9 de febrero de 2023, 4:00 AM
9 de febrero de 2023, 4:00 AM


Comienzo agradeciéndole por llamarme “señor Toro” porque a mí también me causa urticaria el uso acartonado de los títulos académicos, como si de condecoraciones se tratase.

Ha escrito usted, señor Carlos Echazú, un extenso artículo en el que están no solo sus argumentos, sino sus cuestionamientos sobre la interpretación jurídica de un golpe de Estado, tan largo que era el doble del mío, en extensión, y no sé qué hicieron los diarios físicos que lo publicaron en sus ediciones físicas para otorgarle su réplica, pese al inconveniente del espacio. Por ello, agradezco a los que se tomaron la molestia.

En su artículo, titulado “Respuesta a Toro sobre debate del golpe” hace usted un total de 16 preguntas respecto a los sucesos de noviembre de 2019 y 12 de ellas están dirigidas a mí. ¿Por qué? Yo no fui parte de ellos. Al igual que la gran mayoría de mis colegas, yo no estuve ahí. Fui testigo presencial en algunos, pero, en otros, no pude hacerlo porque, sencillamente, ocurrieron en un lugar distinto a mi ciudad de residencia, que es Potosí. Si va a intentar enrostrarme con las acciones grupales de las turbas que asaltaron las casas de los hermanos Borda y César Navarro, también se equivoca porque, cuando los periodistas de El Potosí reportaron lo que estaba ocurriendo, también dijeron que la gente se había desbocado y, en esos lugares y momentos, no estaba permitiendo el trabajo de la prensa, así que resolvimos replegarnos, a la espera de los reportes oficiales de la Policía y el Ministerio Público.

Entonces, el problema de fondo es que usted, señor Echazú, confunde la función de testigo, que suele tener el periodista, o su papel de transmisor de hechos, con el de protagonista. No es así. El periodista cuenta los hechos y no forma parte de ellos. Ahora bien… que los cuente bajo su propia perspectiva es inevitable, porque el periodista es un ser humano, y, por tanto, su enfoque nunca será imparcial. Y eso es algo que usted debería comprender, como cientista político. En mi caso, pues usted me alude directamente, yo nunca me mostré como “imparcial”, sino que me esforcé, como me sigo esforzando, en ser equilibrado; es decir, en consultar y darles voz a todos los involucrados en un hecho. Entonces, yo no uso máscaras, por lo que no necesito sacármelas. El enfoque de su admirado López Obrador tiene que aplicarse en otro contexto.

Dice usted que quienes cuestionamos el rótulo de “golpe de Estado” para los sucesos de octubre/noviembre de 2019 nos parcializamos y remata diciendo que “es lo que siempre han hecho los acólitos del poder blanco en una sociedad colonizada”, pero no toma en cuenta, porque usted tampoco usa contextos, que yo ni soy blanco ni jamás me puse al servicio de poder alguno. Es más, el libro que presenté esta semana es crítico en ese sentido, desde su título, Literatura y coloniaje.

Quiere justificar el uso del rótulo de “golpe de Estado” mentando los sucesos de 1979, que llevaron a Natusch al poder, y me motiva a investigarlos con mayor detalle, pero no me convence. Bajo el enfoque masista, los sucesos de 2019 fueron “golpe”; entonces, los de 2003, que llevaron a la renuncia a Sánchez de Lozada, también lo fueron.

Deje de confundirse, señor Echazú, ni mis colegas que no se rindieron al poder y presiones del MAS, ni yo, somos voceros de la famélica oposición. Tampoco somos opositores. Que no seamos amiguitos del poder no nos convierte en sus enemigos. Deje de preguntarnos cosas a nosotros.

Yo fui crítico del poder desde que me inicié en el periodismo, en el último Gobierno de Paz Estenssoro. Para mí, y para los potosinos, el régimen de Áñez fue perjudicial. Eso no me hace opositor.

Lo que cuestiono es que el MAS use su poder para imponer su narrativa ya no solo a los ciudadanos, sino a los estudiantes, mediante textos que introducen su visión de los hechos. Eso no solo es “anti-historicista”, porque se debe esperar por lo menos 30 años para empezar a interpretar un hecho del pasado, sino también un abuso incalificable.

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