Opinión

¿A dónde hemos llegado?

24 de agosto de 2020, 4:00 AM
24 de agosto de 2020, 4:00 AM

Se puede entender que se cambie la vida de una nación en más de una década, se puede entender que la gente pudiera aceptar cambios, imposiciones y otras barbaridades por temor, por comodidad, por acostumbramiento o por el conocido nomeimportismo; pero de que todo tiene límite es una verdad irrefutable y llega el momento en que la gente diga basta y se procure un cambio, que generalmente debiera ser radical. 

El llamado proceso de cambio, durante sus catorce años de detentar el poder sin límites, desconociendo a diario el estado de Derecho, imponiendo actos propios de la barbarie con la justificación de que sean los abogados que los arreglen, es decir que vuelvan legal lo ilegal y delincuencial.

El pueblo boliviano, una vez más salió a las calles y en una inédita revolución llamada de “las pititas”, sin ningún tipo de violencia, menos ataques personales que produjeran daños, simplemente con su presencia en las rotondas y calles de todas las ciudades del país, se consiguió sacar del palacio a un personaje tiránico y engreído que gobernaba a voluntad y con la permanente genuflexión de quienes lo rodeaban y aseguraban su permanencia en el gobierno.

Como era un movimiento ciudadano total, serio y responsable, el cambio se lo hizo, en lugar de asegurarse a bala, con las normas constitucionales vigentes y ante el desparramo general de todos quienes habían usufructuado sin limites el poder y sus canonjías (presumo que siguen disfrutando las mieles de lo obtenido), asumió con toda la esperanza del pueblo boliviano, la segunda vicepresidente del Senado, poco conocida porque nunca tuvo relevancia en su actividad parlamentaria, y es más ni siquiera fue considerada en su partido para ser candidata en las fraudulentas elecciones de octubre, pero todo el pueblo tenía fe, confianza y esperanza de que Bolivia reasumía su camino de construcción y de futuro.

Como si se tratase de un capítulo de una novela de terror, pasamos las páginas de la vida del país, y ahora, no nos encontramos en el lugar que pensábamos después del desgobierno de 14 años, en una situación de poder mirar el futuro con esperanza, con la seguridad de que pasaría muchísimo tiempo hasta que volvamos a caer en situaciones como las recién superadas con el movimiento de las pititas. 

Por la incapacidad e ineptitud de los gobernantes que no hicieron lo que tenían que hacer, que era simplemente gobernar, porque gobernar significa hacer cumplir la ley, castigar a los que cometieron delitos; es decir, actuar con autoridad, torcieron la voluntad el pueblo boliviano, para dedicarse a la política y procurar prorrogarse mediante candidaturas electorales, dejando en la estacada a millones de personas que estuvieron en las calles en la revolución de las pititas, permitiendo que todo el aparato construido por el proceso de cambio, se mantuviera intacto y que siguieran con sus acostumbradas actitudes negativas de destrozar el estado de Derecho. En lugar de castigar esos actos delincuenciales, mantuvieron un silencio y una pasividad que se mostró en su verdadera expresión con las muertes de aquellos a quienes los enemigos del pueblo, no dejaron les llegue oxígeno para salvar sus vidas, para mencionar solo un tremendo hecho con la complicidad pasiva de un inepto gobierno.

¿A dónde hemos llegado y como la ineptitud y los intereses personales pueden destruir los anhelos y sueños de un pueblo que quiere vivir y trabajar en paz?



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