Opinión

Algunas consideraciones sobre la guerra sucia

11 de junio de 2021, 5:00 AM
11 de junio de 2021, 5:00 AM

Es difícil ponerle fecha de inicio a la guerra sucia y más difícil aun ponerle fecha de caducidad, pero se puede afirmar con certeza que se le augura un gran porvenir por la razón que la ejercen muchos y la padecemos los bolivianos en cada campaña electoral, segundas vueltas incluidas. Y como la guerra sucia no tiene reglas fijas esta puede continuar libremente sin necesidad de que existan procesos electorales en curso. El caso del señor Evo Morales es un ejemplo palmario puesto que está enfrascado en una guerra sucia particular cuando ya pasó el tiempo de campaña, y la emprende contra Santa Cruz donde la oposición hacia su persona es casi generalizada, se dice “casi” porque es innegable que el ‘jefazo’ posee un caudal electoral que tiende a crecer, cosa que causa preocupación en el seno de la élite cruceña por la competencia que le pudiera hacer en el futuro.

Como la guerra sucia no se circunscribe al ámbito de los politiqueros, también ha comenzado a practicarse dentro de instituciones corporativistas como las empresariales, deportivas, culturales y otras donde antes el relevo de dirigentes eran fiestas “fraternales” que terminaban en salteñadas y churrascos. Hoy acaban en insultos y trifulcas que provocan vergüenza ajena. Con tales antecedentes no sería aventurado suponer que en cualquier momento podría adquirir rango de institución, para ello, solo haría falta que la Asamblea Legislativa asuma la iniciativa de establecer, con dispensación de votos, un día especial para conmemorar la guerra sucia. ¿Sería un despropósito, verdad? Pero de despropósitos antes que de aciertos está saturada la historia parlamentaria nuestra, gracias a que la mediocracia es mayoría y se impone sobre la excelencia. Con sobrada razón se suele decir que la política es la única profesión para la que no se necesita preparación alguna.

Pero ¿en qué consiste la guerra sucia? A grosso modo consiste en levantar falsos contra el adversario circunstancial, en inventarle negativos o en magnificar faltas leves en las que hubiera incurrido y que nadie conocía, o también en atribuirle hechos de corrupción pública o privada sin ningún indicio probatorio, y otros cargos que omitimos citar porque duele el oído mencionar tanta vulgaridad, y todo con la finalidad de hacer que pierda puntos en la preferencia electoral. Claro que a veces se devuelve gentilezas y entonces la guerra sucia pasa a considerarse de ida y vuelta. Pero ocurre la paradoja que mientras más se enloda al adversario, este sube en las encuestas y acaba sentado en el trono del poder.

La guerra sucia utiliza escenarios diferentes para manifestarse y lo hace a través de entrevistas radiales y televisivas, propagandas ofensivas en pancartas, murales, comunicados, folleterías, la prensa politizada que contribuye con lo suyo, pero las redes sociales es el escenario ideal donde todo está permitido, incluso mentarle la madre al adversario. Pero ¿cuándo comenzó la guerra sucia? Contra lo que pudiera creerse no la inventaron los caudillos bárbaros, tampoco los ilustrados, y mucho menos los conservadores y liberales que eran como el anverso y reverso de la misma moneda, parafraseando al escritor García Márquez, diremos que “la única diferencia entre conservadores y liberales era que unos iban a misa de siete y otros a misa de ocho”.

Un antecedente de guerra sucia, han sido las acefalías o vacíos de poder creados artificiosamente para ingresar al poder por la puerta trasera como aconteció al momento en que agonizaba el presidente Busch que los golpistas aprovecharon para saltarse la sucesión del vicepresidente Baldivieso y posesionar arbitrariamente al general Quintanilla. Cualquier semejanza con la forma como accedió al poder el régimen anterior, es mera coincidencia. En suma: solo queda atribuir al MNR la autoría de la guerra sucia con su voto universal que reconoció derechos de ciudadanía a la masa campesina y a los obreros analfabetos y sin renta alguna, que no fue del agrado de la oligarquía minera y feudal que accedía y turnaba en el usufructo del poder gracias al voto calificado por ella inventado. “¡Se subieron los burros al corredor!”, exclamaron al conocer el decreto correspondiente.

La guerra sucia fue adquiriendo musculatura durante las elecciones de 1979 y estuvo a cargo de la UDP, MNR Alianza, ADN, APIN y otras fórmulas que se dedicaron a sacarse la mugre mutuamente. La única candidatura limpia que no hizo alusiones personales fue la de Marcelo Quiroga Santa Cruz, que se limitó a denunciar actos de corrupción y proponer que se “nacionalice el Gobierno”, que era mucho pedir y por eso lo hicieron desaparecer. La brevedad nos hace saltar a nuestros días donde vemos que la guerra sucia “brilla” con todo su esplendor con la insurgencia del “masismo” que arrebata el poder a los partidos tradicionales por la vía democrática. Y esta vez no son los burros sino los macacos quienes se suben al corredor, veremos hasta cuándo.

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