En Yateirenda, La Cuta y Cotoca el rebrote de la plaga pone en apuros a técnicos del Senasag que empezaron con las fumigaciones terrestres. El Ejército comenzó con la destrucción de nidos

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22 de febrero de 2017, 5:00 AM
22 de febrero de 2017, 5:00 AM

Una temperatura que superaba los 30 grados, una fuerte humedad, producto de la lluvia, que dejó suave la tierra, fueron los factores para acelerar el nacimiento de miles y miles de hambrientas ninfas (pequeñas langostas) y poner en apuros a tres localidades del municipio de Cabezas (Santa Cruz).


Desiderio Tapuinti, productor de maíz de Yateirenda, no salió de su asombro al ver cómo miles de ninfas saltaban entre sus maizales, dejando pequeñas heridas en las hojas.
Muy sensibles al ruido, apenas uno se acercaba, las ninfas, langostas de no más de un centímetro de largo y muy ágiles, empezaban a escapar y a formar manchas oscuras.
“Las langostas adultas están muertas, pero dejaron sus huevos y mire ahora, nuevas langostitas que comen todo”, lamentó Tapuinti.


En La Cuta, don Segundo Rentería contó que su cultivo de maíz se salvó porque las mazorcas ya estaban grandes, pero que la producción de maní se vio afectada por la pequeña plaga que tiene un apetito voraz.

El problema
Freddy Choque, coordinador nacional del programa plagas del Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag), explicó que cada langosta adulta puede poner en promedio hasta  120 huevos, y que al segundo mes de vida ya tiene la capacidad de copular, por lo que urge buscar su eliminación en el estadio de ninfa.
Choque señaló que ante la emergencia, distintas brigadas van a realizar fumigaciones terrestres, pues el objetivo es evitar que se desarrollen y que tengan la capacidad de poner huevos.

El Ejército
La otra estrategia que maneja el Senasag es la destrucción de los nidos donde las langostas desovaron, para ello, unos 80 conscriptos del Regimiento de Infantería 7 Marzana, de Cabezas,  llegaron y tienen como objetivo trabajar en Buen Retiro, El Tejedor y otras localidades.


Armados con machetes, picos y palas, los uniformados deben cavar y remover la tierra que de acuerdo con la información del Senasag indique que es una zona de nidos.
La idea es dejar los huevos al descubierto para que el sol, la lluvia y los depredadores   los destruyan