25 de mayo de 2023, 4:00 AM
25 de mayo de 2023, 4:00 AM

Vergonzosa fue la sesión de la Asamblea Legislativa en la que se interpeló al ministro de Gobierno, Carlos Eduardo Del Castillo. La beligerancia estuvo instalada desde el inicio y los ataques fueron cruzados, o sea que no puede hablarse de víctimas, sino de políticos enfrentados de manera irreconciliable.

La interpelación fue planteada para que el ministro responda por el operativo en el que se detuvo al gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, el 28 de diciembre pasado. En aquel momento se registró un uso excesivo de la fuerza y una reacción estatal contra las protestas ciudadanas por el hecho. Del Castillo demoró en responder sobre estos cuestionamientos. En cambio, abundó en la teoría del golpe de estado en 2019, mientras aludía con críticas a los opositores de Creemos.

Más adelante justificó el operativo y sentenció a Luis Fernando Camacho, quien está detenido en el penal de Chonchocoro mientras avanza el proceso judicial.

La sesión fue muy tensa. Comenzó con gritos que se lanzaban oficialistas y opositores. Terminó con golpes y forcejeos entre legisladoras. Tal como ocurrió en una anterior interpelación por la detención de Jeanine Áñez. Carlos Eduardo Del Castillo no habló, sino que gritó mientras pretendía acallar las voces adversarias, unas veces con voz alta y otras muchas con alusiones personales a la oposición.

Ni el ministro fue prudente ni el auditorio escuchó en silencio lo que él tenía que responder. El resultado fue la violencia y la vergüenza en el Poder Legislativo de Bolivia. La sesión demoró seis horas y durante ese tiempo el ministro dijo lo que quiso, incluso aquello que no se le había preguntado, ante la mirada pasiva del vicepresidente David Choquehuanca. El resultado parecía cantado. El MAS unió fuerzas para avalar a Carlos Eduardo Del Castillo.

Lo que es muy lamentable es que sean las mismas autoridades nacionales: ministro y legisladores los que aticen la confrontación en Bolivia, en un asunto que tiene opiniones divididas. En el hemiciclo, los militantes del oficialismo encontraron la oportunidad para insistir en la versión del golpe y hacer a un lado el tema central: el uso excesivo de la fuerza en una aprehensión.

Mientras esto ocurría en la Asamblea Legislativa, el gobernador cruceño Luis Fernando Camacho comparecía en otra audiencia para demandar que se respete su derecho a la salud. Él tiene una enfermedad que le demanda el uso de medicamentos cada 21 días. En las últimas jornadas se conoció que no se respeta con puntualidad el uso de las medicinas y que la autoridad cruceña perdió 20 kilos en 5 meses (a razón de cuatro kilos cada mes), lo que pone en peligro su vida. Aun así, las condiciones no son mejores en su celda de Chonchocoro.

Cuando el presidente Luis Arce asumió la Presidencia habló de que se quería buscar justicia por los hechos de 2019 y no venganza. Sin embargo, la beligerancia y la violencia que se desatan son señales de que en el tema ‘fraude versus golpe’ hay mucho rencor y confrontación. Debería ser tarea del Gobierno la pacificación de Bolivia; en cambio, el martes se vio a un ministro de Gobierno cargado de agresividad, al igual que a los legisladores, especialmente de Creemos.

Las heridas no pueden cicatrizar de esta manera, porque se las abre a través de discursos de odio y agresividad que no le hace nada bien a Bolivia.

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