Richard Durán Canelas, terapeuta y consejero en drogodependencia, llegó hasta el canal del cuarto anillo y doble vía a La Guardia para darle comida a la gente que vive en los ductos de desagüe de la ciudad. Pide que la sociedad no abandone a estas personas

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1 de abril de 2020, 20:01 PM
1 de abril de 2020, 20:01 PM

Richard llegó casi tres horas después del habitual horario de almuerzo, el mediodía. A sus comensales poco les interesa aquello, lo importante es que hay comida, ya que al final, luego de varios días, hoy pudieron disfrutar de algo más que las sobras de la basura que escudriñan afanosamente cuando una bolsa negra queda ‘mal parqueada’ por la vía.

 “Hay comida, vengan, hagan una fila, si se abollan no les voy a dar”, gritó Richard, mientras se asomaba a la orilla del canal de drenaje del cuarto anillo y doble vía a La Guardia. “No tienen que estar cerca, si están muy cerca no les voy a dar nada”, gritaba insistentemente este hombre, de contextura robusta, estatura pequeña, voz gruesa y con una historia ligada a los canales, la calle y las drogas.

Es que Richard Durán Canelas Oliva, nombre completo de este rescatador de almas del submundo urbano cruceño, es consciente de que el coronavirus no hace distinciones, por esa razón llegó -resguaradado con un barbijo y guantes de látex- hasta los hombres y mujeres que están en situación de calle. El hombre repetía permanentemente que mantuvieran el metro de distancia social para evitar que algunos de esas personas se contagie con el Covid-19.

Los hombres y las mujeres de este punto de la capital cruceña, uno de los tantos que son parte de la geografía escondida de la ciudad de los anillos, agradecieron el gesto de Richard que un par de horas antes de su llegada preparó feijoada para la gente, que al ver un equipo de prensa salían con temor, recelo y hasta amenazantes.

Sin embargo, Richard calmaba a quienes intentaban romper la tranquilidad del momento y, por el contrario, se fue de la zona más que satisfecho, ya que consiguió que dos de los drogodependientes de este punto de la ciudad acepten salir de la calle y Richard los llevó hasta el centro de acogida de Cotoca, Ebenezer.

“Me estoy llevando dos, esa es una verdadera alegría”, aseguraba Richard, mientras guardaba los recipientes vacíos en los que llevó la comida, dentro del vehículo donde estaban Marvin y Antonio, los dos hombres que aceptaron dejar un mundo obscuro e iniciar una nueva vida.

Richard al verlos y hablar con ellos solo les pide no dejarse vencer, así como se lo pidieron a él cuando luego de estar 23 años viviendo de las drogas y la violencia en las calles cruceñas, aceptó una mano amiga y se entregó a Dios.

 “Esto lo hago motivando a la gente para que no se olvide de estas personas, que no se olviden de ellos, que no les sigan dando la espalda… más les importan los perros que mis hermanos en situación de calle, ellos son el resultado de esta sociedad y ni así les quieren dar un poco esperanza para vivir”, reclama Richard, un terapeuta y consejero en drogodependencia que además es el delegado departamental de la Asociación Boliviana de Comunidades Terapéuticas.