Pareciera algo cíclico. La academia está inmersa en una crisis institucional que le complica el futuro, ya le pasó en los 70 y en los 90. Le faltan logros, le sobran acreedores

5 de julio de 2021, 7:57 AM
5 de julio de 2021, 7:57 AM

Blooming es de esos clubes que tuvo la capacidad de levantarse cada vez que tropezó y cayó. No es ajeno a los momentos de crisis, al contrario, lo persiguieron toda la vida. Basta hacer un repaso de su historia para cerciorarse de ello.

Fue exitoso un tiempo y después se vino abajo. Le pasó en los años 70 del siglo pasado, cuando se alió a los transportistas por un tiempo en busca de una salida a sus penurias económicas por no depender de nadie.

Debía competir con clubes que tenían el respaldo de empresas importantes, algunas de ellas estatales, pero le resultaba difícil porque sus recursos salían del bolsillo de sus hinchas y no alcanzaban. Por eso, los buenos jugadores que siempre tuvo no le duraban mucho y terminaban en sus adversarios.

Ahí tocó fondo por primera vez. Es cierto que entre un par de equipos que confabularon en su contra le dieron un empujón, pero ya venía de mal en peor y acabó descendiendo en 1974.

Curó sus heridas rápido, se puso de pie y empezó caminar mucho mejor que antes, gracias al apoyo, la pasión y la generosidad de una nueva generación de dirigentes, con Tito Paz a la cabeza. Ahí dio un salto institucional y se puso a la altura de los más fuertes.

A su condición de equipo tradicional, le su sumó popularidad y grandeza. Creció en hinchada y en patrimonio, contó con recursos económicos, se hizo poderoso en la cancha y acabó ganando títulos y prestigio.

Fue protagonista permanente de los campeonatos nacionales, clasificó a la Copa Libertadores de América y se consagró campeón boliviano por primera vez, en 1984.

La bonanza le duró una década, empezó a flaquear el mecenazgo y comenzó a caminar nuevamente por la cornisa. La condición de club “comprador” porque no formaba jugadores para el plantel profesional, pese a contar con divisiones menores, lo obligaba a buscarlos en otros equipos, y a realizar gastos que no estaba en condiciones de afrontar.

Una nueva crisis dinamitó la solidez institucional de la academia cuando se acaba el siglo. Fue a mediados de los 90. La falta de dinero y errores en la conducción del club lo llevaron nuevamente tocar fondo. Buscaron el remedio a los males cuando era demasiado tarde y volvió a perder la categoría, esta vez en 1995.

Tocados en el amor propio y el orgullo, hubo una reacción masiva de hinchas, apuntalada por una nueva generación de dirigentes, como veinte años antes, en 1975, y nuevamente se puso de pie rápido.

Regresaron los años de bonanza deportiva y uno de los momentos más importantes de la vida de los celestes. Tenía en sus filas a los mejores jugadores y se convirtió en el único equipo cruceño en lograr el bicampeón boliviano. Este ciclo exitoso fue corto, no duró ni cinco años.

Volvieron los altibajos, aunque sin llegar a crisis traumáticas. Se alejó de la pelea de los primeros lugares y perdió fuerza institucional por falta de solvencia económica e irregularidad en el plano deportivo.

Recuperó terreno cuando empezaba el nuevo siglo, liderado por quien hace unos días decidió regresar a tomar las riendas porque Blooming empezaba a tocar fondo de nuevo. Con Carlos 'Pimpo' Bendek se reencontró con el éxito: campeón nacional en el Apertura 2005 y el Clausura 2009.

Tiempos en que los períodos eran de dos años. Desde 2003 hasta 2011. Consiguió los campeonatos con Gustavo Quinteros y Víctor Hugo Andrada. Tuvo apuestas que no le dieron resultado, como la de Sergio Apaza, a quien contrató para reemplazar al exitoso Quinteros; y la del uruguayo Pablo Repetto, que después triunfó en otros países.

Fue dos veces campeón de la Copa AeroSur, logró dos subcampeonatos en 2007 y 2008. También formó parte de anteriores ciclos buenos.

Cuando se alejaba de la academia, en 2011, le preguntaron a Pimpo Bendek, “¿en lo económico, cómo está Blooming?”, y respondió: “No bien, pero tampoco mal. Lo importante es no quedar con deudas altas al final de cada temporada. Este año hemos registrado muy poco déficit”

Hoy, encuentra a su club afectado por una deuda enorme que lo tiene en jaque. Para quienes dejaron el mando es de “de unos 4.200.000 dólares”, en tanto que para los que llegan el monto ronda “los 7 millones de dólares”. Pesos más pesos menos, el boquete es inmenso para cualquier época, pero mucho más en esta que aún se sufre las consecuencias de la pandemia.

Incluso está a punto de perder parte de su patrimonio, al cercenar un pedazo de su valiosa sede social por darla como garantía dos veces y a distintas personas, en procura de plata que terminó transformada en dos vagonetas de lujo…

El desafío es grande. Bendek y las más de veinte personas que lo acompañan, tiene que cubrir de inmediato cinco meses de sueldo a los jugadores, alrededor de seis meses a los funcionarios del club para funcionar como institución seria.

Saben a lo que se meten, por eso no hay lugar a excusas. Si no hacen las cosas bien, el abismo está a pocos metros.