"El nacimiento del gobierno de Bolsonaro estuvo muy vinculado a una estrategia de campaña de diálogo con las clases medias. Ahora ha descubierto que agradar a los más pobres le permite gestionar mejor la popularidad", explica un analista

18 de septiembre de 2020, 11:56 AM
18 de septiembre de 2020, 11:56 AM

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, fue elegido con un discurso neoliberal que conquistó a los mercados. Pero con la devastación económica provocada por el coronavirus, el mandatario ultraderechista encontró en la defensa de los desfavorecidos un filón que lo hizo popular incluso en bastiones de izquierda.

"El nacimiento del gobierno de Bolsonaro estuvo muy vinculado a una estrategia de campaña de diálogo con las clases medias. Ahora ha descubierto que agradar a los más pobres le permite gestionar mejor la popularidad", explica a la AFP el analista político Creomar de Souza.

Este excapitán del Ejército gozó de una luna de miel muy breve tras su llegada al poder el 1 de enero de 2019.

Su popularidad se fue desgastando, debido a sus polémicas declaraciones, a las peleas internas en su gobierno (con la caída de varios ministros), a la pérdida de aliados en el Congreso o a las investigaciones por corrupción contra su familia.

Pero su suerte cambió con la llegada de la pandemia, a pesar de que Brasil se ha convertido en el segundo país con más muertos (cerca de 135.000) y el tercero con más casos.

Al punto de que en las encuestas aparece como el mejor colocado para las presidenciales de 2022.

Para lograr ese vuelco, consiguió que no se le achacase la responsabilidad de la pandemia (a la que minimizó) ni de la recesión económica en la que se hundió el país, sin gestión unificada ante el covid-19.

Bolsonaro criticó las medidas de confinamiento impuestas por gobernadores y alcaldes, alegando que el "remedio es peor que la enfermedad" y defendiendo el derecho de los brasileños, especialmente los más pobres, a salir a ganarse el pan. 

El gobierno lanzó en abril un descomunal programa de estímulo que incluyó una ayuda de emergencia de 600 reales mensuales (unos 115 dólares), reducida a la mitad en septiembre.

A esa suma se llegó elevando la apuesta: el ultraliberal ministro de Economía, Paulo Guedes, quería limitarlo a 200 reales, el Congreso lo elevo a 500 y Bolsonaro, magnánimo, lo subió a 600, llevándose los laureles.

"Populismo fiscal" 

Ese subsidio, que junto a la reducción de varios tributos representó  un 7,3% del PIB proyectado para 2020, benefició a casi una tercera parte de los 212 millones de brasileños, especialmente a trabajadores informales.

Y pronto dio sus frutos: entre junio y la segunda semana de agosto, el índice de aprobación de Bolsonaro subió cinco puntos porcentuales, de 32% a 37%, y el de rechazo cayó diez, de 44% a 34%.

En la paupérrima región nordeste, bastión del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT, del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva), el rechazo cayó de 52% a 35% y la aprobación subió seis puntos, a 33%.

Más tarde, ante la fuerte alza del precio de los alimentos, pidió a los dueños de los supermercados que muestren "patriotismo" y "mantengan su margen de beneficio lo más bajo posible".

Y entró en línea de colisión con Guedes, que buscaba artilugios para financiar los programas sociales, con propuestas como congelar las pensiones y reducir los subsidios a ancianos y jubilados.

Lo que estaba en discusión: la ampliación del programa Bolsa Familia, clave de la popularidad de Lula, rebautizado Renta Brasil.

"No puedo sacarle a los pobres para darles a los paupérrimos. No podemos hacer eso", dijo Bolsonaro a fines de agosto, al aplazar el proyecto.

"Bolsonaro nunca fue liberal. Como diputado, siempre fue corporativista, defensor de los militares, de las gratificaciones. Ese cambio hacia un populismo fiscal fue catalizado por la pandemia. Entendió que este es el momento de implementar aquello en lo que de hecho cree, más allá de que le haya dado capital electoral", asegura Thiago Vidal, de la consultora Prospectiva.

- ¿Austeridad en 2021? -

El giro "popular" de Bolsonaro se da en un contexto de profunda recesión económica, con un vertiginoso aumento del déficit fiscal, la deuda pública y el desempleo.

Según el analista Thomaz Favaro, de Control Risks, esto pone en una situación "muy delicada" a Guedes, que tenía en marcha un plan de ajuste y de privatizaciones, muy esperado por los mercados.

"Lo que más preocupa a los inversores actualmente es qué apoyo tendrá la agenda de austeridad en 2021, cuando llegue la hora de pagar la cuenta", afirma