Opinión

A 12 días del voto, ¿renovación y gobernabilidad en segunda vuelta?

6 de octubre de 2020, 5:00 AM
6 de octubre de 2020, 5:00 AM

A dos semanas de las urnas dos factores, que no son los “debates”, están empezando a modificar el escenario y a disipar algunas dudas: la declinación de la presidenta Añez, el “factor Jeanine”, y una reactivada radicalidad masista, el “factor temor”.

El primero ha merecido una medición en una encuesta última que da cuenta de la previsible transferencia de electores dentro del “bloque democrático”; y si bien los números tienen solo la dimensión del caudal ya reducido que tenía Juntos, no dejan de modificar algunos escenarios, sobre todo el de Comunidad Ciudadana, que ahora aparece ganando en Tarija y Beni. Camacho se afianza en Santa Cruz, pero a nivel nacional está aún muy lejos de disputarle a Carlos Mesa el segundo lugar. Sí, el voto beniano y tarijeño de Jeanine ha favorecido más a Mesa.

Lo que no se ha producido con la declinatoria presidencial, es la atracción de los votos indecisos y dispersos. El sondeo da cuenta que entre indecisos, blancos, nulos y “secretos” hacen casi el 28% de electores no medibles a solo 2 semanas del acto electoral, fenómeno inusual solo explicable por la tibieza de los liderazgos que, pese a la polarización, no logran calentar los ánimos de casi nadie.

El MAS también sube pero poco y podría estar tocando su techo electoral, comprensible por el vaciamiento de un proyecto agotado por el autoritarismo y la corrupción que no han merecido atisbo de autocrítica y menos de renovación.

Y acá surge el “factor temor” generado por amenazas radicales del masismo de retomar las calles, “si los resultados no coinciden con las encuestas”, o porque estaría en marcha un “fraude”. Con ello la dirigencia masista puede estar poniéndose un anticipado taparrabos para cubrir su desnudez electoral minoritaria, o puede estar intentando recuperar a algunos desengañados e indecisos. Pero el efecto será más bien un culatazo, porque el primer impacto es el reforzamiento del voto anti-MAS ante el previsible retorno no solo de las confrontaciones de noviembre y de agosto, sino de la intolerancia, del abuso de la calle y del hegemonismo que se hicieron insoportables después de 14 años. Ese es el “factor temor” que los radicales del MAS están reactivando, haciendo inaudibles ciertas voces críticas como la de Choquehuanca que, como buen calculador andino, leyendo en las arrugas y en las piedras las carencias de Arce y avizorando su derrota, está más interesado en posicionarse no hoy, sino en el escenario próximo.

Ambos factores, Jeanine y el temor, han alejado bastante la posibilidad del triunfo en primera vuelta de los votos válidos del MAS, y podrían hacer irreversible la segunda vuelta. Camacho está a la mitad del caudal de Mesa sin poder remontar su límite territorial y Mesa para superar al MAS hasta ahora no quiere o no puede romper sus límites sociales.

Las estrategias electorales defectuosas de ambos, prisioneros de sus burbujas regionales o clasistas, se entienden mejor cuando a ambos, en los “debates” aburridos que han proliferado y que apenas reforzarán a los convencidos, se los ve carentes de una propuesta de mayor calado estatal capaz de trascender las buenas intenciones, y que se resumen, en un caso, en una propuesta progresista pero de muy corto plazo y en el otro en una preliminar visión conservadora de replicar el “modelo cruceño” en el conjunto del país.

Eso es lo que tenemos a solo 12 días, y una consolidación positiva de las tendencias ya marcadas dependerá de otros dos factores: el institucional donde el rol del Gobierno transitorio (libre ya de lastres electorales, pero todavía preso de irregularidades) y del Tribunal Supremo Electoral son esenciales para la transparencia de los comicios y para el mantenimiento del orden público. Y, sin duda, el factor social, el de los electores que debemos concurrir masivamente a las urnas, sin olvidar los recaudos que obliga la pandemia pero con la idea firme de cerrar la transición electoral, y abrir un camino más visible de renovación gubernamental y de gobernabilidad democrática para, a partir de ello, esperar mayor talla y compromiso de quienes, por nuestro voto, de candidatos se transformarán en gobernantes y ojalá en conductores.



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