El dibujante argentino habla de la edición de la obra completa del mítico cómic que crearon con su amigo, Carlos Sampayo

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15 de agosto de 2017, 4:00 AM
15 de agosto de 2017, 4:00 AM

Un bar de mala muerte en Nueva York, Lou Reed en la rockola invitando a explorar el lado salvaje y una pregunta en medio de una conversación: “¿Querés saber por qué dejé la Policía?”

Así se presentaba en 1975 Alack Sinner, el arquetipo del detective privado oscuro y misántropo que crearon el dibujante argentino José Muñoz y su compatriota, el escritor y guionista Carlos Sampayo, quienes entre idas y venidas –o encuentros y reencuentros, como se titula uno de los capítulos- fueron contando su vida hasta 2005, cuando salió el episodio final.

Este año la editorial española Salamandra publicó por primera vez la obra completa de Alack Sinner, una edición de 700 páginas, que incluye cinco historias que habían permanecido inéditas en español. “Hemos tardado en publicarlo todo porque hubo una que otra edición de gente más o menos respetable en algunos países. Después hubo un desastre, gente que se puso a publicar sin cuidar bien la calidad del producto, que ahora son mis adversarios centrales”, explica José Muñoz por teléfono desde Italia, donde reside desde 1972. 

El origen
Alack Sinner deambula por las calles resolviendo casos que muchas veces se presentan –o parecen ser- como simples problemas domésticos pero terminan mostrando el lado oculto y podrido de la ciudad, a la manera del Philip Marlowe chandleriano o el Jake Gittes que Polanski mostró en Chinatown. Recibiendo golpes de criminales de poca monta, de la mafia organizada, y a veces de sus excompañeros de la Policía; Alack Sinner camina con el corazón roto recordando cosas.

Al momento de explicar por qué optaron por una novela negra y un personaje como Alack Sinner, Muñoz teoriza lo siguiente: “Sospechábamos, sin tener la absoluta seguridad en ese momento, pero intuíamos que básicamente la historia, es una historia policial: la  historia de la raza humana es identificar delitos y si es posible acabar con los delincuentes. La historia vista como trama policial”.

Era 1974, Argentina tenía una época difícil. Muñoz y Sampayo vivían en la costa catalana, sin mucha plata pero con ganas de trabajar juntos. “Cuando nos conocimos nos pusimos a charlar inmediatamente de nuestros gustos, y apareció la novela negra”, recuerda Muñoz, que cuando tenía 20 años, a pedido del maestro Hugo Pratt, quien dirigía la revista Misterix, trabajó en una novela policial con el guionista Ray Collins (seudónimo de Eugenio Zappietro, que era policía de verdad)  “Con mis amigos estábamos muy metidos con el cine, veíamos todo lo que podíamos y todo el gran cine, el thriller, el negro, policial y misterioso de los Estados Unidos. Hay de pronto una búsqueda de justicia. Hay como una desesperanza en la búsqueda de justicia que de determinada manera significa que uno no está dispuesto a renunciar a todas las esperanzas”, indica Muñoz, que ahora tiene 75 años.

Nueva York fue el escenario escogido para que el antihéroe Alack Sinner actúe, a pesar de que ni Muñoz ni Sampayo habían estado alguna vez por allá. “La conocíamos por las películas, los libros y las historietas”, señala Muñoz. “La presencia, como se puede decir, de la parte buena y de la parte mala del imperio estaba garantizada ahí.  La conquista del oeste fue una especie de masacre que nosotros la vivíamos de pequeños como una especie de excitación. Yo estaba empapado con fragmentos de materiales culturales y subculturales norteamericanos de todo tipo. Así que decidimos ponerlo en Nueva York”.

Cambios de humor
En un determinado momento, Alack Sinner se vuelve un hombre más introspectivo, deja el trabajo, se enamora y pierde. No hay más casos, solo manejar un taxi y ver la naturaleza humana, esto se ve en la serie Recuerdos de un detective privado, que se inicia en 1979. “Estábamos en un envión creativo, íbamos levantando vuelo, digamos, y entonces la Argentina se sumía en la masacre, mientras nosotros empezamos a comer más seguido, estábamos un poquito más fuertes y entonces, surge esto de la introspección, de la autoinvestigación, Alack Sinner en medio de su soledad, en medio de su desconcierto, empezó a ocuparse de casos no necesariamente rentables”, explica Muñoz. “Hay preguntas existenciales todo el tiempo, a la mañana, tarde y noche dentro de nosotros. Hay un diálogo perenne que se extinguirá cuando se extingan  la consciencia y el ser nuestro a partir de preguntas que no parecen encontrar respuestas satisfactorias, y todo eso atravesó el cuerpo del trabajo también”, agrega el dibujante argentino.

A partir de los 80 hay intermitencias en la publicación de la historieta, primero por problemas con los derechos de autor. Después Muñoz y Sampayo se involucran en otros trabajos, como Sophie, que es un personaje menor de Alack Sinner, y que tiene su propio libro. Y así, Sinner aparece y desaparece en diferentes obras, como Billie Holiday (1991), también de la dupla argentina. Hasta que aparece por última vez en 2005, tiene 65 años y debe salvar a su hija y a su nieta, en una historia titulada El caso Estados Unidos, que tiene un trasfondo muy político post-2011, con espionaje internacional incluido. 

Influencias e influenciados

El trazo del dibujo de Muñoz ha sido aclamado por muchos de sus colegas, uno de ellos el estadounidense Frank Miller, creador de, entre otras obras, del cómic Sin city. Y Alack Sinner inspiró otros trabajos también: alguna vez el escritor argentino Carlos Busqued dijo que si no hubiera leído esta historieta, su novela Bajo este sol tremendo (finalista del premio Herralde en 2008) no hubiera existido.

Muñoz fue estudiante del mítico Alberto Breccia, con el que estudió durante tres años en su Escuela Panamericana, cuando era apenas un adolescente. Paralelo a esto también atendía las clases con otro artista, Humberto Serantonio, que no estaba muy de acuerdo con la inclinación de Muñoz hacia ese ‘pasatiempo’ llamado historieta. “Serantonio desaprobaba absolutamente mi amor por la historieta. Yo milité desde pequeño clandestinamente con ella”, recuerda Muñoz.

Estudió y trabajó con Hugo Pratt y Alberto Breccia, dos de los nombres más grandes de la historieta mundial. “Ambos me dieron su energía, su dignidad. Breccia, un expresionista nocturno, Pratt un expresionista diurno”, menciona Muñoz.

Y a sus 14 años empieza a trabajar de ayudante del dibujante Francisco Solano López, que junto al guionista Héctor Osterheald habían creado El eternauta. “Yo estaba en una zona estética diferente de la suya. De ella yo aprendí a apreciar, día tras día, ese calor, esa calidez, esa descripción sensible de Buenos Aires, de la soledad de una callecita, de un arbolito raquítico, de un charquito, de una mata de pasto, la soledad de la vereda y la perspectiva que se aleja con un colectivo en el fondo. Solano tenía a Buenos Aires en sus manos, eso se ve clarísimo en El eternauta”, expresa el artista argentino.
“Le puedo agradecer a la historieta que me haya salvado de la historia, también”, reflexiona Muñoz.