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10 de octubre de 2023, 3:00 AM
10 de octubre de 2023, 3:00 AM

A 41 años de la recuperación democrática hay que valorar la vigorosa voluntad nacional y popular por preservar los derechos y garantías constitucionales, al tiempo que lamentar las enormes limitaciones de los sucesivos gobiernos que, en más de cuatro décadas, no encararon suficientemente los grandes desafíos que siguen siendo la tarea pendiente de la sociedad y del Estado.

1. Desafíos Centenarios.

Hasta hoy no superamos el lastre de nuestras herencias coloniales: el racismo y las discriminaciones étnicas y de género; el centralismo burocrático e ineficiente; el extractivismo depredador e improductivo; el autoritarismo y la ausencia de institucionalidad y estado de derecho. Ese lastre se mantiene pese a distintos esfuerzos gubernamentales que solo produjeron avances transitorios. La insatisfacción histórica de nuestra sociedad, con los magros resultados de todos los gobiernos de este tiempo democrático, está a la base de las sucesivas crisis. La demanda recurrente de nuestra colectividad de mejores gobernantes, ha marcado no solo la tensión entre estado y sociedad, sino que ha visibilizado el agotamiento de ciclos estatales que no resolvieron los problemas. Primero fue el agotamiento tardío del “estado del 52” que diluyó a la UDP y a esa gran acumulación democrática antidictatorial. El modelo neoliberal, el de mayor alcance temporal, también se mostró vacío e incapaz de promover productividad, equidad y desarrollo después de 20 años de libre mercado, de inversión extranjera y de privatización. Por eso la acumulación y las esperanzas se trasladaron al MAS que, desde el 2006, encabezó otra propuesta estatal que devino en el populismo autoritario, que enfangó las propuestas de inclusión indígena, desarrollo productivo sostenible y descentralización plena.

2. Agenda democrática pendiente.

La agenda democrática, amén de los problemas centenarios irresueltos, tiene entre sus desafíos principales la impunidad autoritaria de casi todos los gobiernos, la corrupción extendida en casi todas las administraciones, el autoritarismo ejercido desde casi todas las estructuras de poder, la violencia como forma de solución de los conflictos, el machismo y la misoginia como comportamiento público y privado generalizado, y la ausencia casi absoluta de una administración de Justicia idónea e independiente. Hoy requerimos un gran pacto por la ética política, la tolerancia democrática, la sanción de los actos gubernamentales delictivos, la eliminación de la violencia en nuestras relaciones familiares y sociales y la profunda reforma del sistema de justicia.

3. El desafío de la Renovación

Los nuevos liderazgos no serán tales sino son portadores de una renovada visión de país que, recogiendo todo lo avanzado en este largo tiempo democrático, proyecte en el inmediato futuro un periodo de transición capaz de rematar en una propuesta estatal verdaderamente integral y de aliento histórico. Ese periodo de transición, eliminando el autoritarismo, debe acabar con las falsas dicotomías: debe integrar los valores de la República con los del Estado Plurinacional para tener inclusión y libertad; debe articular la acción del estado con el mercado y la iniciativa privada para tener desarrollo productivo; debe impedir que las aun necesarias actividades extractivas para la exportación minera y agroindustrial destruyan la naturaleza y el medio ambiente; que la estabilidad macroeconómica y fiscal no sea una limitante para la redistribución del ingreso y la eliminación de la pobreza.

Hoy no es posible una visión positiva de nuestra Democracia si no tenemos claridad sobre esos desafíos, para asumirlos con el valor y la entereza de los caídos.

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