Propuesta. Busso nos desafía a preguntarnos y respondernos con independencia de juicio cuestiones fundamentales de la vida

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9 de septiembre de 2017, 4:00 AM
9 de septiembre de 2017, 4:00 AM

Podemos escribir una larga lista de las condiciones o requisitos que una persona debe cumplir para que se la pueda llamar ‘artista’. 

Una condición infaltable, tal vez la principal, sería la de tener independencia de juicio. El no depender del juicio de los demás. La persona-artista es aquella que, al margen de todas las opiniones y comentarios, al margen de la opinión general y del mal llamado sentido común, es capaz de atreverse a nadar contra la corriente, de pensar y hacer no lo que la mayoría manda ni siquiera la mayoría, de los artistas o de los expertos. 

Un buen indicador de lo artístico es la relativa ausencia de likes en el Facebook o en YouTube, y no la abundante aprobación masiva que nos quiere hacer creer que cuantos más likes tiene una obra más artística debe ser. 
Una de las funciones básicas del artista es responder a su entorno inmediato (social, cultural, humano…) proponiendo alternativas, nuevas visiones,nuevas soluciones y no repitiendo o reiterando lo que dicho entorno ya posee o conoce. Es precisamente esta la razón por la que el buen arte está inevitablemente relacionado con el fenómeno de la creatividad, tan de moda hoy en día, en boca de prácticamente todo el mundo, pero tan escasa y pobremente practicada.

Fotografía 
La obra de María Elena Busso, silenciosa artista con más de 15 años de trayectoria, acude a la fotografía como medio, como recurso para proponer nuevas posibilidades de percibir las cosas, interpretar el mundo, entender la vida. 

Ella sabe que la fotografía no es cosa de tener un teléfono celular, captar una anécdota o situación que complazca al público y esperar a que le lluevan las sonrisas y aprobaciones de la masa. 

El trabajo fotográfico de María Elena Busso nos desafía a preguntarnos y respondernos con independencia de juicio cuestiones fundamentales de la vida, sean estas profundas o cotidianas. 
Su obra no pretende encantarnos con la figurita que entra por los ojos y va directamente al nervio de la sonrisa o al dedo que aprieta la tecla. 

Al contrario, su propuesta funciona solamente si la imagen fotográfica, al ser no-descriptiva, no-figurativa y al ser tan misteriosa y ambivalente, entra por el ojo, va al corazón, luego al cerebro y por fin a la reacción corporal. 
Estas fotografías, aparentemente simples o, al contrario, desconcertantemente poderosas, nos confirman que las artes visuales son algo que va más allá de lo visual.