Chile, que ha sufrido varios de los mayores terremotos de la historia, se ha convertido en un ejemplo a la hora de mitigar los efectos de estos. ¿Cómo lo hizo?

17 de noviembre de 2020, 21:30 PM
17 de noviembre de 2020, 21:30 PM

Chile ha demostrado al mundo que un terremoto no tiene que ser necesariamente una calamidad. Después de haber sufrido varios de los sismos más devastadores de la historia –como el más poderoso jamás registrado, el de magnitud 9,5 del 22 de mayo de 1960–, el país se ha convertido en un modelo mundial de preparación y respuesta a los movimientos telúricos de gran magnitud.

En la década pasada, las cifras de fallecidos en los terremotos de 2014 y 2015, cuya magnitud respectiva fue 8,2 y 8,3, no superaron las 15 personas. A pesar de no ser una de las principales economías del mundo, como Japón, que también es famoso por su política antisísmica, Chile ha logrado elaborar políticas que pueden ser emuladas por otros países. Para conocer más detalles, conversamos con Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile.

DW: ¿Por qué en Chile muere tan poca gente en terremotos de gran magnitud, mientras en otros países mueren miles de personas en sismos menos potentes?

Dr. Sergio Barrientos: Creo que la causa es la frecuencia con que ocurren estos sismos. En Chile, los terremotos tienen lugar en la zona central y sur del país, donde vive la mayor parte de la población. Esta zona ha sido afectada por numerosos movimientos telúricos en el pasado. Por ejemplo, en el siglo XX la zona central fue afectada por un gran terremoto cada 15 o 20 años. Las normas de construcción comenzaron a desarrollarse tras los terremotos que tuvieron lugar a comienzos de la primera década del siglo pasado. Desde entonces, cada vez que ha habido un terremoto se han actualizado, porque descubrimos aspectos que podríamos mejorar.

Más de 500 personas murieron tras el terremoto de magnitud 8,8 y posterior tsunami de 2010. ¿Qué lecciones aprendió el país de ese desastre?

Cada vez que tenemos un gran terremoto y algo falla, aprendemos algo nuevo. Por ejemplo, en el terremoto de 2010, algunos edificios sufrieron daños severos, y unos pocos colapsaron. Por ello se desarrolló un nuevo estudio sobre cómo deben clasificarse los suelos de acuerdo a su respuesta sísmica, y eso fue agregado a la normativa. Además, hoy contamos con un muy buen sistema de monitoreo, de manera que la información que obtenemos por medio de los instrumentos sismológicos distribuidos en el país ayuda a mejorar las normativas.

¿Qué hace su institución para prepararse para estos desastres?

Somos parte de un sistema que funciona y que ha sido probado en los últimos terremotos. Cada vez mejora más, especialmente en lo que respecta a las alertas de tsunami. Por ejemplo, no lo hicimos tan bien en las alertas de tsunami tras el terremoto de 2010. Pero desde entonces, las cosas han cambiado muchísimo en organización y coordinación. Tras recibir recomendaciones de distintos comités que visitaron el país tras ese sismo y evaluaron los sistemas de respuesta, las distintas agencias salieron fortalecidas y desarrollaron protocolos de respuesta común.

Ese es un aspecto. El otro, por supuesto, está en las escuelas. Entregamos toda la información a los profesores y ellos se encargan de enseñar a los niños cómo reaccionar durante los terremotos. He resumido todo muy brevemente, pero hay muchas otras cosas que se trabajan al mismo tiempo. En particular, hay mucha cooperación y coordinación entre las diferentes agencias del Sistema de Protección Civil.

¿Qué recomendaría usted hacer a los otros países sísmicos?

Puedo hacer sugerencias solo sobre la situación en Chile, la experiencia chilena y cómo este país ha reaccionado a los terremotos. Sé que en distintas sociedades y comunidades hay distintas formas de enfrentar los problemas. Por eso me resulta difícil asesorar a otras comunidades.

La sociedad chilena ha vivido con terremotos por 100-200 años y ha sufrido muchísimas catástrofes. El país se ha dado cuenta de que hay formas de mitigar las consecuencias de estos hechos, como las normas de edificación. Pero siempre hay dificultades, como lo demostró la falta de advertencia a los residentes locales sobre los tsunamis de 2010. Las autoridades han puesto el problema en la perspectiva adecuada y han establecido las herramientas necesarias para brindar más información a la ciudadanía y ofrecer mejores condiciones de seguridad a la comunidad a través de la educación y la realización de simulacros. (dzc/few)

El sismólogo y geofísico Sergio Barrientos ha estudiado, investigado y enseñado en las universidades de California/Santa Cruz, Colorado, Boston y Chile. Fue jefe de sección sísmica del Sistema de Vigilancia Internacional de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, ubicada en Viena, Austria. Actualmente es el director del Centro Sismológico Nacional chileno.