Productores agrícolas, industriales y exportadores visibilizan oportunidades de mercados, dado el ciclo de altos precios de productos agrícolas. El Gobierno también compite con nueva empresa para exportar

24 de abril de 2022, 11:31 AM
24 de abril de 2022, 11:31 AM


El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su informe Perspectivas de la economía mundial, pronostica que la escasez de suministros relacionada con la guerra entre Rusia y Ucrania amplificará el encarecimiento del precio de la energía, los metales y los alimentos. 

De acuerdo con la organización financiera internacional, los efectos económicos de la guerra se están propagando rápida y extensamente -como una ola sísmica originada en el epicentro de un terremoto- principalmente a través de los mercados de materias primas, el comercio internacional y los vínculos financieros.

Además de la guerra, los extensos confinamientos que ha instituido con frecuencia China -entre otros sitios, en centros manufactureros críticos- han enfriado la actividad en ese país y podrían crear cuellos de botella en las cadenas de suministro internacionales.

El documento describe que si bien se prevé que los cuellos de botella terminarán distendiéndose a medida que la producción en otras partes responda al alza de precios y que entre en servicio nueva capacidad, la escasez de suministros se prolongaría hasta 2023 en algunos sectores. 

En consecuencia, se prevé ahora que la inflación se mantenga en niveles elevados por un período mucho más largo de lo previsto, tanto en las economías avanzadas como en las de mercados emergentes y en desarrollo. En muchos países, la inflación en un motivo de preocupación apremiante.

Rusia es un importante proveedor de petróleo, gas y metales, y, junto con Ucrania, de trigo y maíz, la caída actual y prevista del suministro de estos productos básicos ya hizo subir drásticamente los precios. Europa, el Cáucaso y Asia Central, Oriente Medio y Norte de África, y África subsahariana son las más afectadas. El alza de precios de los alimentos y de los combustibles perjudicará a los hogares de menores ingresos del mundo, incluidas las Américas y Asia. 

De acuerdo con el FMI, la guerra se suma a la serie de shocks de oferta que sacudieron a la economía mundial en el curso de la pandemia, contribuyendo a situaciones de escasez más allá del sector energético y el agrícola. Las perturbaciones de la producción de un país pueden propagarse con gran rapidez a escala mundial a través de cadenas mundiales de suministro estrechamente integradas.

Este mes, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en una nota reproducida por AFP, aseguró que el Índice de Precios de los Alimentos, que monitorea variaciones mensuales de los precios internacionales de alimentos, alcanzó una media de 159,3 puntos en marzo, lo que representó un 12,6% más que en febrero.

El dato es el más alto del que se tenga registro e incluso superó el alza de la crisis financiera global de 2008. El organismo afirma que la Guerra en Ucrania, que inició el 24 de febrero tras una ofensiva militar rusa, ha provocado el aumento del 17,1% en el precio de los cereales, incluyendo el trigo y otros como la avena, la cebada y el maíz.

La subida más fuerte se registró en los aceites vegetales, que avanzó un 23,2% respecto a febrero, impulsado por el aumento de las cotizaciones del aceite de semillas de girasol que se utiliza para cocinar. Ucrania es el primer exportador mundial de aceite de girasol, y Rusia el segundo.

Visualizan oportunidades

En el contexto externo, productores agrícolas e industriales y exportadores visibilizan oportunidades de mercados, dado el ciclo de altos precios de los productos agrícolas en el contexto global. 

De febrero a marzo, cifras publicadas por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), reflejan que en los mercados de los commodities el precio de la tonelada de trigo pasó de $us 390 a 486,3; de soya, de $us 661,6 a 720,6; de maíz de $us 292,6 a 335,5; y el kilo de azúcar, de $us 0,39 a 0,42.

Dados los astronómicos precios que se están dando a escala global para los alimentos, en criterio del gerente general del IBCE, Gary Rodríguez, restringir su exportación y no autorizar la agrobiotecnología para mejorar la productividad de los agricultores, lleva al país a perder como en la guerra, en materia de comercio exterior. 

Relievó que con los cupos que se imponen a la exportación de alimentos el país pierde la oportunidad de generar cientos de millones de dólares adicionales en divisas sin mayor esfuerzo, “sin que el Estado mueva un dedo”; pero, pierde también por el lado de la importación, porque se tiene que importar productos cada vez más caros, como el trigo, porque no se escucha al productor. 

“Frente a las estratosféricas cotizaciones de los alimentos que se están dando a nivel mundial lo mínimo que podría esperarse son políticas sensatas para incentivar una mayor inversión en el campo con mejor tecnología para aumentar la productividad de la producción y con ello consagrar la soberanía alimentaria y generar más exportación”, mencionó Rodríguez. 

Sin incentivos para producir

En criterio del gerente general de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), Jaime Hernández, la restricción a las exportaciones de maíz y sorgo que son cultivos de rotación con la soya, son un desincentivo para aumentar la producción y generar excedentes para las exportaciones porque el productor, dada la incertidumbre de mercado externo, planifica su producción en función a la demanda del mercado interno. “Con políticas públicas claras se debería incentivar el incremento de la producción y exportar para aprovechar la coyuntura de precios favorables que pueden aumentar el ingreso de divisas para el país”, manifestó. 

Para el presidente de la Confederación Agropecuaria Nacional (Confeagro) y Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), Oscar Mario Justiniano, las oportunidades se generan a partir de divisas de exportaciones. Insinúa que somos un país productivo con grandes posibilidades de crecimiento sin necesidad de aumentar las superficies cultivadas mediante el uso de la biotecnología. “Las herramientas de crecimiento están al alcance y mano del Gobierno y deben apuntar al desarrollo y fortalecimiento del sector”, refirió. 

Ocasión de ampliar mercados

A decir del gerente general de la Cámara de Exportadores de Santa Cruz (Cadex), Martín Salces, para aprovechar el ciclo de altos precios se debe tener una mirada y acciones estratégicas de largo plazo para realmente explotar las oportunidades de ampliar el mercado de exportación de productos agropecuarios. 

Así, dijo que la propuesta sectorial apunta a un gran pacto entre el sector privado y el Estado, para impulsar las exportaciones y con ello promover el empleo formal, el crecimiento y el desarrollo, buscando alternativas a las restricciones que desincentivan producción e inversiones, mejorando la tramitología, la logística interna y en los pasos de frontera, desarrollando biotecnología, entre otros temas. 

Salces insinuó que Bolivia y el sector productivo de Santa Cruz se exponen a riesgos por falta de políticas de incentivos asociados a una mejora del aprovechamiento de ciertos ciclos económicos, y el desincentivo que podría generar la reducción de la producción del sector agropecuario que tiene oportunidades de exportación.

“Eso lo estamos experimentando con el maíz, que en determinado momento se exportó, pero por las restricciones se redujo su producción y hoy tenemos escasez, con un déficit de alrededor de 300.000 toneladas. El mundo tiene una tendencia de crecimiento en la demanda de alimentos del 15% anual. Si no se trabaja en medidas de fomento no podremos acceder a una parte de esta demanda de alimentos”, anotó Salces. 

Desde el sector agroindustrial azucareros, fuentes consultadas creen que en el oriente hay un potencial dormido que requiere reglas claras, tecnologías modernas para crecer en productividad y eficiencia, hoy más que nunca que el gas y se fue. El agro, minerales y el litio son las alternativas.

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