Un relevamiento del Ministerio de Desarrollo Social muestra que hasta agosto, 2.553 personas se encontraban en situación de calle en Montevideo y alrededores, un 25,3% más de lo registrado el año pasado

16 de octubre de 2020, 10:30 AM
16 de octubre de 2020, 10:30 AM

Enroscadas en mantas, sus figuras apenas se perciben como bultos en las veredas de Montevideo. Cientos de personas duermen a la intemperie en la capital del país constituida en ejemplo por su exitoso paso por la pandemia, pero que no escapa al alza de la pobreza en la región más desigual del planeta.

La mayoría de los 3,4 millones de habitantes de Uruguay, que cuenta hasta el momento 2.417 casos y 51 muertes por coronavirus, disfrutó de la política de "libertad responsable" sin cuarentena dispuesta por el gobierno de Luis Lacalle Pou. Pero un fragmento de la población no tuvo un hogar para optar por salir o quedarse. 

Un relevamiento del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) muestra que hasta agosto, al cabo del peor momento de la pandemia en este país y lo más crudo del invierno austral, 2.553 personas se encontraban en situación de calle en Montevideo y alrededores, un 25,3% más de lo registrado en 2019. 

Entre ellos, 885 durmieron en la vía pública y 1.668 accedieron a refugios en la zona metropolitana, indican los datos. Pero el gobierno destaca un alza significativa en relación al año pasado en la capacidad de los albergues, que dieron prioridad a mayores de 65 años y personas con enfermedades crónicas. 

En julio, sin embargo, la muerte por hipotermia de una persona en situación de calle por no poder ingresar a un refugio colapsado generó controversias. El presidente se comprometió entonces a "no dar un uruguayo por perdido". 

El país cuenta con una ley que dispone la obligatoriedad del Estado de prestar asistencia a las personas en situación de calle, que habilita el traslado aun sin consentimiento a refugios cuando su vida esté en riesgo.

- Retos diarios -

Incluso en Uruguay, donde muchos ciudadanos de la vecina Argentina han corrido a refugiarse del azote del coronavirus y las restricciones, la pandemia ha impuesto desafíos. Y los ha duplicado para aquellos que ya tenían el reto cotidiano de conseguir qué comer.

Aunque breve en comparación con extensas cuarentenas en la región, el descenso momentáneo de la actividad empeoró las condiciones de vida de las personas en situación de calle, recortando para la mayoría los ya reducidos ingresos de trabajos informales, como cuidacoches o ventas ambulantes, dice el informe del ministerio.

Así, se estima que la población considerada pobre crecerá de 2,9% a 5,3%, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). En tanto la pobreza extrema se proyecta en el 0,3%.

Para evitar aglomeraciones, el Mides implementó entregas de canastas de alimentos y mantuvo activos 53 comedores con medidas sanitarias, donde actualmente asisten unas 19.000 personas, precisaron fuentes de la cartera. 

Sin embargo, las cientos de ollas populares multiplicadas durante la pandemia dieron cuenta de mayores necesidades entre los más vulnerables. 

La radiografía de las personas que viven en la vía pública muestra que son en su mayoría varones, de un promedio de 39 años. En su informe, el Mides destaca una sobrerrepresentación de la población afrodescendiente. 

Esta dura realidad incluye adicciones en la mayoría de los casos: la pasta base superó al alcohol como la droga de principal consumo, de acuerdo con el relevamiento.

El escenario económico complica la perspectiva para estos uruguayos cuando los temores por el covid-19 se han atenuado, pero sus efectos económicos persisten.

Las solicitudes de seguro por desempleo se mantienen sobre 40.000 (frente a un pico superior a 80.000 en marzo), y los precios de los alimentos suben más que los de otros bienes.

Y se espera una caída del 4,5% del PIB al cabo de este año, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), que será la primera en Uruguay después de 14 años de crecimiento, antes de un rebote en 2021.