El aliento de los que nunca ganan, conmueve, es un jalón de orejas para dirigencialmente, para que comencemos a hacer las cosas de otra manera.

2 de julio de 2024, 9:19 AM
2 de julio de 2024, 9:19 AM

Si la Conmebol o Alejandro Domínguez -su presidente- hubieran impuesto un premio a la fidelidad, los bolivianos en EEUU lo hubieran ganado sin dudar. Es que resulta hasta conmovedor ver cómo los seguidores de una selección acostumbrada a la frustración, genera tanto amor en torno a una camiseta y a una pelota. Verla, solo verla, es motivo de alegría plena.

En estos días, de largos recorridos por las arterias de EEUU, de Dallas a Virginia (hicimos casi 48 horas) o de Virginia hacia Orlando (casi 20 por las paradas obligadas para enviar material a EL DEBER) he intentado descifrar lo que le pasa con los bolivianos que disfrutaron de Bolivia en este Copa América. Esperaron con ansias el torneo y se organizaron por la Verde.

La primera conclusión que arroja las muchas horas de viaje sentado en la segunda fila de la minivan que nos lleva y nos trae a los de La Travesía, es que a esta Bolivia que hoy comanda Antonio Carlos Zago, se la puede descifrar como la vida misma. No gana, en ocasiones no gusta, pero cuando la encaras y la ves de otra manera, la disfrutas. Y es al máximo.

Ahí pusieron su foco nuestros compatriotas, que se organizaron para el ‘banderazo’ en Texas, Virginia y Orlando, que rompieron la rutina en ocasiones cuadrada de los gringos, con cánticos de aliento, aplausos, banderas y gritos como el ¡vamos Bolivia carajo! Para los jugadores y para el mismo cuerpo técnico fue imposible no salir y agradecerles.

La rutina del día a día a quienes llevan años, es difícil y cuando hay la oportunidad de tener un pedacito de la patria en casa, no importan los sacrificios que se hacen, incluso si hay que perderse horas traducidas en dólares. Se ponen la camiseta, agarran la tricolor y la bandera de su ciudad y se largan, es hora de disfrutar el momento y el partido es el pretexto. 

En los días de partidos se juntaron casas o restaurantes cercanos para disfrutar de una sopa de maní, mocochichi, asadito colorau y más; fue un buen entremés antes del plato fuerte, porque en las zonas de garajes en los estadios, las parrillas humeantes anticiparon una fiesta. ¿Una fiesta?... pero si no gana. Sí, pero eso, como la vida, eso no impide disfrutarla.

El aliento de los que nunca ganan, conmueve, es un jalón de orejas para dirigencialmente, comencemos a hacer las cosas de otra manera. Como está hasta ahora los demás nos siguen sacando distancia y por lo que hemos visto y palpado en EEUU, es hora de regalarle una caricia al alma a tantos compatriotas que ansían alentar, pero ya en victoria.

Tags