Luchó por un mejor trato institucional para los artistas, se ganó al público con su voz y su humildad. Demostró que el rock puede ser un estilo de vida

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23 de septiembre de 2019, 14:28 PM
23 de septiembre de 2019, 14:28 PM

“Al rock uno lo lleva en las venas. Yo sé que lo llevo desde que nací, es más que una pasión. Vivo del rock y no me arrepiento”, decía Billy Bilbao. Y nunca lo dudó. Con la convicción plena del que hace lo que le gusta y lo disfruta, encarnó como nadie por estos rincones la idea de que ser roquero es un estilo de vida. Para el artista cruceño fue así hasta el final de sus días, el final más inesperado para todos, doloroso y triste. El final de un camino lleno de música, de historias y de vínculos entrañables, en un mundo que se sigue viendo tan reducido y, a la vez, tan grande, como era él, Billy Grande.

La noche del martes 17 de septiembre, a las 23:30, falleció Billy Bilbao. Sufrió un paro cardiorespiratorio en su casa. Tenía 57 años. A la noche siguiente, en un breve acto durante el velatorio, sus hijos cantaron acompañados de Eduardo Eid, Roy Vargas, Negro Camiña y Raúl Moreno, amigos y compañeros de ruta.

“Por favor, un fuerte aplauso para mi padre”, dijo Billy Bilbao junior, luego de cantar Hysteria y Come together. La gente aplaudió y la emoción creció. Fue un momento para rendir homenaje al padre, al amigo y al artista que se hizo querer por toda la gente que supo reconocer en Billy a la gran voz del rock boliviano. Esa voz que cantaba villancicos a edad temprana, esa voz que se fue haciendo más áspera y más suave, más grave y más aguda, así de variable, según la melodía.

Se adaptaba a los registros de Ozzy Osbourne, Robert Plant, Ian Gillan, Brian Johnson y Rob Halford, como el niño que quiere parecerse a sus héroes, como sus hijos, que luego quisieron ser como él. Billy alimentó a los suyos con el mismo sentimiento que encontró en su hogar desde chico. Con padres que lo apoyaron en todo momento y que entendieron que ir en contra de una pasión es algo que nunca funciona.

Así fue ganándose un lugar en la movida roquera cruceña de principios de los años 80, cuando los festivales intercolegiales de música eran una plataforma ideal para desarrollarse como artista. Por esa época nacía Rapsodia, su primera banda, que competía entre la fanaticada con Profecía, Materia Gris y Trilogía, agrupación nuclear del rock camba, liderada por Glen Vargas, el capo de la guitarra y compañero de colegio de Billy, con quien se escapaba de clase para ir a su casa a escuchar vinilos de Black Sabbath, Deep Purple o Led Zeppelin.

A fines de 1989 fue parte del nacimiento de otra leyenda del rock de acá: León Heráldico. Junto a Gonzalo ‘Billy’ Castillo, José Antonio ‘la Gata’ Prado, Julio ‘Mecha’ Méndez y Julio Valdivia, integró uno de los mejores grupos de la época, con los que grabó el histórico demo Tiempos duros, de 1991 y logró sacudir la movida under con memorables recitales en el paraninfo universitario y giras por el interior, que terminaban en frenéticos shows en coliseos atestados de público.

Luego cantó en Crisis y Magnum. Y en 2003 creó Alive, banda que editó el disco Solo recuerdos en 2009 y que, con la solidez de Eduardo Eid y Fernando Melgar, adquirió un estatus relevante entre el consumidor de rock en los boliches de la capital cruceña.

La grandeza de Billy radicaba no solo en su presencia sobre el escenario, sino también en la humildad que siempre predicó, en el espíritu combativo contra las injusticias y en la búsqueda de un mejor trato para los músicos. Como cabeza de la Asociación del Rock Cruceño, trabajaba por la aprobación de una ley del artista, que reconozca los derechos laborales del gremio en cuanto a temas de salud, crediticios, de trámites mortuorios y de vivienda.

Al artista se lo debe respetar, repetía Billy. Era un hombre de frases contundentes. Si no existe humildad no hay éxito, era otra. Una de ellas la acuñó una calurosa noche de 2011. Era invitado de Track en un concierto acústico en la Casa de la Cultura. Por esos días una neófita funcionaria municipal había suspendido un festival en la Plaza del Estudiante, desdeñando a los roqueros. “Estamos en la Casa de la Cultura, en un concierto de rock. Por lo tanto, el rock es cultura”, gritó Billy. Continuó una ovación, nadie se quedó sentado en sus butacas.

El rock es cultura se leía en una polera negra colocada sobre su ataúd el miércoles. Como letras de oro estampadas por un gladiador, por la gran voz del rock boliviano, un hombre de aspecto rudo pero con mucha sensibilidad, un hombre grande, Billy Grande.

Alive, su última banda

 

Los legendarios León Heráldico

 

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