La demostración de fuerza territorial de los cívicos el 21-F es un mérito democrático, admite el ‘vice’, pero hace una pregunta: “¿Creen que vamos a rifar la repostulación de Evo por un apego abstracto a la norma?”

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26 de febrero de 2018, 6:05 AM
26 de febrero de 2018, 6:05 AM

¿Cómo vio usted la movilización opositora por el 21-F?, ¿cree que perdió por goleada frente a la del MAS?

Si hacemos un recuento numérico de las personas, está claro que el MAS fácilmente multiplicó por cuatro o por cinco la capacidad de movilización que tienen las fuerzas opositoras. Ellos plantearon que nos iban a disputar el poder en las calles, es legítimo que lo intenten, pero les mostramos que no les es tan fácil y que el MAS no solamente tiene los dos tercios de la Asamblea, sino también en las calles. 

¿Algo que reconocer?


Sí, las fuerzas opositoras lograron irradiarse a escala nacional,  eso es notable y hay que reconocerlo. Lo lograron después de mucho tiempo, quizás desde 2008. Mostraron una fuerza territorial a escala nacional, y ese es un mérito democrático.


Sin embargo, también el 21-F ha visibilizado otro tema muy importante, que es la cualidad clasista de las movilizaciones. Hay un malestar moral de la clase media tradicional frente al Gobierno.


A la vez, claramente también hay una cualidad muy plebeya, muy popular, de la movilización que apoya al MAS. Esto no estaba claro tiempo atrás. En esta movilización, reflejada en la forma de bloqueo de la clase media, sus asientos, sus parrilladas, haciendo fitness, era un bloqueo fit… Está bien, están en su derecho, y enfrenta a la movilización muy popular, muy plebeya, muy de la gente humilde de nuestras bases, pero los lenguajes son también claramente clasistas. 


Esos sectores urbanos tradicionales, a pesar de que se amarran la bandera boliviana, son muy racistas, y lo que está ocasionando eso, y no lo había visto yo hace un mes o dos atrás, es una especie de cohesión de lo popular, que recordó la vieja tradición excluyente de clases medias tradicionales. 


Parecía que eso se había disuelto en los últimos años, pero volvió a emerger ahora con claridad. Yo veía las imágenes de la TV en Santa Cruz y La Paz, no hablo de los marchistas, sino de la gente de los minibuses, que se molestaba frente a cuatro familias que habían colocado un cordón y juguetes para bloquear,  salían a decirles: “Capitalistas, ¿por qué nos odian a los campesinos?”.


Las fuerzas opositoras tuvieron la virtud de distribuirse nacionalmente, pero lo hicieron a riesgo de diferenciarse como clase media, y al hacer eso distanciarse de lo popular, que fue agredido. La virtud de este 21-F fue que volvió a tensionar un espíritu de cuerpo en lo popular. 


¿Qué tan peligrosa puede ser esa clase media para el proceso de cambio?


Hay unas élites económicas divididas, una parte diciendo que es preferible hacer negocios antes que política con el Gobierno, y otras que optan por enfrentarlo. La Confederación de Empresarios Privados  hace acuerdos y se distancia de compromisos políticos, frente a la Cámara de Comercio de La Paz diciendo que hay que ir al paro, alineándose con las fuerzas conservadoras.  Vemos indecisión.


Lo popular cohesionándose, no solamente como lo campesino, lo obrero, lo vecinal, sino también en instancias como la COB. Esa es una señal muy potente de rearticulación después de casi cinco años de enfriamiento y de reflujo popular. La pelea está en la clase media, ese es el objeto de estudio y el escenario de la gran disputa política.




¿Por qué?

Es que en la clase media tenemos dos sectores: la clase media tradicional, de varios oficios, profesiones, propietarios, comerciantes, de profesiones prestigiosas, de ubicaciones y reconocimientos acumulados a lo largo de una o dos generaciones, y una clase media emergente creada por nuestro proceso. Según el PNUD, la clase media pasó de un millón a cerca de tres millones de personas, creció dos tercios.

Entonces, ambos son clase media, pero una es más tradicional, más conservadora, en cambio la otra, que ahora accede a puestos de trabajo, entró a la universidad, tiene un comercio, dos o tres minibuses, dejó lo popular.

La clase media tradicional tiene una política muy definida, es conservadora. Está en contra del Gobierno no solamente por un motivo moral, sino por otro económico muy práctico.

En una silla en la que antes una persona estaba cómoda se le aumentaron otras cuatro personas más, por ello, la que antes estaba tranquila mostrará incomodidad. Lo que antes era un espacio de privilegio y reconocimiento, ahora lo tiene que compartir con otras tres personas más.

Eso generará una fricción interclasista. Lo que intentará hacer esa persona es empujar a los advenedizos que acaban de llegar, porque no tienen corbata, pero están en la clase media.

La madre y el padre vienen del sindicato, del gremio, pero su hijo ha ascendido, ya no tiene gremio. Este nuevo segmento de la clase media es el gran sujeto de la disputa política.


¿Eso quiere decir que no está con el proceso entonces?

No necesariamente, por eso será el sujeto de disputa. El que antes estaba cómodo, en su malestar, quiere empujar pero a la vez lo quiere conquistar a ese nuevo integrante de la clase media. Y él, de alguna manera, quiere imitar al tradicional, pero tiene otros gustos y trayectoria. Arrastra algo de la lógica popular, pero también quiere ascender socialmente y ser distinto. Quien logre conquistar ideológicamente a ese sector nuevo de la clase media, va a tener la victoria.

¿La victoria?

Los dos tercios o solo mayoría.

¿Ahí será la lucha para las elecciones de 2019?

Sí, y con una cosa más. Este 21-F visibilizó que este sector de posición política indefinida, indecisa, siente malestar por influencia de la clase media tradicional, pero siente raíz con los suyos, que vienen de lo popular. Dependerá de lo que hagamos nosotros o lo que haga la oposición, para que vayan a uno u otro lado.

 ¿Cómo conquistarlos?

Estas personas no son sujetos de organización territorial, ya no tienen vida sindical, ya no tienen vida gremial ni corporativa, son sujetos desterritorializados. Tienen agua, luz, alcantarillado, celular, un ingreso por encima de los 4.000 o 5.000 bolivianos, aceptable o más en algunos casos. 
Lo nuevo es que han encontrado otra forma de sindicato: las redes sociales, una forma de sindicalismo virtual.

No van a las reuniones de sindicato ni junta de vecinos, pero tienen su grupo de WhatsApp del colegio, de los residentes de la provincia Ingavi, de cuidado de animales, de cumbieros, y a través de ellos se informan, pasan ideas, construyen identidad. 

En momentos, esta fuerza virtual se territorializa: iremos a la marcha para enfrentar al Evo, se visibilizan, salen a la calle y luego regresan a su comunidad virtual. Esto es lo novedoso de la lucha política ahora, no había eso hace cinco u ocho años.

La oposición maneja muy bien las redes sociales.

Claro, de hecho nos llevan la delantera, porque ellos siempre estuvieron en la clase media tradicional y en las clases altas que nunca votaron por nosotros, ni lo harán. Arrastrando a esos 2,2 millones de personas, se puede llegar a ser una potencia política. Hay que encontrar los vínculos para que se genere un diálogo entre padres e hijos, tender puentes entre el lenguaje, el discurso y la tecnología de ambos, para nosotros es la clave de la acción política del siguiente año y medio. La clave para los opositores es ahondar esas diferencias y seducirlos.


 ¿Pelear contra la mentira?


No solo eso, aunque la han usado y mucho, sino que es un soporte material de una condición de clases, que te modifica la forma de ver la política.  Debemos resignificar el concepto de democracia, no solo como el cumplimiento de normas, que es la lógica liberal, sino la democracia como norma, pero también como participación y con igualdad.


 ¿Y los operadores?


Un fenómeno importante, tanto la clase media tradicional como la nueva, se esfuerzan también por llegar a lo popular, pero lo hacen fundamentalmente a partir de un segmento de intermediarios políticos que anteriormente militaban en la izquierda, porque la derecha no tiene esa capacidad de ‘interlocutar’ con lo popular. Es más, se lavan las manos después de saludarlos. 


Los que tienen la capacidad de cabalgar por la clase media tradicional y popular son exmilitantes de la izquierda. Iván Arias, Guillermo Mariaca, Marcela Revollo, Juan del Granado, Pablo Solón, Alejandro Almaraz, gente que militaba en la izquierda que no encontró reconocimiento ni espacio para consolidar su liderazgo y que ahora está al servicio mercenario de fuerzas conservadoras. Ya lo hicieron antes.


Esta defección que pone sus habilidades y capital organizativo al servicio de fuerzas conservadoras no es nueva, lo hizo la gente del trostkismo y del PS-1 con Sánchez de Lozada.


¿El Conade está en eso?


Sí, definitivamente. Es un poco la repetición de lo que hicieron cuando el gonismo estaba en auge, en los 90 con Silvia Rivera, Roger Cortez, Carlos Toranzo, Jorge Lazarte, Carlos Hugo Molina y toda una camada de izquierdistas que tras la caída del muro de Berlín, todo el capital organizativo y la militancia los pusieron a su servicio. Ahora hay otros grupos, con estas mismas personas y otras, que hacen lo mismo. Ofrecen mercantilmente sus servicios y se meten a un intento de que el pensamiento conservador jale a la clase popular. Es lo que hizo Iván Arias con Adepcoca en Yungas, o gente de las ONG en el norte de Potosí. Todo en una especie de neopirismo, el PIR fue un partido de izquierda comunista que se plegó a las fuerzas oligárquicas para enfrentar a Villarroel y al MNR, y acabó en el basurero de la historia, porque ya nadie se acuerda de ellos. Ojo, no es otra posición de izquierda, no funciona intentar una segunda izquierda, así es la historia. Solo tienden la cama para el ingreso de las fuerzas conservadoras.

Nosotros en 12 años tuvimos la habilidad de crear un cinturón, una nueva clase media, entonces, la tradicional tiene que primero traspasarla antes de llegar a la popular, y no lo puede hacer.


¿No son un riesgo?


Numéricamente no, pero te pueden hacer perder los dos tercios.

 



El presidente dijo que la oposición se apropió de su discurso, el de DDHH y democracia, ¿es realmente así?


Intentan. Ni la misma derecha se da cuenta de lo que hace. Esta clase media tradicional, que ya se movilizó en 2007 y en 2008, sacó lecciones de sus fracasos, todos aprenden. Entonces se movilizaron con más fuerza que ahora, en Santa Cruz hasta lo popular estaba del lado de la autonomía. Nos costó mucho, el 2005 sacamos un 22% en esa región. Había una hegemonía, hay una ruptura, por eso en Santa Cruz no pudieron hacer una gran movilización la noche del miércoles, la habían convocado y eso EL DEBER no dijo. Publicaron 15 páginas con el No y no reflexionaron por qué no salió la gente. Nosotros sacamos 150.000 y ellos no llegaron ni a 10.000. ¿Dónde quedaron los grupos, las comparsas y las promociones? Están cohesionados, pero no construyeron puentes necesarios con lo popular. Por eso buscan símbolos universales como la bandera nacional, quieren dar un lenguaje de inclusión. Vino viejo en vasijas nuevas. Se apropian de las banderas rojas del comunismo, pero con un lenguaje antiguo. Ojo, el discurso racista disfrazado llevará a alejarlos del sector popular.


Hay polarización, pero no regresó el empate catastrófico, ¿eso es lo que se puede interpretar de lo que dice?


Exacto. Hay polarización, pero no hay empate catastrófico, que es una categoría gramsciana de crisis estatal, y debe tener tres requisitos. Primero, un nuevo proyecto de Estado. Segundo, fuerza de masa, y eso sí hay, se han movilizado, serán la cuarta parte de nosotros, pero lo hicieron, no se puede ser ciego frente a ello; conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo, y ganarás las mil batallas. Se movilizaron, y en buena cantidad. Y tercero, debe haber estructura política con capacidad de liderazgo. Solo tienen el segundo, por lo tanto, no hay empate catastrófico.


Hay una indignación moral, no proyectos de país. El 2004 estaba en agenda la Asamblea Constituyente, la nacionalización, el gobierno indígena, algo que, más allá de que estuviera escrito, estaba en las calles. No hay un líder y una cabeza, están en competencia para saber quién será el candidato.


El presidente volvió a decir que ustedes son yuntas y que es irremplazable, la presidenta de Diputados dijo que ojalá que usted vaya en la dupla y en Sucre la movilización proclamó al binomio, ya no es un pedido, hay presión, ¿usted sigue diciendo que no irá?


Agradezco estas muestras de apoyo y cariño, pero no está en debate. Saben mi opinión, mi posición sigue siendo la que tomé, pero gracias por los apoyos, ellos saben que estaré en el camino, soy comunista, soy socialista. Soy hombre de convicciones fuertes y compromiso, seguiremos con este proceso hasta el último momento en que tengamos latiendo el corazón.


¿No como vicepresidente?

En el proceso, sí.


¿Cuánto pesó dar marcha atrás en una ley que ya estaba aprobada: el código penal?


Es un retroceso costoso porque envalentonas a tu opositor, se insufla, le da fuerza aparente, pero era necesario porque a través de la mentira, de las emociones, sabemos que la política es mitad materia, mitad idea. Y de la idea, mitad razón, mitad emoción. Ellos usaron la emoción con la mentira. Si era solamente cosa de clase media, lo aguantábamos, pero cuando esas mentiras comenzaron a influir en nuestra base social, eso es peligroso y por eso cortamos. Lo fundamental era mantener cohesionada la base social. Lo mismo pasó con la gasolina, que yo también firmé. Cuando los sindicatos se molestaron, nos echamos para atrás.


¿No preocupa la popularidad del presidente?, ¿no cree que lo que usted mencionaba de que la oposición logró articular una protesta nacional tiene que ver con esa molestia que generó la repostulación?


Es un dato que no se puede despreciar, porque la clase media es influyente. Su fuerza política no es igual a su fuerza numérica, pueden aumentar su fuerza política mediante la irradiación ideológica, es un dato de cuidado. 

 

 



¿El presidente no dudó ni un momento en desistir?, ¿será el candidato?


Totalmente, y tiene una justificación política muy importante. Gramsci decía que las clases dirigentes se constituyen en el Estado, eso dialogando con mis amigos anarquistas. Es una palabra muy fuerte, las clases subalternas son subalternas porque siempre están fragmentadas, porque son dominadas y dirigidas. Cuando las clases subalternas se convierten en clase dirigente solamente lo pueden hacer a través del Estado. Son poder estatal.


En la larga historia de las clases subalternas, 500 años de subalternidad, es decir de fragmentación, de manera excepcional, heroica se vuelven clase dirigente en el Estado Plurinacional, ¿usted cree que eso (la repostulación de Morales) lo vamos a rifar por un apego abstracto a la norma?, las clases subalternas son las portadoras de lo democrático, hay democracia cuando hay construcción de igualdad, construcción de justicia, participación.


¿Apego a la norma?

Abstracto, subrayo, lo democrático y lo popular, es norma, pero también es igualdad, es norma pero también es justicia, es norma pero también es participación. Esta dimensión de lo democrático no la podemos perder. Entonces, si las clases subalternas se vuelven dirigentes solo en el Estado, lo que ha permitido ser Estado a las clases subalternas es su unificación en torno a un proyecto y un líder. Este es un hecho excepcional que no se repetirá de aquí a muchos años. 


Usted no puede deshacerse tan fácilmente ni del proyecto ni de la persona que corporaliza la unidad de los subalternos y lo hace dirigente. Renunciar a la candidatura de Evo es decir regresamos a la subalternidad. Eso no pasará. Constitucionalmente, aprovechando los espacios que tenga la CPE,la candidatura de Evo es un hecho necesario para el proceso revolucionario.