que les quedaba, al tiempo que aliviaba la ansiedad de Dale de un futuro viviendo con demencia en un centro asistencial durante muchos años.
“Creo que esa fue una de las cosas que realmente lo asustó”, dice ella.
Joanne se enteró de qué opciones eran legalmente viables y decidió que ella no se arriesgaría a enfrentar cargos por ayudar a Dale a morir (la suspensión de comida y bebida no está contemplada en la ley estadounidense y, generalmente, es considerada como legal).
El otro factor decisivo fue visitar al médico de Dale, quien accedió a recetarle medicamentos para reducir los niveles de ansiedad e incomodidad durante el proceso de VSED. Joanne dijo que la decisión ayudó a disminuir los pensamientos suicidas que Dale había comenzado a padecer cuando sus habilidades cognitivas empezaron a fallar.
“Aún se despertaba en la mitad de la noche y decía: ‘Tengo que terminar con esto. No puedo vivir así’. Y yo le respondía: ‘Bueno, sabes que tenemos un plan, estoy aquí y te voy a apoyar y tu médico también te va a apoyar’. Eso lo tranquilizaba y podía seguir adelante. Fue esa desesperación que él sentía lo que me ayudó a aceptar su decisión y a darme cuenta de que yo podía hacerlo”.
No todas las personas con las que hablamos se sentían tan cómodas como Joanne cuando se les había pedido ayudar a un ser querido a acelerar su muerte.
Stephanie sabía desde hace tiempo que su padre, un ciudadano suizo, era miembro de una asociación que defendía el derecho a morir.
Ella no estaba de acuerdo, pero respetaba su derecho a hacerlo. Sin embargo, cuando él anunció su intención de buscar una muerte acelerada después de que le diagnosticaran un agresivo cáncer, ella admitió que se sintió profundamente en conflicto:
“Cuando se enfermó dijo inmediatamente: ‘De todos modos, no me importa. Estoy registrado en (una asociación que defiende el derecho a morir)’. Y yo le dije: ‘Mira, primero vamos a examinar tu situación. Miraremos qué es posible hacer. Primero tú vas a luchar y después veremos cómo evolucionan las cosas’”.
Pero aunque ella esperaba que su padre tuviese más tiempo y optara por una muerte natural, Stephanie se sintió obligada a respetar la intención de su padre ayudándolo a investigar los pasos para recibir una muerte asistida.
A lo largo de su vida, los cambios de ánimo de su padre y su necesidad de control habían arrastrado a la familia a su paso: los sentimientos le resultaban frustrantemente familiares.
Mientras la enfermedad del padre de Stephanie avanzaba, él insistía en mantener el control sobre el momento de su muerte y todos los detalles de su funeral y asuntos patrimoniales.
Stephanie y su hermano trataron de ayudarlo, a pesar de que ellos personalmente no estaban a favor de la muerte asistida.
Haciendo planes para una muerte asistida
"Tuvimos el verano previo a la muerte (de mi madre). Sabíamos que iba a morir, lo que era absolutamente horrible, pero también el regalo más maravilloso. Mis hijos y yo pasamos un día entero con ella cada semana".
Para Marjorie y su madre, los meses entre decidir buscar la muerte con Dignitas y viajar a Suiza fueron agridulces.
La madre le había pedido que mantuviera los planes en secreto para todo el mundo, a excepción de su familia más inmediata. Pero también necesitaba ayuda para planear el viaje.
"Ella ya no podía usar su computador portátil, así que me convertí en la encargada de organizar todo. Podíamos ser muy abiertas la una con la otra y, de hecho, éramos bastante profesionales. Teníamos reuniones de 'negocios', separadas del resto de la familia, en las que revisábamos cómo iba todo".
A menudo se pide a familiares y amigos que ayuden con la logística de una muerte acelerada, desde planes de viaje y la organización de los cuidados en casa hasta la recogida de la receta letal en la farmacia.
Joanne recuerda haber pasado meses buscando los suministros y servicios de atención que Dale necesitaría cuando empezara con la suspensión de comida y fluidos, tarea que se volvía más difícil a medida que su demencia avanzaba.
Joanne describió la “carpeta grande y vieja” que llenó con información y formularios. Aseguró que era muy tranquilizador saber que tenía todo eso a mano. De repente la demencia de Dale comenzó a empeorar.
Tras hablar con otra familia que se había sometido a VSED, Joanne recordó:
“Había pedido todas las cosas que íbamos a necesitar, cosas en las que no necesariamente había pensado. También había averiguado dónde alquilar una cama de hospital en una ciudad de este tamaño…Creo que me ayudó más a mí que a Dale, porque él no era demasiado consciente de todo eso. Pero era algo que yo necesitaba hacer, solo para sentirme preparada. Y, en definitiva, estaba preparada".
En contraste, la decisión de Stephanie y sus hermanos de respetar el deseo de su padre fue puesta a prueba cuando en varias ocasiones éste cambió de opinión sobre la fecha en que debía ser su muerte.
Tomó antibióticos para controlar una infección que pudo haber sido mortal antes de la fecha elegida, y luego volvió a dudar la noche antes de la fecha planificada de su muerte.
La incertidumbre agobiaba a la familia, que había traído a su padre a casa desde el hospital para cuidar de él, pero que seguía luchando con sus cambios de humor.
El médico que lo entrevistó para confirmar la idoneidad de su padre y fijar una fecha tomó su decisión al pie de la letra. Stephanie nos dijo que desearía que el médico hubiese explorado más la ambivalencia de su padre antes de decidir.
Sintiéndose obligados a honrar los deseos de su padre, pero frustrados cuando esos deseos cambiaban una vez más, Stephanie y su hermano finalmente perdieron la paciencia con él la noche antes de su consulta programada y le dijeron que no lo acompañarían en su muerte.
Ella se fue a la cama sin saber si lo vería de nuevo.
Acompañando a un ser querido en su último viaje
“Fuimos a un hotel muy bonito en el centro de Zúrich -la ciudad más grande de Suiza-, y conocimos a otras personas que estaban ahí para pasar el fin de semana o lo que fuera. Nos preguntaban: ‘¿por qué están aquí?’. Nos dimos cuenta de que teníamos que pensar en una buena historia para cubrirnos, porque guardas esa información y parece que la llevaras escrita en la cara”.
Cuando la fecha de muerte de la madre de Marjorie se acercaba, compraron dos boletos de ida y vuelta -solo por si acaso- para Zúrich. Marjorie dejó a sus dos hijos con una amiga y solo le contó a su familia más cercana sobre sus planes.
El día en que llegaron a Zúrich, madre e hija se mantuvieron aisladas, sin saber cómo llenar el tiempo. Su estadía ahí, recordó Marjorie, “fue como el Mago de Oz cuando se vuelve tecnicolor”.
“Todo se intensificó. Cada momento se vuelve realmente valioso. Es imposible creer que esta persona viva que está enfrente va a estar muerta en algunas horas, realmente imposible.
Ella solo estuvo ahí durante la tarde y la noche. Esa noche fue muy dura porque cenamos juntas, su última comida. Ninguna de nosotras tenía mucha hambre, pero nos tomamos una copa de vino. Ella bromeó con que era su última cena”.
Una de las formas importantes en que nuestros entrevistados -y los especialistas en ética médica- distinguen la muerte acelerada del suicidio es su naturaleza más social.
El suicidio, generalmente, es ilegal y las personas que deciden morir mediante el suicidio tienden a mantener sus planes en secreto por temor a que otros intenten detenerlos o sean acusados de ayudarlos.
Sin embargo, incluso para la muerte acelerada, muy poca gente además de los cercanos que apoyan la decisión de quien está por morir saben de sus planes con antelación.
En Estados Unidos, Suiza y Austria, las personas deben administrarse a sí mismas la medicación, a veces como una bebida, pero más comúnmente (en Suiza) mediante una infusión intravenosa.
La gente que deja de comer y beber necesita atención 24 horas al día, ya que se debilitan físicamente durante el curso de una o dos semanas.
En las semanas, días y horas que preceden una muerte planificada, familias y amigos presentan diversos rangos de sentimientos, los que van desde el pragmatismo al aislamiento o al agradecimiento.
No existe un guión cultural que indique a las personas que están planeando su muerte y a quienes los ayudan cómo prepararse para la ocasión. A menudo, el avance de las enfermedades dicta el momento.
Después de que la demencia de Dale comenzara a avanzar rápidamente, él y Joanne eligieron deliberadamente el momento de inicio de la suspensión de alimentos y fluidos, con su familia en mente.
"Era diciembre, y piensas: ‘No quiero que esto se solape con Navidad. Esto no es algo que quieras que tus hijos y nietos asocien siempre con las fiestas de fin de año”, explicó ella.
Pero también tenían miedo de esperar hasta el año nuevo porque a esas alturas Dale podría haber perdido la capacidad para concentrarse en no comer. En lugar de eso, decidieron iniciar el VSED a inicios de diciembre.
“En muchos sentidos eso nos ayudó. Porque ya no había nada de ‘quizás podríamos empezar el próximo mes o dentro de seis meses'. Los cuidadores podrían estar aquí, el doctor estaba a bordo… En apenas una semana fuimos capaces de decir: ‘Estamos listos para empezar’”.
El día de la muerte
"Ni siquiera recuerdo cuánto tiempo estuvimos ahí en la casa donde mi mamá murió. Fueron probablemente cerca de dos o tres horas".
En las horas antes de la muerte, la madre de Marjorie se reunió con un médico en un lugar con un ambiente hogareño que mantiene Dignitas en una zona residencial de Zúrich. El médico le hizo preguntas para confirmar que entendía lo que estaba solicitando. Para Marjorie, el tiempo se detuvo:
"Mi madre tuvo que tomar primero un medicamento contra los vómitos. Después, el periodo más corto en el que se pueden tomar los barbitúricos es media hora, y ella decía: ‘Okey, es media hora’. Finalmente el doctor dijo: ‘Si tomas esto, vas a morir’. Y ella dijo: ‘sí, sí’. Luego tuvo que tomárselo delante de ellos".
Para los que han cumplido los requerimientos estrictos de la organización, un médico de Dignitas prescribe las medicinas, que se mezclan en agua. La persona debe beberlo por sí misma, o ser capaz de manipular una válvula para administrar los medicamentos mediante una sonda nasogástrica o una entrada intravenosa.
La mezcla es tan amarga que primero se administra un medicamento contra las náuseas, evitando que la persona la vomite antes de que haga su efecto. Para la madre de Marjorie esa era una preocupación especial.
“La peor parte para mí fue cuando ella empezó a tener náuseas porque el sabor era muy, muy amargo. Pero luego dijo ‘me siento mareada’ y la metimos a la cama. La tratamos de acostar, pero nos dijeron que teníamos que mantenerla de pie durante un rato para que las medicinas pudieran circular por su cuerpo.
Luego se recostó, entró en un sueño profundo, y luego de 20 minutos, (el médico) dijo: ‘Se ha ido’. Simplemente se fue. Fue una experiencia pacífica, pero se ha quedado conmigo”.
Lo repentino y definitivo de una muerte planificada es algo de lo que hablan muchos familiares cuidadores.
Algunos describieron cómo contuvieron el dolor antes de la muerte para centrarse en las necesidades del paciente o la logística, otros reportaron sentirse aliviados por que sus seres queridos tuvieran la posibilidad de morir a su manera, con menos sufrimiento del que tendrían que haber enfrentado por sus enfermedades.
Un aspecto único del VSED es que mientras el paciente se debilita y se vuelve menos consciente, los cuidadores deben jugar un rol activo en asegurar que la muerte se produzca según lo previsto, permaneciendo vigilantes para que esté cómodo y recordarle que no beban.
Esto puede ser estresante para seres queridos y profesionales de la salud. Y luego está la pregunta de cuánto involucrar a otros miembros de la familia, como explica Joanne:
"Dale había sido muy claro al principio de que no quería que nuestros hijos estuvieran aquí en los primeros días. Él pensaba: ‘Si los hijos vienen, posiblemente van a pedirme que cambie de opinión, que espere’... Así es que llegaron el día ocho. Fue algo fuerte para ellos, pero querían tener la oportunidad de estar con su papá antes del inicio".
Las familias describen con frecuencia este período como significativo, aunque lento. Joanne se apoyó en ayudantes contratados para que cuidaran a Dale durante la noche.
Así ella podía comer sin distraerlo y recuperar algunas horas de sueño.
“Fueron días difíciles para mí porque sabía que estábamos llegando al fin. Al mismo tiempo, imaginaba cuánto tiempo podía durar, porque no hay manera de saberlo y él había comenzado esto como alguien con buena salud”.
Para Stephanie el día de la muerte de su padre trajo reconciliación. Se despertó con un llamado en que él le dijo que después de todo planeaba cumplir con su decisión.
Cuando llegaron, se disculpó por herir a la familia con sus exigencias de control. Stephanie recuerda que le dijo: ‘¡prometiste que tomarías mi mano!’. Ella respondió: ‘Lo prometí, acá estoy y me voy a quedar, así es que no te preocupes’”.
El hermano de Stephanie y la novia de su padre se despidieron de él. Ahora ella era la única familiar que quedaba con uno de los médicos, quien mezcló la poción para su padre.
“(Después de tomarla) empezó a decir: ‘Estoy feliz, tuve una buena vida, mis nietos son increíbles y mi hija me da su mano y es genial’. Y bueno, no estaba sorprendida con lo que veía.
Sentí que presencié una muerte natural, pero por otro lado sentía que la vida se me escurría entre los dedos. Realmente experimenté eso”.
Después de tres cuartos de hora, se declaró la muerte de su padre. Para Stephanie, lo que permanece no es cómo murió su padre sino el costo emocional que implicó llegar a su muerte.
“Él nos metió en un torbellino y no sé si realmente tenía derecho a arrastrarnos a esto.
Es algo que no deberíamos hacerle a la gente que amamos. Por otro lado, no habría querido que él lo hiciera en secreto y de repente recibir una llamada… Si hubiese sido así, estaría muy enojada”.
Las experiencias de los profesionales de la salud
"En el periodo que precede a la eutanasia todo debe salir bien y eso nos pone una gran presión".
Mientras que personas como Stephanie, Joanne y Marjorie probablemente no sean testigos de otra muerte acelerada, algunos profesionales de la salud deben enfrentarlo en múltiples ocasiones.
La magnitud de presenciar y facilitar esas muertes -o administrar las drogas letales- pueden pesar mucho en un campo más orientado a evitar que la vida termine.
Heleen, asistente sanitaria en un hospicio de Bélgica dice que trata de acomodarse a lo que sea que los pacientes quieran en sus últimas horas. En un caso aceptó una petición de manicura, maquillaje y ayuda para vestir su ropa favorita.
En otra ocasión, recuerda ayudar a una familia a llenar los tensos minutos finales a pesar de no saber que se trataba de una eutanasia planificada.
“En la unidad empezamos a comer cerca de las 12:30 y ese día yo había hecho papas fritas para todos…Luego entré a la habitación del paciente: ‘¿Quién quiere papas fritas?’ Dos hijos estaban sentados en la cama y se veían muy tristes y algo enojados conmigo: ‘No, mi padre recibirá la eutanasia en media hora’”.
Heleen inmediatamente se disculpó con la familia por no haber leído el informe antes de entrar a verlos. Ellos le dijeron que no se preocupara y ella continuó con su ronda de almuerzo.
“Unos diez minutos después, ellos me fueron a buscar (diciendo): ‘Quiere comer papas fritas, le pedimos al doctor que nos dé un poco más de tiempo’.
¡El paciente quería comer papas fritas diez minutos antes de recibir su dosis! Así es que se sentó y le pusieron el plato con papas fritas en su barriga. Sus hijos también comieron papas fritas. Fue un bonito y feliz final”.
Para muchos profesionales de la salud, facilitar estos momentos significativos en los últimos días y horas pueden aliviar sus propios sentimientos de disonancia al saber que una vida está a punto de terminar.
Todos nos dijeron que una muerte acelerada no es nunca “normal”, sino una muerte que se queda con uno.
Anika, especialista belga que supervisa una unidad de cuidados paliativos, es muy consciente de cómo este tipo de muertes afectan tanto al personal médico que asiste el fallecimiento como a todo el personal.
“Es importante buscar apoyo… En el día en que practicas una eutanasia, es muy importante tener a alguien (con quien salir por la noche). No es normal y tiene demasiado impacto…
A veces, lees acerca de médicos que facilitan seis casos de eutanasia en medio año. No puedo ni imaginarlo. Para mí toma mínimo un año poder superar una y pienso: ‘Vale, ahora estoy lista para una nueva trayectoria’”.
Las secuelas de una muerte planificada
"Sabía que no podría enfrentar viajar de vuelta el mismo día sin mi madre, por lo que tenía un vuelo comprado para el día siguiente. Era tan extraño estar en ese avión con un asiento vacío al lado. Luego, cuando volví a Reino Unido, tuve que enfrentarme a todos y decirles lo que había pasado".
En los días y semanas posteriores, Marjorie se encontró a sí misma transmitiendo no solo la noticia de la muerte de su madre, sino también los medios que utilizó para llegar a ella. Su madre había escrito cartas a muchos amigos para que Marjorie las enviara después de volver de Suiza, a falta de un funeral:
“Eso fue duro porque tenía que lidiar con las respuestas emocionales de todas estas personas que no conocía muy bien.
Algunas personas sabían que mi madre había estado muy enferma y otros escribieron para decir que consideraban que su decisión era bastante comprensible.
Otros parecían muy sorprendidos y decepcionados de no haber conocido su plan antes de que muriera".
Las familias y amigos describieron el proceso de compartir la noticia de la muerte de sus seres queridos como un complejo proceso de evaluación: cuánto detalle la otra persona requiere, si serán o no comprensivos con la decisión de una muerte acelerada o si compartir el tipo de muerte en algún obituario.
Algunos manifestaron sentirse incapaces de recibir apoyo de familiares o amigos que no supieran la historia completa. Marjorie dijo que el no haber tenido un funeral fue otro factor de complicación para ella:
“Tuve que enviar correos y llamar a muchas personas. Creo que si los hubiese invitado a un funeral no habrían sido tan exigentes con mi tiempo, porque podrían haber asistido. Era como si necesitaran un desahogo”.
Al final, como muchos de los familiares y amigos cercanos con quienes hablamos, Marjorie estaba complacida de haber podido apoyar los deseos de su madre. Pero llegó a la conclusión de que la logística, el secretismo y el esfuerzo fueron mucho más de lo que una persona moribunda y su familia deberían tener que organizar.
En los años posteriores a la muerte de su madre, empezó a abogar por reformas para cambiar la ley en Reino Unido con el objetivo de que las personas puedan morir en sus propias casas.
Describió ese trabajo de campaña con orgullo, afirmando: “Es sentir que algo positivo puede surgir de la muerte” de su madre.
Sorprendentemente, algunos de nuestros entrevistados y, en particular aquellos de Reino Unido que han mantenido en secreto el acompañamiento de seres queridos que aceleran su muerte por miedo a ser arrestados, sintieron que no podían acceder al apoyo para transitar el duelo que generalmente está disponible para quienes pierden a algún familiar por causas naturales.
Pero mientras la necesidad de mantener el secreto atormenta a algunos después de la muerte de sus seres cercanos, descripciones de culpa prolongada fueron raras en nuestras entrevistas.
Por el contrario, escuchamos a muchos familiares y amigos que describieron sensaciones de paz sobre su decisión de apoyar la muerte acelerada de sus seres queridos.
Una de las razones probablemente es que quienes están interesados en buscar una muerte acelerada tienden a pedir apoyo a quienes saben que serán comprensivos con su decisión o que, al menos, lo serán con el tiempo.
Además, las investigaciones sobre muerte acelerada suelen basarse en personas que quieren compartir sus historias; aquellos que han tenido malas experiencias pueden mostrarse menos abiertos a hacerlo.
Pensamientos finales
Es probable que el número de países que legalizan la muerte asistida aumente, entre ellos Reino Unido.
La mayoría de los debates respecto a la legislación aún se concentran en el derecho individual de tomar una decisión, pero esas decisiones no se hacen en soledad y dos grupos clave necesitan apoyo: los proveedores de atención médica y los familiares.
Se presupone que la muerte asistida se va a integrar en los sistemas sanitarios. Sin embargo, aunque los últimos sondeos entre doctores británicos muestran un mayor respaldo a cambiar la ley para permitir algunas formas de suicidio asistido, sólo una minoría de médicos registrados están dispuestos a involucrarse directamente en la adminsitración de los fármacos.
Dada esta reticencia, se necesitarán sistemas alternativos de administración que garanticen un escrutinio suficiente en cada etapa del proceso de muerte asistida para asegurar las salvaguardas y mantener la confianza y, a la vez, reducir la exposición de los doctores a este acontecimiento potencialmente estresante.
Para familiares que participan en una muerte asistida, el proceso puede resultar un poco menos solitario.
Sin embargo, familiares y amigos del círculo más periférico pueden tener dificultades para aceptar una decisión de la que no fueron partícpes por el secretismo inherente que conlleva esta elección.
El costo para ellos puede ser profundo y el apoyo de los servicios de duelo será importante.
En febrero de 2024, el informe del comité de selección de asistencia sanitaria y social de Reino Unido sobre la muerte asistida reconoció la complejidad de este asunto.
Es fácil pensar en esto únicamente en términos de los derechos de una persona, pero cada uno de nosotros somos parte de una sociedad.
Todas las partes implicadas en la discusión de la muerte deben ser consultadas antes de aprobar una nueva legislación.
Hemos hecho un cortometraje para dar vida a las experiencias de muchas personas involucradas en el proceso de muerte asistida. Pero no hemos abordado preocupaciones más amplias relacionadas con la protección de personas vulnerables.
El debate tiene matices y es profundo y debemos estar disponibles para escuchar a todas las voces.
Si la ley cambia en Reino Unido y se permite la muerte asistida, tenemos que encontrar una solución que proteja y apoye tanto a quienes la solicitan como a sus amigos, familiares y equipos médicos.
Nancy Preston es académica de Cuidados Paliativos y de Apoyo en el Observatorio Internacional de Cuidados al Final de la Vida de la Universidad de Lancaster.
Jane Lowers (PhD, MPA) es profesora adjunta de medicina paliativa en la Universidad Emory de Atlanta, GA, EE.UU.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí si quieres leer la versión original.
*Todos los nombres en este artículo son seudónimos para proteger la identidad de los entrevistados.
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