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28 de abril de 2022, 4:00 AM
28 de abril de 2022, 4:00 AM

Cuando se miran los bloqueos que se generan en todo nuestro territorio nacional, lo primero que se miden son las pérdidas económicas y la afectación en toda la cadena productiva.

Vemos los camiones paralizados y el drama de los choferes que tienen que sufrir un desgaste perjudicial; vemos también los productos perecederos que se pierden; vemos los sueños fallidos de Pymes que están emprendiendo con mucho esfuerzo, buscando alcanzar los mercados de exportación; vemos que los insumos médicos se quedan bloqueados y con ello aumentan los riesgos de pacientes que dependen de los mismos.

Por esta medida muchas veces en los mercados hay escasez de algunos productos y las amas de casa sufren tratando de cubrir la canasta familiar. Asimismo, el productor no recibe los insumos para seguir produciendo, o el comerciante tiene su carga paralizada en el camino y no puede cumplir con los compromisos contractuales con sus clientes…y el efecto en cadena sigue.

Pero una vez levantado el bloqueo, con la sensación que todo se normaliza, poco nos detenemos a ver las secuelas que estas medidas traen al país. Una de ellas, y la más peligrosa, es la reproducción del bloqueo como medida efectiva para lograr los objetivos de una comunidad o un grupo social que siente que no es atendido en sus demandas, sean justas o no. ¡Ese es el punto!

Muchos dirigentes sectoriales tienen insertado en su ADN que la mejor forma de solucionar los problemas de su grupo, gremio o comunidad, es generando problemas a los demás que no tienen nada que ver directamente con el conflicto. En resumen, todos los bolivianos somos rehenes permanentes de los bloqueos.

Esta práctica ha llegado a ser tan valorada que en algún caso los propios empresarios de medianas y pequeñas empresas han bloqueado para exigir, por ejemplo, que YPFB siga operando en su zona. Y esto llama la atención porque los que más reclaman por lo perjudicial de estas medidas son los empresarios, con lo cual a todas luces es un contrasentido que utilicen esta práctica. Por eso, reitero mi preocupación de que el bloqueo se convierta en la regla de oro, en la única medida de presión para solucionarlo todo.

Oswaldo Barriga, presidente de la Cámara de Exportadores de Santa Cruz (Cadex), planteó que los distintos niveles del Estado deberían activar sistemas de alerta para prevenir esta perjudicial medida de presión. Ello requerirá funcionarios idóneos y empáticos, que puedan prevenir y generar procesos de conciliación de intereses, para gestionar los conflictos y así desarticular los bloqueos que parecen haberse incrustado en la médula de los bolivianos. 

Se preguntarán… ¿por qué la necesidad de desarticularlo? En un país que se dice democrático, el valor explícito del sistema es el respeto entre los conciudadanos. Sustentado en el derecho a la protesta, que también lo establece el sistema, no se puede usar una herramienta tan nefasta que además de no respetar los derechos de las otras personas de transitar libremente, usa a los bolivianos afectados como rehenes virtuales para conseguir sus objetivos.

Con esta actitud no solo estamos bloqueando al país. Estamos bloqueando el desarrollo del país, el futuro de nuestros hijos y nietos de vivir en una nación que brinde mejores condiciones que las que tenemos actualmente.

Por otra parte, desde una mirada externa, estamos consolidando la imagen de que Bolivia es un país tranca. Nos llenamos la boca cuando hablamos de que somos un país estratégico por su ubicación geográfica en el centro de Sudamérica, puente entre el océano Pacífico y el Atlántico, pero ¿qué camión brasilero va a querer llevar carga al Pacífico, si constantemente va a verse afectado por bloqueos?

Por eso los proyectos de carreteras o trenes bioceánicos que evitan pasar por Bolivia, cobran mayor relevancia gracias a esta práctica abusiva y desgastante.

Lo realmente preocupante es que es una tendencia que se ha anclado en nuestra sociedad; y no estamos haciendo mucho para desterrarla. Es más, pareciera que la alimentamos constantemente. Y en la medida que los problemas socioeconómicos se profundicen, por la lenta reactivación de nuestra economía, los bloqueos se multiplicarán.

Ante esta realidad, es urgente que las autoridades implementen sistemas de alerta temprana, y que los ciudadanos busquen canalizar a través de otras vías sus demandas. Muchas veces los que están en protesta solo quieren ser escuchados, dejar de ser invisibles para las autoridades.

Tendremos otro país cuando instauremos, en vez del bloqueo, la cultura del diálogo, del respeto, de la tolerancia y de la verdadera gestión política, que implica atender, sin discriminación, a todos los bolivianos que tienen demandas insatisfechas. Mientras tanto, seguiremos siendo rehenes de los bloqueos.

No tranquemos el desarrollo del país, no rifemos el futuro de Bolivia. Dialoguemos, no bloqueemos.

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