Corumbá, ciudad fronteriza con Puerto Quijarro ofrece las condiciones para el comercio ilegal. Bajos precios, variedad de marcas, logística para el transporte y contactos para perforar los controles en Bolivia

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3 de abril de 2022, 4:00 AM
3 de abril de 2022, 4:00 AM


Llueve y la temperatura tórrida de Puerto Quijarro (Santa Cruz) baja un poco y da algo de respiro a sus pobladores. Lo que no disminuye es el constante paso de camiones y vagonetas que llegan de Corumbá (Brasil), y se filtran, sin control, por uno de los tres carriles que hay en el puesto fronterizo. Solo las personas de a pie deben hacer fila y mostrar sus documentos si buscan salir o entrar a Bolivia.

“Es una frontera amigable”, me dice un taxista, en tono de broma, mientras me lleva a Corumbá. Luego de no más de 20 minutos, llegamos a la zona del cementerio Santa Cruz y en una esquina varios comercios de cerveza al por mayor venden y cierran tratos con compradores bolivianos. El costo del pasaje fue de 20 reales (a Bs 1,74 cada real, son Bs 35).
Los mayoristas de cerveza son cautos y desconfiados. Preguntan qué cantidad vamos a comprar y qué marca queremos. 

¿Cómo operan?

Ya en confianza, los mayoristas dan detalles de cómo cruzar al lado boliviano, los pallets, que según la marca y el tamaño oscilan entre los 150 y 324 paquetes, de cerveza en lata.

-Quiero pasar cinco pallets ¿Cómo hago?, le pregunto a uno de ellos.
-Todo tiene un costo. Tengo los contactos del lado boliviano y sé cuándo no hay controles y se puede pasar las vagonetas. Se debe arreglar con la Policía boliviana, se les paga algo y nos dejan pasar. Cuando están los de la Aduana o del Ejército, es más difícil cruzar, detalla el rescatista.
Otra comerciante hace notar que el mejor momento para cruzar la mercadería es cuando se dan los cambios de turno en el puesto de control en Puerto Quijarro y en los que están en el tramo Puerto Quijarro-Santa Cruz.
-Cuando se dan los cambios de turno de los militares o de los técnicos aduaneros, están cansados y con sueño. Es ahí que se debe aprovechar para cruzar a toda velocidad. Nadie controla, asegura la vendedora.
Un comerciante de ropa -que tiene contacto con los mayoristas brasileños- remarcó que el mejor horario es a las 5:00, cuando se cargan las vagonetas Noha, con los pallets de cerveza que van escondidos en el piso, entre el suelo y los asientos.
Un chofer que me lleva de Corumbá a Puerto Quijarro, cuando le consulto que quiero pasar cerveza, se ofrece. Asegura que en su vagoneta puede pasar hasta dos pallets y que por paquete me va a cobrar un boliviano.
-Tengo contactos con los ‘pacos’. Es con ellos el negocio. Lo importante es llegar tempranito cuando están haciendo el cambio de turno. Ahí nadie controla. Todos están cansados, asegura.

La otra opción es usar un desvío que justamente nace en el Cementerio Santa Cruz y permite llegar al lado boliviano sin cruzar por el puesto de control. Se trata de un camino de ripio de unos 90 km que permite salir directamente a la localidad de Yacuses.

Una vez ahí, los camiones descargan las cajas de cerveza, para ser nuevamente cargadas en diferentes vagonetas que parten rumbo a la capital cruceña y al interior del país, particularmente al Chapare cochabambino.
“Si aparece algún tipo de control, se trata de soldaditos a los que se les da comida y un poco de dinero y no dicen nada”, precisa el chofer que por Bs 20 nos deja en Puerto Quijarro y nos da su número por si nos animamos a hacer negocios.

Los capos de Corumbá

Ya en la ciudad brasileña, nos alertan que en la zona hay dos grandes rescatistas. El Turco y el Comercial BrasBol -que ellos tienen buenos precios- y los contactos para poder tener éxito en el contrabando de cerveza.
Tras caminar unas cuatro cuadras llegamos a BrasBol. Se trata de un depósito mediano donde se destacan las latas (palito) de 269 ml de las marcas de cervezas Conti y Skol. En la entrada hay un joven, moreno, de mediana estatura. Le explicamos que queremos comprar unos cinco pallets y llevarlos a Santa Cruz.

Nos escucha y con la cabeza asiente que eso se puede hacer. Nos invita a pasar. Para ser atendidos por una joven mujer que en un portuñol cerrado nos explica que el pallet, de 324 paquetes, de Conti de 24 unidades (de 269 ml), cuesta 7.549 reales, unos Bs 13.135 ($us 1.887), lo que significa que cada lata cuesta Bs 1,6.
En cambio, si buscamos la Skol, también de 269 ml, el pallet de 300 paquetes, cada uno de 24 unidades, tiene un costo de 9.450 reales, alrededor de Bs 16.443 ($us 2.362), lo que indica que cada lata llega a costar Bs 2,2.

Cuando le pregunto cómo se puede hacer pasar esta cantidad de cerveza, la mujer indica que tiene todos los contactos necesarios para hacer llegar la mercadería al lado boliviano. Pero que de eso solo se puede hablar una vez que le pague al contado y en reales. No acepta dólares.
Para tener más certezas, buscamos al Turco. Los que lo conocen nos dicen que es ‘el tipo de la película’. Nos dan las coordenadas para ubicar su casa, que resulta estar muy cerca de la Iglesia Fátima. Tras varias cuadras de subida y de preguntar y preguntar, damos con su domicilio. Es una construcción circular de dos pisos.

Al lado hay un galpón, donde se pueden ver varios pallets de madera. El lugar está cerrado con una gruesa cadena y un gran candado.
En un primer intento, sale una señora mayor que nos dice que el Turco no se encuentra y que volvamos por la tarde.
Ya cerca de las 16:00 volvemos al lugar y tras varios minutos de golpear y hacer palmas, sale un hombre alto, de ojo negros y de unos 40 años. Le explicamos que queremos comprar varios pallets de cerveza y que varias personas nos dijeron que era el indicado para hacer negocios.
Desconfiado, con su celular en la mano, como filmando, nos aclara que no conoce a ningún Turco, pero que sí es cierto que él es rescatista y vende cervezas por pallets.

-¿Cuántos pallets quiere?, pregunta. -Cinco, le respondo.
Se acerca a la reja y vuelve a preguntar para cuándo quiero la cerveza y dónde voy a llevar el producto. -Lo quiero para mañana y es para Santa Cruz, le explico.
-Se puede hacer. Yo me encargo del producto. Luego coordino con el lado boliviano para que nos dejen pasar. Ya hay una persona que es de confianza y que nos dirá en qué horarios se puede pasar y en qué turnos es más complicado. Pero, por lo que sé, el mejor horario es por la mañana bien temprarno. Por la noche está el desvío, aunque el viaje es más largo y lento, porque es un camino de tierra, indica el rescatista.
Antes de terminar la charla me aclara que el tema de los precios se hablará recién cuando hagamos el trato, por ello me pregunta mi nombre y me alcanza su celular para que le dé mi número, ya que el contacto boliviano que tiene me va a llamar para coordinar el cruce de las cervezas.

Sin tanto riesgo

Ahora, si uno no está dispuesto a pagar un extra por pasar la cerveza de contrabando y tener la mala suerte de que justo en un operativo aduanero se los decomisen, en Puerto Quijarro hay otras opciones.

Es en las paradas de los taxis, donde los choferes manejan la información de que hay comerciantes -antes de llegar al mercado principal de Quijarro- que ofrecen pallets de cerveza casi al mismo precio de lo que se puede pagar en Corumbá.

“El pallet de la Skol, la palito, está en unos $us 2.300, puede bajar o subir, según el cambio, pero no varía mucho. Es lo que están cobrando en Corumbá”, calcula un chofer de una vagoneta parqueada al lado del Banco Unión.
Otro -que se hace llamar Félix- asegura que en Puerto Quijarro hay un mayorista que cobra lo mismo o quizás unos $us 50 más, pero uno tiene la tranquilidad de que el producto ya está en suelo boliviano.

-Pagando ese extra todavía es negocio, porque el paquete de la cerveza Conti de 24 unidades cuesta Bs 40,5, lo que da que cada latita se cotice a Bs 1,6 y en Santa Cruz se la puede vender hasta en Bs 4,5 (cada unidad). 

La facilidad con la que se internan productos de contrabando golpea a la industria nacional - que sigue afectada por la pandemia- y en 2021 se cerraron 421 empresas industriales en Bolivia, un 37% más que en 2020.
Argentina y Brasil devaluaron su moneda de forma acelerada, lo que contribuye al ilícito y ha provocado que la industria boliviana solo crezca un 4% el año pasado, afectando la creación de empleos.

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