En una misión que estaba prevista para la mitad de tiempo, una delegación llevó 10 toneladas de comida para los damnificados del huracán Matthew

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10 de octubre de 2016, 21:59 PM
10 de octubre de 2016, 21:59 PM

Habían pasado siete horas, de las cinco que estaban previstas para el primer tramo del viaje, cuando aterrizamos en Caracas (Venezuela) para cargar combustible. Entonces, ni el viceministro de Defensa Civil, Óscar Cabrera - que lideraba la misión de ayuda humanitaria para Haití, luego del desastre causado por el huracán Matthew-, ni el resto de la tripulación sospechaban que uno de los motores de arranque estaba averiado y que cambiarlo nos dejaría varados siete horas en el aeropuerto de Maiquetía.

El Hércules C-130 es una de las naves que dejó la Administración Estadounidense para el Control de Drogas (DEA) en su paso por Bolivia. Fabricado en los años 50, el monstruo, que esa noche llevaba 10 toneladas de comida para los afectados, hace seis décadas llevó a las tropas estadounidenses a Vietnam.

Luego de cargar combustible, volvimos a abordar la nave, pero, como más tarde contaría el copiloto, “una luz roja se encendió en la cabina cuando se prendieron los propulsores”. Uno de los motores de arranque estaba mal y había que cambiarlo. El avión, que opera sin interrupciones hace 60 años, lleva todos los repuestos a bordo.

Mientras los tripulantes de la división Diablos Negros reparaban el aparato, los demás pasamos la noche en una sala del aeropuerto. Cuando el sol nos despertó, los militares descansaban recostados en la pista bajo la sombra del avión. Una hora más tarde, todo estaba “bajo control” y pudimos emprender el vuelo.

Las 110 bolsas de arroz Emapa y las 200 de leche PIL fueron nuestra ‘suite’. Militares y periodistas volamos recostados sobre los sacos de alimento que dos horas más tarde pasarían a manos de soldados haitianos en Puerto Príncipe.

Una isla, de calles angostas de tierra y casas bajas con techos de calaminas, se veía abandonada a su (mala) suerte desde el aire. Un terremoto y un huracán a la golpearon en los últimos seis años, sumando el desastre a la pobreza extrema que la aqueja desde siempre.

Fortune Dorlean, miembro de la Cancillería, esperaba la ayuda humanitaria desde las cuatro de la mañana. Llegamos ocho horas después. “El presidente (Evo Morales) dijo que el Gobierno de Bolivia es solidario con los hermanos haitianos y envía condolencias por el fallecimiento de tantos haitianos en este huracán”, dijo el viceministro y añadió que se prepara otro vuelo con 40 toneladas de alimento.

“Agradecemos mucho de parte del pueblo haitiano al gobierno y al presidente boliviano por su solidaridad”, señaló el traductor de Dorlean al viceministro, mientras el equipo local reclutaba -a gritos en francés y creol, un idioma local- a los hombres de chaleco naranja que cargarían los sacos de arroz y leche.

Minutos antes un avión de Estados Unidos había llegado con ayuda de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid). Mientras que unos descargaban PIL y Emapa del avión boliviano, al lado, otros llevaban cajas impresas con el nombre de la agencia que Evo Morales echó del país en 2013, acusándola de injerencia política.

La entrega duró cerca de dos horas y tras la firma del acta oficial, el equipo boliviano volvió a la nave con dirección a Caracas. Luego de 10 horas de vuelo, aterrizamos en un lugar diferente al de la partida, La Paz. Los periodistas que acompañamos a la delegación, regresamos la mañana siguiente a Santa Cruz, casi dos días después del inicio de la misión.