31 de diciembre de 2023, 8:40 AM
31 de diciembre de 2023, 8:40 AM

Vamos cerrando un año belicoso e intrascendente, en términos políticos. Un periodo marcado por un imprudente como adelantado juego y fuego pre electoral. El principal foco de disputa está vinculado con reyertas entre bandos del partido gobernante (MAS) que pasó de los inofensivos sillazos a la medición de fuerzas (congreso versus cabildo), la división cupular y cortesana entre evistas y arcistas, que desembocó en agresivas acciones judiciales, mediáticas o movilizaciones. Todo ese maremágnum ha provocado un impacto dañino sobre los órganos, entidades estatales y de la población que en su mayoría no tiene vela en ese entierro..

La disputa ingresará en este 2024 a su fase más encendida y en los siguientes meses se tendrá que dilucidar sobre quien es el candidato habilitado para alzar el puño y aparecer en la papeleta electoral 2025, con los colores de franjas azules, blancas, negras. Esta situación se definirá al calor de la hoguera encendida por el mismo MAS.

Pero eso no es todo. Parecería que se han ensañado, endosando para el 2024, actos estatales de difícil resolución. En primera instancia, se tendría que resolver la crisis del sistema judicial, determinando fecha y modalidad de elecciones, algo que parece improbable si consideramos que llegamos a esta situación luego de entuertos, maniobras y desacuerdos que derivaron en la cuestionada resolución de auto prorroga, en que incurrió el propio guardián de la CPE.

Por otro lado, el día del mar (23 de marzo) marcharemos al censo de población más esperado de la historia y hecho aún a la usanza del siglo pasado. Es decir, a puro papel, cañemo y escaso acceso a la información. Los resultados y aplicación posterior agendada para septiembre del 2024, encontraran a muchas entidades y actores políticos, atrincherados en sus posiciones. infundiendo o miedo o triunfalismo, antes que lecturas mesuradas de los resultados y la realidad que dibuje el censo. Ni que se diga cuando se comience a definir la nueva distribución de recursos, el pacto fiscal o la asignación de escaños parlamentarios de acuerdo a la población de cada departamento. Como se dice en el oriente, abundaran los calientas opas o los que se calientan como opas. Lo firmo.

El 2024 es de por sí año caliente por ser año pre electoral. Ese es otro aditamento de la hoguera. Acorde con nuestra florida cultura política, es de presagiar que los adjetivos calentaran el ambiente y atomizaran aún más las fragmentadas estructuras políticas (MAS. Comunidad Ciudadana, Creemos y otritas) que hasta la fecha no han logrado construir un relato y proyecto alternativo que vaya más allá del achacoso antimasismo.

De yapa, el microclima económico (decrecimiento de las reservas, deuda, disminución de las exportaciones, escases de dólares, etc) tienden a generar en la población una sensación de pesimismo e incertidumbre. En el caso de la población rural se siente agobiada por la falta de lluvias, los peligros para la siembra o cosecha o los daños ambientales que también generan sensación de vulnerabilidad, al no surgir respuestas oportunas desde la política. La frase de los empresarios que sentencia “la política se come la gestión” es magistral y refleja el tiempo y energía que se pierden, en frivolidades.

Un par de datos de un estudio bajo la metodología Delphi, difundido en este último mes del año y que me parecen importantes de compartir y conectar con el escenario descrito. El primero tiene relación con la sensación sobre la situación política del país para los próximos doce meses. La gran mayoría de los encuestados, afectados por el pesimismo, consideran que la situación política del país, empeorará algo (44%) o empeorará mucho (24%). Son pocos los que ven luz al final del túnel y creen que mejorara (9%). Complicado.

El mismo estudio, mide los niveles de aprobación y percepción sobre autoridades y líderes políticos. Similar a encuestas que han circulado, las respuestas reflejan un evidente desencanto y muy baja aprobación con relación a autoridades y líderes políticos. Marcan una leve diferencia Andronico Rodríguez en la categoría autoridades, y Vicente Cuellar como líder político que concentran una leve mejor imagen, contrastada con los demás.

El pesimismo y la baja aprobación, reflejan nítidamente que el problema mayor de los bolivianos en esta época, es que fallan las elites que deben hacer funcionar la alta política, vinculada con entendimientos y concertación. El investigador británico Arnold J. Toynbee, plantea que la decadencia no se produce por ataques exteriores, sino que proviene del deterioro de la «minoría creativa» léase dirigentes de una sociedad, que dejan de ser creativa para constituirse en «minoría dominante» y que fallan al enfrentarse a los retos a los que no saben hacer frente por no haber desarrollado habilidades democráticas.

En mi percepción, el problema más serio de la actualidad es que atravesamos una crisis profunda de las dirigencias políticas, denominadas en algunas latitudes como elites. En el caso de nuestro país, han perdido el rumbo, han caído en el camino fácil del culto a la personalidad, la diatriba, la polarización, la falta de autocrítica, optado por la bullanguería, el tictoquerío, eludiendo su principal función que es resolver mediante dialogo y acuerdos los problemas de una sociedad. Presos de su trivialidad están dispuestos a instrumentalizar los problemas de la política, del sistema judicial, escases del agua, los incendios, la crisis ambiental, el narcotráfico etc. etc.

En fin, el 2024 hay que estar alertas, intentaran banalizar todo lo que tengan a mano para intensificar sus disputas intestinas, e indolentemente hacernos caminar sobre brasas ardientes, tal cual si fuéramos sus enemigos o ellos nuestros verdugos.



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