Su hijo, Juan Carlos Galván, tenía 23 años cuando desapareció en junio de 1976. En entrevista con DW, Pepa Pussek de Galván cuenta su historia, su lucha y su presente en Alemania

15 de octubre de 2021, 18:00 PM
15 de octubre de 2021, 18:00 PM

Su nombre es Josefa, pero todos la conocen como Pepa, y así le gusta que la llamen. Está a las puertas de su cumpleaños número 92, y mantiene su semblante amable y su sonrisa en los ojos. Pese a todo. Porque la suya es una vida de lucha y de búsqueda incansable de justicia.

Allá por 1976, su hijo Juan Carlos -Pelusa para ella- fue secuestrado en la larga noche de la dictadura argentina, y desde entonces permanece desaparecido.

Así, su dolor comenzó aquel día, y nunca terminó.

"Un chico tan bueno…”, se lamenta, atónita aún hoy. "Se lo llevaron en la mitad de la noche”, relata Josefa a DW.

"Él vivía con Leti, su mujer, en la parte de atrás de mi casa”, explica. "Y entró una tropilla de animales para llevarse a un chico dormido”, se indigna.

Fue el 15 de junio de 1976. Juan Carlos Galván tenía 23 años y trabajaba como tornero en el área de mantenimiento de la tradicional empresa láctea argentina SanCor. Allí participaba de las reuniones del sindicato y era miembro de la comisión interna de la empresa. Probablemente, para sus desaparecedores, razones suficientes para hacerlo desaparecer.

Búsqueda incansable de justicia

Así comenzó entonces para Pepa el peregrinar, junto a otras madres y familiares de desaparecidos en la provincia argentina de Córdoba, con más preguntas que certezas, con más incertidumbre y miedos que respuestas, para buscar a su hijo, para denunciar su desaparición, para exigir justicia, para entender lo siniestro.

Cada jueves estuvo en las rondas de la Plaza San Martín, exigiendo justicia y memoria. "Yo sentía que ahí estaba Pelusa”, abre su corazón.

Sin descanso, recorrió dependencias del Estado, policiales, de las Fuerzas Armadas, iglesias y organismos de derechos humanos. Se sumó a "Familiares de desaparecidos y detenidos por razones políticas", organismo que había nacido ese mismo año en la provincia mediterránea y luego se extendió a todo el país.

"Perdí las piernas buscando a mi hijo”, le dice a esta periodista, y sus palabras estremecen.

A su lado, siempre, Jaime, su hijo menor, sostén y compañero de lucha. Su primer marido, y padre de Juan Carlos Pelusa, había fallecido cuando el pequeño tenía apenas 5 años. También enviudó muy pronto de su segunda pareja, padre de Jaime.

Pero ella siempre siguió adelante, sin concebir siquiera otra posibilidad. Más de 30 años –"31 años”, aclara orgullosa- trabajó en la Parroquia de su ciudad, en Córdoba capital. "También tejía: unos escarpines de todos colores, viera qué lindos”, cuenta con mirada iluminada.

Nueva vida en Alemania

Su nuevo hogar desde hace casi 3 años es una residencia para mayores en el casco antiguo de la ciudad alemana de Colonia, ciudad adonde emigró su hijo Jaime.

"Mi papá era alemán, y se fue en los años 20 a la Argentina”, relata, como quien siente que, de alguna manera, está volviendo.

Pero, sobre todo, con ella ha traído sus recuerdos, su historia y su lucha. Fotos y retratos, -amarillentos y en vivos colores-, pueblan las paredes de su habitación. Perfectamente conservados están también los dibujos del colegio hechos por Pelusa. "Mire qué bien que dibujaba”, apunta.

En la charla, repasa con detalle varias generaciones de la historia familiar. Casi al pasar, explica que su bisabuela era "Guevara”, tía directa del célebre Che, quien, efectivamente, pasó largas temporadas en la provincia de Córdoba.

También la acompañan el infaltable mate y el termo con agua tibia. El "andador” que -se supone- la ayudaría a caminar, prefiere usarlo para apoyar sus libros. Allí reposan "Memoria de mis putas tristes”, de García Márquez, y "La Argentina robada”, de Mario Cafiero.

A través de la ventana, ve llover. "Justo que hoy iba a salir”, se ríe irónica. Ya no tiene tantas ganas de hacerlo. Allí está bien.

Sí salió días atrás, para recibir el reconocimiento "Juana Azurduy” del Gobierno argentino, de manos del Embajador en Alemania, instituido especialmente para homenajear a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Porque "iniciaron en plena dictadura cívico militar un movimiento por la defensa de la Verdad y la Justicia y, a lo largo de más 40 años, se han transformado en un ejemplo global del modelo ético de lucha por la dignidad de los pueblos del mundo", según consigna el comunicado oficial.

Tan lejos y tan cerca. A casi 12.000 kilómetros de su tierra natal, pero con lo indispensable en su equipaje. Pepa sabe que hizo todo lo que podía hacer por la memoria de su hijo.

Pelusa fue visto por testigos en el campo de concentración La Perla. Permanece desaparecido.