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28 de junio de 2024, 4:00 AM
28 de junio de 2024, 4:00 AM


Bolivia se encuentra en un momento crucial, asediada por una profunda crisis económica que se ve agravada por la reciente inestabilidad política. Un panorama desalentador que contrasta con la bonanza económica de la década pasada, cuando el país experimentó un "milagro económico" con un crecimiento anual superior al 4% y una notable reducción de la pobreza.

El golpe de timón ha sido abrupto. La caída en la producción de gas y el subsidio a los combustibles asestan un duro golpe a la economía boliviana, precipitándola a un abismo del que aún no logra salir. El presidente Luis Arce, quien fuera ministro de Economía durante el gobierno de Evo Morales, enfrenta ahora el desafío de sortear una escasez de divisas que ha llevado a las agencias de calificación crediticia a rebajar la deuda del país.

La situación se complica aún más por la tensa relación entre Arce y Morales, otrora aliados inseparables. Esta pugna política ha desviado la atención de los esfuerzos que deberían enfocarse en abordar la crisis económica. Las iniciativas de Arce para obtener financiamiento a través de deuda pública se han visto sistemáticamente frustradas por los aliados de Morales en el Legislativo, obstaculizando aún más las posibilidades de recuperación.

En este contexto de incertidumbre, el fallido asalto militar del pasado 26 de junio ha tenido un impacto inmediato en el mercado cambiario informal boliviano. La cotización del dólar estadounidense y del euro experimentaron un repunte en el ‘mercado negro’, reflejando la desconfianza y el temor de los agentes económicos ante la escalada de la tensión política.
Los comerciantes consultados expresan su preocupación, prefiriendo comprar dólares antes que venderlos ante la posibilidad de que la cotización continúe subiendo. Este comportamiento errático del mercado cambiario informal no solo afecta a la economía interna, sino que también genera repercusiones a nivel internacional.

Según el banco de inversión global BancTrust & Co., el fallido intento de golpe de Estado podría agravar aún más la precaria situación económica de Bolivia, amplificando la escasez de divisas que ya enfrenta el país. La crisis política y social desatada por este evento se suma a los problemas económicos estructurales que aquejan a la nación, como la reducción de ingresos por exportaciones de gas y los problemas climáticos que han encarecido los productos básicos.

Ante este panorama desalentador, la gestión económica del presidente Arce se ve seriamente comprometida. La inestabilidad política y la desconfianza en el sector empresarial dificultan la implementación de medidas efectivas para contener la crisis y retomar la senda del crecimiento. Las perspectivas económicas para Bolivia en el corto y mediano plazo se vislumbran sombrías, con un panorama incierto que exige soluciones urgentes y consensuadas para evitar un mayor deterioro de la situación.

Es imperativo que el Gobierno boliviano, junto a todos los sectores sociales y políticos, se unan en un esfuerzo conjunto para superar esta coyuntura crítica. La búsqueda de soluciones duraderas y sostenibles requiere de un diálogo abierto y constructivo que priorice el bienestar del pueblo boliviano y el desarrollo económico del país. Solo a través de la unidad y la cooperación será posible sortear las tormentas actuales y construir un futuro más próspero para Bolivia.

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