El sector de la micro y pequeña empresa es el más afectado, ya que también tiene que cambiar de rubro para percibir ingresos; sus asociados se suman a la población que tienen que trabajar “de lo que sea” y que no ve una solución clara para la reactivación

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1 de mayo de 2021, 7:54 AM
1 de mayo de 2021, 7:54 AM

Durante la última quincena de abril, Sandra Colque (48) solo consiguió trabajo en dos ocasiones. Fueron dos días en los que fue a limpiar una casa, pero en su cotidianidad espera a diario una nueva oportunidad en las agencias de empleo cercanas a iglesia de La Mansión. Hace 4 meses dejó de trabajar en una embutidora, la liquidaron y ese fue su “regalo de Navidad”.

Según el análisis de la Fundación Milenio, tomando datos de la encuesta continua de empleo del INE, en el mes de julio 2020 -uno de los momentos de confinamiento más intensos- se tuvo la tasa más alta de desempleo urbano, alcanzando la cifra de 419.702 personas desempleadas, equivalente al 11,56% de la población económicamente activa (PEA) urbana. Ya para enero de este año la cifra cayó al 8%, cifra de la que el Gobierno se jacta en sus discursos, pero que no logra llegar a los indicadores de febrero del año pasado, antes de que se declare la pandemia.

Sandra es otra desempleada, mujer, cercana a la tercera edad que pasará el Dia del Trabajo sin algo seguro, misma realidad que viven otras más de 300.000 personas desempleadas, que se suman a trabajadores eventuales que engrosan la informalidad.




Trabajar de lo que sea o en cualquier cosa que salga también es parte de ‘reinventarse’ y eso lo advierten desde la Confederación Nacional de la Micro y Pequeña Empresa. Juan Carlos Vargas, secretario de Relaciones, advierte que el hecho de que haya bajada la tasa de desempleo es porque Bolivia está dejando de ser un país que produce a ser un país que consume; ahora se opta por vender productos del exterior.

“Tenemos mano de obra calificada que se está pasando al bando informal (fruto de la pandemia) y es la única manera de subsistir, ya que no vemos la reactivación que anuncia el Gobierno. Este 1 de mayo no tenemos nada que festejar”, lamentó Vargas.

La pérdida global de empleos a lo largo del año 2020 habría llegado a 1.029.824 puestos de trabajo, de acuerdo al reporte de Milenio. Las micro y pequeñas empresas registran pérdidas de 685.000 puestos laborales, lo que representa el 66,5% del total del empleo perdido.

El ex presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, Ronald Nostas, adujo que el país está lejos de las tasas de desempleo del tiempo de bonanza (en 2018 la tasa de desempleo alcanzó hasta el 4% según el Gobierno, y el año pasado en estas fecha también fue del 8%, al igual que en 2021).


Oportunidad para informales

En materia de empleo, “las medidas del Gobierno no han sido favorables, sino paliativas”, según Nostas, y es la población la que paga las consecuencias, ya que las políticas están enfocadas en la economía formal, lo que exhibe que faltan oportunidades para quienes están al sector informal o los jóvenes que salen a buscar trabajo y se ocupan en lo que haya.

“La base fundamental es un diálogo productivo y propositivo dejando de lado visiones ideológicas y visiones radicales y sectoriales como la de la COB, que es el ente que debería velar por los intereses de los trabajadores, incluidos los informales, en tiempos en los que se atraviesa una economía de supervivencia”, señaló Nostas.

El coordinador del Centro de Desarrollo Humano y Empleabilidad, Christian Aramayo, observó que más del 60% de la población que está buscando oportunidades para ingresar al mercado es menor de 29 años y políticas como el incremento del salario mínimo (al 2%) implican una obstaculización para el ingreso de los jóvenes y por ello la informalidad es el refugio para generar ingresos.

Y con la informalidad no existe certidumbre a mediano y largo plazo (por temas de beneficios sociales y cargas laborales de más de 12 horas), por ello es necesario el monitoreo de su desempeño y evolución para diseñar políticas y programas de estímulo a la reactivación económica y, consiguientemente, para fortalecer la capacidad de los distintos sectores.

“Para la industrialización y la generación de excedentes debemos elevar la productividad del sector privado y mejorar las condiciones laborales de los bolivianos”, fue la promesa del masismo en tiempos de campaña, pero hasta ahora ninguno de los aludidos lo advierte.