9 de septiembre de 2022, 4:00 AM
9 de septiembre de 2022, 4:00 AM

La muerte de la reina Isabel II de Inglaterra a los 96 años de edad ha conmovido al mundo, a propios y extraños, en Oriente y Occidente, Norte y Sur, porque su figura trascendió las diferencias, quizá por las siete décadas que le tocó reinar, quizá porque viajó prácticamente por todo el mundo llevando la amistad británica a las naciones, quizá por la manera como condujo su alta responsabilidad, aquella que le tocó asumir a los 25 años, cuando nada de eso estaba en sus planes.

Hasta los propios periodistas de la BBC ayer salieron de luto en la pantalla de la televisión para anunciar la partida de su reina. Apenas instantes después el mundo entero lo supo y líderes de todas las naciones hicieron públicas sus expresiones de pesar, condolencia y de valoraciones, como la del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien declaró a su país de luto y dijo que la reina Isabel era una de sus personas favoritas en el mundo. ‘Ella era atenta, sabia, curiosa, práctica, divertida y mucho más’, declaraba emocionado el primer ministro de un país que constitucionalmente era gobernado directamente por la reina Isabel II, igual que Australia y Nueva Zelanda.

La reina ha muerto en Balmoral, en paz y rodeada de su familia, decía un escueto y sobrio comunicado de la realeza la tarde del jueves en su residencia de verano, el castillo de Aberdeenshire, Escocia, adonde los hijos y nietos de Isabel llegaron de emergencia tras el llamado de los médicos, quienes alertaron que el estado de salud de la monarca era muy delicado.

En Londres, ni la lluvia detuvo a miles de personas que quisieron llegar hasta las puertas del Palacio de Buckingham, para dejar un ramo de flores o simplemente llevar hasta allí su pesar y conmoción.

Con ella se fue un gran símbolo de la realeza, pero principalmente una figura que supo lidiar con los dramáticos cambios de un mundo turbulento que en estos 70 años se transformó radicalmente, que supo tener la templanza y el aplomo necesarios para conducir al Reino Unido al privilegiado lugar que hoy tiene en el planeta, como una de sus democracias más consolidadas.

A ella le tocó recibir a 16 primeros ministros del Reino Unido, conoció a 14 presidentes de Estados Unidos, a siete papas y a centenares de mandatarios de todo el mundo.

La manera como llegó al trono es toda una leyenda global: La joven Elizabeth Alexandra Mary Windsor era la hija mayor de Alberto, duque de York, y Elizabeth Bowes-Lyon. Su padre era el segundo hijo del rey Jorge y no estaba, por tanto, en la línea de sucesión para convertirse en reina. El heredero natural del trono era su tío David, quien llegó al trono en 1936 al morir el rey Jorge V.

Pero David, que eligió el nombre de Rey Eduardo VIII, se casó con una mujer divorciada, la estadounidense Wallis Simpson, lo cual por aquellos años era inaceptable para la monarquía por razones religiosas y políticas.

Ese mismo año, Eduardo VIII tuvo que abdicar en favor de su hermano Alberto, padre de Isabel, que gobernó desde 1936 hasta 1952. Cuando su padre murió, Isabel se encontraba en la selva de Kenia. Hasta allí le llegó la noticia y desde ese instante se convirtió en la reina que no dejaría el trono hasta este histórico 8 de septiembre de 2022.

Dicen que el célebre Winston Churchill dijo de ella, incluso antes de ser primer ministro, que de pequeña Isabel tenía ‘un aire de autoridad y reflexión asombrosos para una chiquilla tan pequeña. Y no se equivocó. Quizá también por eso el mundo ha hecho silencio ayer por la partida de la reina de Gran Bretaña, Irlanda y los Dominios británicos más allá de los mares, defensora de la fe.

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