El escritor y periodista Robert Brockmann nos cuenta detalles de  "Dos disparos al amanecer", su último libro en el que investiga la vida y muerte de Germán Busch.

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8 de julio de 2017, 5:00 AM
8 de julio de 2017, 5:00 AM

Crédito fotos: Archivo Bruno Marco Gismondi

Por más de una década Robert Brockmann se dedicó con pasión y esmero a descifrar y reunir los fragmentos dispersos y contradictorios de la vida de Germán Busch, el héroe del Chaco y del que se han relatado mil y una historias en las que la leyenda y el mito han ensombrecido al hombre. Es precisamente su figura humana y compleja la que rescata el investigador y periodista en Dos disparos al amanecer, la biografía que acaba de editar sobre la vida y muerte de Busch. 
Brockmann nos cuenta detalles de la que es considerada la biografía más completa del ex presidente boliviano. 

Hay decenas de lugares, desde provincias hasta escuelas que llevan su nombre, pero es muy poco lo que se sabe realmente de la vida de Germán Busch ¿A qué cree que se deba eso?,¿es algo sintomático de la historiografía boliviana?

Se debe a varios motivos, subjetivos y objetivos. Busch fue un héroe de guerra indiscutido. Además, buen mozo, un presidente con logros impresionantes y desaparecido en la flor de su vida. Todos los requisitos para la inmortalidad. No tuvo tiempo de convertirse en villano. Y aparte de sus condiciones propias, su figura fue reconstruida por todo el aparato del MNR durante todo el resto del siglo XX. Nuestra historia tiene pocos héroes indiscutidos y Busch debe ser el último de nuestros grandes héroes. Por todo ello tiene un lugar merecido en el panteón de nuestro imaginario nacional. Sus malhechos quedan, en comparación, empequeñecidos.

En la introducción de su libro usted confiesa su asombro por lo poco que se ha escrito de Busch respaldado con documentos históricos y la gran cantidad de textos apologéticos. Acerca de él, ¿ha resultado más fácil quedarse con la leyenda que escudriñar al personaje real?

A los bolivianos no les ha quedado opción que quedarse con el Busch mítico, porque no hubo, prácticamente, intento serio de dibujar una figura precisa de él. Es irónico, dada la dimensión del personaje y su importancia para nuestra historia, nuestra siquis y nuestra identidad como bolivianos.

La biografía light de (Luis) Azurduy solo tuvo una edición en 1940 y se perdió prácticamente. Matilde Carmona publicó en los años 80 una recolección de textos apologéticos. La compilación de Juan Carlos Durán, de 1997, es una buena recolección de documentos, subtitulada Apuntes para una biografía. Los libros de Mariano Baptista directa o indirectamente sobre Busch son también recopilaciones de documentos y testimonios. Y hay otros. Pero ni una biografía, ni un solo cuerpo literario en el que se pueda leer toda su vida en orden.

Admite también que la vida y obra de Busch se le hizo por momentos inasible y que abandonó el proyecto de su biografía en más de una oportunidad ¿Qué lo animó a volver a retomar esa labor? ¿Se siente satisfecho con el resultado final?

A pesar de su corta vida, Busch tuvo efectos multiplicadores en casi todo lo que tocó. Solo sus leyes, sobre todo su Ley General del Trabajo, y su Constitución, dan para volúmenes (aburridos, burocráticos, áridos y técnicos, pero volúmenes). Y me voy enterando, aun ahora, de otras medidas suyas, pequeñas y medianas, importantes y que siguen vigentes. Busch abrió las puertas a todo eso. “Medidas legales” no son lo más atractivo de colocar en una biografía, pero a la vez, no podía dejar de por lo menos mencionarlas. Mis amigos escritores me aconsejaban que ignore lo que fuera narrativamente complicado, pero ello hubiera resultado en una biografía incompleta. Mis tribulaciones y dudas se debieron a todos estos aspectos técnico-legales que eran tan poco literarios, pero que no podían ser ignorados. Al final, creo y espero haber sorteado con éxito ese obstáculo y que mi libro no se lea como un compendio.

¿Por qué considera que el único libro serio que trata sobre él y su tiempo es El dictador suicida de Augusto Céspedes?
Porque, en verdad, no hay otro. Todos los otros son recopilaciones de textos. Y es una verdadera pena, porque creo que Augusto Céspedes desperdició su gigantesco talento literario en escritos ante todo políticos. Igual que Montenegro. En una cosa coincido con Fernando Diez de Medina: El dictador suicida (1956) no es una biografía, sino un ensayo político-histórico, en el cual Busch ni siquiera es el principal protagonista. El protagonista es esa entelequia llamada ‘La Rosca’. Y el Busch que surge de las páginas de El dictador suicida es una construcción política interesada, no siempre necesariamente apegada al verdadero personaje, sino a la idea que el Movimiento Nacionalista Revolucionario quería que el país tuviera sobre Busch. Y esa es la idea que todos hemos mamado y se nos ha machacado desde la Revolución Nacional.

¿Por qué el borrador de la biografía de Busch escrita por Carlos Montenegro (y recuperado en 2012 por Mariano Baptista) fue una decepción para usted?


En los varios libros de recopilaciones de documentos de y acerca de Busch, especial pero no exclusivamente de Mariano Baptista Gumucio, siempre hubo referencias a la biografía de Busch, trunca y perdida, presuntamente escrita por Carlos Montenegro, y basada en largas conversaciones entre ambos amigos. Montenegro y Busch mencionan esa obra en sus intercambios epistolares; también Céspedes, Valentín Abecia (hijo) y otros autores. Para los estudiosos de Busch, era el Santo Grial. ¡Una biografía con base en los testimonios del biografiado! Aparentemente Busch, ya siendo presidente, le pidió a Montenegro archivar el proyecto y el manuscrito se perdió tras la muerte del autor. Por las descripciones en las cartas, se supone que era un borrador bastante avanzado. Por intrincados azares familiares, el manuscrito apareció en 2012 y fue a parar, merecidamente, a manos de Mariano.

Se lo pedí y, siempre generoso, me lo dio. Eran seis carpetas de muy diferentes tipos y tamaños de papeles, en relativo desorden, muy garabateados y tachados. Había muy, muy poco en limpio que pudiera ser usado para armar un libro. Pero ese era un problema menor. El problema mayor es que no había mucha información dura o nueva. Sobre todo, había acerca de la niñez y adolescencia de Busch. El resto, mucha paja y poco, si acaso, algún grano. Como Céspedes, Montenegro se desviaba por las ramas de la política. Ordené y digitalicé el manuscrito y se lo devolví a Mariano. En todo caso, no utilicé su libro como fuente, sino el manuscrito mismo. 



¿Usted cree que, como dijo René Zavaleta Mercado, “Busch representa la concepción heroica de la nación”?


Busch es el primero en tener un atisbo de lo que será el nacionalismo, o en términos zavaletianos, “lo nacional popular”. El nacionalismo ya tenía décadas de existencia en Europa, pero Busch y sus colaboradores que fundarán posteriormente el MNR, todavía no daban con el término ni con el concepto preciso. Busch da nacimiento a una cosa desmesurada con su decreto del 7 de junio de 1939, que establece que los mineros deben entregar al Estado el 100% de las divisas por exportaciones de mineral. El decreto nunca se va a poner en práctica (Busch morirá antes). Pero la medida enciende una luz en la mente y en el corazón de los bolivianos, que iluminará su camino al futuro. 

Es paradójico que una persona como Busch, que no le gustaba los regionalismos, haya estado durante años en medio de la polémica acerca del lugar donde nació.

Sí. Esto se debe a falta de rigor histórico y a las falencias del Estado boliviano. Busch es una víctima más del registro inapropiado de los generales de ley –los datos básicos- de los bolivianos. En aquel entonces no había certificados de nacimiento estatales, sino certificados de bautismo, emitidos por la Iglesia. Y en realidad, la versión del nacimiento beniano tiene mucho más asidero que la versión del nacimiento cruceño. Está basada en declaraciones de la madre. Numerosos testigos que escucharon en otras tantas ocasiones y lugares a Raquel Becerra contar las circunstancias del nacimiento de Germán, lo colocan en El Carmen del Iténez.

Esas versiones están juradas. ¿Quién va a saber mejor que la madre dónde parió a su hijo? La otra versión es la del testamento del padre, Pablo Busch. Pablo Busch, muy malherido en 1908, dictó su testamento y en ese documento consigna las fechas y lugares de nacimiento de sus hijos. Allí dice que Germán nació en San Javier de Chiquitos. ¿A quién creerle? Pablo Busch estaba moribundo, quién sabe en qué grado de conciencia. Pablo Busch había abandonado a Raquel Becerra y a sus cinco hijos hacía cinco años. Yo prefiero, y elegí, creerle a la madre, que crio sola a sus hijos. Es cierto que el certificado de nacimiento fue emitido en San Javier, pero eso fue cinco meses después del nacimiento.

Muchos  se han apropiado de su figura y han hecho un Busch a medida, según la ideología


Es una ironía, una paradoja y un sarcasmo del destino. Me sorprende ver a Busch como símbolo de irredentismos regionalistas. Cuando Busch amenazó explícitamente con pasar por las armas al intento de partido regionalista en 1938. De todos modos, no puede dejar de mencionarse que Busch utilizaba su origen genéricamente ‘camba’ a conveniencia. Según las circunstancias, se declaraba cruceño o beniano. Y fundó Pando. Estoy seguro de que Germán abominaría las orientaciones regionalistas y odiaría que se utilice su imagen como símbolo de un irredentismo trasnochado. Pero esa apropiación acaso se deba también, por parte de otro tipo de fuerzas políticas, a su propia indefinición.
Era socialista? ¿Era nacionalista? ¿Era nacionalsocialista? Sí y no, depende cuándo y para qué.


  ¿Por qué decidió relatar la famosa bofetada de Busch a Alcides Arguedas con la transcripción del diario personal del propio Arguedas? ¿No hubo otros relatos de testigos del hecho?


En efecto, no hay otra versión. Pero el propio Arguedas se encarga de hacernos saber que la bofetada (en realidad, dos puñetes) se fue construyendo desde más de un año antes. Arguedas decidió escribir artículos para incomodar al Gobierno de Busch, y al presidente en particular. Los escribió con insistencia y persistió incluso después de recibir respuesta pública. Si a Arguedas no le gustaba Busch, cometió la indelicadeza de desconocer la majestad de la investidura presidencial. Podríamos decir que Arguedas labró su propia golpiza. Tengo un dilema moral: encuentro repudiable la actitud de Busch, pero, por otro lado, también tengo la certeza de que Arguedas merecía una bofetada. No sé resolverlo.

El libro da luces acerca de lo que fueron las últimas horas de la vida de Busch y también ayuda a reivindicar a personas, como Eliodoro Carmona, injustamente acusados de su asesinato durante años.

En efecto, el libro sostiene, con solidez, quiero creer, que fue un suicidio y no un asesinato. Se podría argumentar que el episodio del suicidio pudo haber sido mejor manejado por los involucrados –Carmona y Goitia, y por la propia Matilde. El episodio dura dos horas, desde las 3:30 hasta las 5:30. Hay diez minutos entre el primer y segundo disparo. Uno de los cuñados pudo haber ido a buscar ayuda, quizás, o quizás no. Matilde pudo haber ingresado al escritorio tras sonar el primer disparo. Pero quizás estas escenas eran recurrentes. Aparentemente lo eran. Pero no tengo ni sombra de duda de que fue suicidio.

He escuchado numerosas versiones del asesinato. Todas similares y todas diferentes. Que lo mató Hochschild, la Standard Oil, o La Rosca (a esa la quiero conocer un día), o el propio Carmona. Los motivos son mineros, o por tráfico de armas, o por celos, o por borrachera. Y cada versión tiene un presunto testigo presencial: “Mi padre, mi abuelo, el tío de mi primo” vieron cómo Carmona lo había asesinado. Al final, la lista de personas presentes en la casa en ese momento es una, y está establecida.

No hubo otra gente que la que figura en las actas policiales y es difícil creer que se hubieran podido poner de acuerdo para mentir y encubrir a otros si los hubiera habido. Si hiciéramos caso a todas las versiones de asesinato, tendría que haber habido una pequeña multitud en el escritorio de Busch. O el detalle que no encaja: “Busch era zurdo” (no era). “¿Por qué no había guardia?” (se explica) o que el forense era en realidad literato. Finalmente, Carmona, el presunto asesino de la versión del magnicidio, no se hizo rico y más bien, con la muerte de Germán, perdió el poder que tenía. El estigma cayó sobre su persona y su familia y terminó retirándose a vivir al campo. Nadie mata a su gallina de los huevos de oro, a cambio de oro.

René Zavaleta también escribió: “Después de su muerte, se sabe que la revolución es irremediable…” ¿Usted cree que fue así?


Casi la totalidad de los 25 meses de Gobierno de Busch es una búsqueda de identidad política. Finalmente encuentra su camino, con el decreto del 7 de junio de 1939. En las 11 semanas que siguieron a ese decreto, su gobierno había encontrado el rumbo y Busch le dio al país el atisbo de lo bueno que sería que la patria  -él hablaba siempre de la patria- aprovechara sus propios recursos naturales para su gente. Esa sola noción iluminó un nuevo horizonte político. A partir de allí ya no habría vuelta atrás. Y en ese sentido, sí, la revolución fue irremediable. 

¿Todavía hay más cosas para contar acerca de la vida de Busch?


Claro que sí. Busch es inmenso. Se puede escribir biografías con énfasis en cualesquiera de sus medidas. Falta, y mucho, una biografía guerrera de Busch. Muy a propósito, no quise incidir mucho en su rol de héroe de guerra. Sus datos militares están desordenados y, mientras hice la investigación, el archivo del Estado Mayor no estuvo disponible. Entiendo que ahora lo está. Todo eso está por escribirse y ojalá alguien lo haga. Hay decenas de biografías de Churchill, por ejemplo. Y podría argumentarse que Churchill murió a los 91 años y Busch a los 36. Pero queda mucho que descubrir de Busch. 

Un trabajo de más de una década
¿Quién es Robert Brockmann?
Robert Brockmann nació en  Cochabamba en 1963  y estudió  Filosofía y Ciencia Política en Cides- UMSA.  Es licenciado en Comunicación Social de la Universidad Católica  Boliviana..Realizó estudios de Periodismo en la Akademie für Publizistik de Hamburgo (Alemania)  y de Foto Periodismo en la universidad del estado de Arkansas. 

Es autor de El general y sus presidentes. Vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes de Bolivia 1911-1939. (2007) y de Tan lejos del mar. Bolivia entre Paraguay, Chile y Perú en la década extraviada 1919-1929  (2012), libros con los que obtuvo los premios Franz Tamayo y Bautista Saavedra.

La biografía de Germán Busch es el fruto de más de una década  de investigación en archivos no solo bolivianos, sino también de Estados Unidos y Alemania. Además de  consultar fuentes directas y acceder a información inédita hasta ahora. “Ha sido, pues, el libro más difícil que he escrito, y el más corto. La confusión que sentía Busch acerca de la orientación de su Gobierno se traducía en este libro en la dificultad de explicarlo. Es la suya una vida confusa, corta pero intensa, como si fueran varias. Asimismo, su pensamiento es inclasificable, abigarrado, diría Zavaleta”, escribe Brockmann  en la introducción de Dos disparos al amanecer •    

El clan familiar Busch, Carmona y Goytia el día de la foto oficial como presidente. Era julio de 1937

Historiador y un diestro cronista  
"Este nuevo libro de Robert Brockmann pone en evidencia una vez más su minuciosa mirada de historiador pero que revela, como en ninguno de sus libros precedentes, su destreza de cronista, de narrador...

...Los hallazgos de este libro son muchos: la amistad de Busch con Hoschild, su decisión inamovible de recibir a los migrantes judíos (totalmente a contracorriente de todo y de todos)y, al mismo tiempo, sus coqueteos con el nazismo. Robert Brockmann logra dar vida a un personaje inmenso, mas no se engolosina con él, no lo adula. Al contrario, su austeridad lo hace más visible, más imponente.

Incluso si uno tuviera la duda (razonable) de que a Busch lo asesinaron sus enemigos, no importaría porque da tanto placer este libro que puede el lector poner entre paréntesis  sus creencias y aprender de él. No hay fanatismo en estas páginas, hay curiosidad, hay rigor, pero también una gran pasión. Además está la subhistoria, el país que fuimos y que nos explica nuestras marcas de nacimiento que permanecen como fósiles vivos” 
Magela Baudoin (Fragmento del texto de la contratapa de Dos disparos al amanecer)

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