Bolivia y su déficit fiscal: Una mirada crítica a la realidad económica
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Ruddy Sanguino
Uno de los indicadores más complejos de entender y delicado de tocar para un gobernante de un País es el déficit fiscal, y para que la población pueda entender con mayor facilidad este término, es necesario hacer referencia por separado a cada uno de los conceptos que lo conforman. El termino déficit hace referencia a la carencia de algo y en términos económicos está relacionado al mal aprovechamiento de los recursos de un Estado, es decir que los gastos realizados por el Gobierno son superiores a los ingresos generados en un periodo de 1 año. Con relación al término fiscal se refiere a las arcas del tesoro público, hace referencia al dinero recaudado por un país, por concepto de impuestos, regalías, tasas, patentes y sitiajes y otros.
Una vez comprendido ambos términos, el indicador de déficit fiscal es el resultado negativo de las cuentas del Estado, los gastos del Gobierno en General y las Empresas Públicas son superiores a los ingresos recaudados. La forma de financiar el déficit fiscal, para un Gobierno, es que en cada gestión se incrementen los impuestos o recurrir al endeudamiento interno, ya sea a través de los aportes de los trabajadores (ex-AFP´s), la emisión de billetes o la masa monetarias por otras vías por parte del Banco Central, también se puede recurrir al endeudamiento externo con préstamos de Organismos Internacionales o Países amigos, además de venta de bonos soberanos que hoy en día son muy pocos requeridos por la falta de confianza y la alta calificación de riesgo país que tiene Bolivia. Por ejemplo, la agencia Standard & Poor’s (S&P) Global Ratings ratificó la calificación crediticia soberana de Bolivia como negativa, CCC+/C, debido a su “débil capacidad para cumplir plenamente con sus compromisos de deuda en el largo plazo bajo un perfil externo frágil”.
En ese contexto es importante analizar los datos del déficit fiscal, los cuales muestran que por 12avo. año consecutivo Bolivia tendrá un resultado negativo, es decir incurrirá en déficit fiscal respecto al PIB para financiar todas las obligaciones del Gobierno. Para el año 2014 las cuentas negativas cerraron con un déficit de -3,4%, el 2015 con -6,9%, el 2016 fue -7,2%, el 2017 con -7,8%, el 2018 fue -8,1%, el 2019 con -7,2%, el 2020 fue -12,7%, el 2021 con -9,3%, el 2022 fue -7,1%, el 2023 con -10,8%, para el 2024 se tiene proyectado en el Presupuesto General del Estado (PGE) -7,8%, aunque se estima que el dato real supere lo proyectado, actualmente el Gobierno se encuentra elaborando el Presupuesto 2025 y como es acostumbrado proyectará un déficit de -8% (promedio de los 11 años anteriores).
Preocupan tres aspectos importantes al analizar estos datos, el primero es el incremento creciente y exponencial del déficit fiscal en el periodo 2014 – 2025 ocasionado por el incremento anual desmesurado de los gastos en salarios, bienes y servicios. El segundo elemento es la participación de las empresas públicas estratégicas en el déficit fiscal, que es de alrededor del 50%, es decir que la mitad del mal uso de los recursos públicos es explicado por este grupo de instituciones y que, en condiciones normales y racionales, cuando se tienen empresas insostenibles y deficitarias, las mismas deben ser reestructuradas, absorbidas por el sector privado o cerradas para no seguir desangrando las finanzas públicas del País.
Por último, el déficit fiscal consolidado de los últimos 12 años, en términos nominales ascenderían alrededor de $us. 44.700 millones de dólares que el Gobierno gastó más de lo que recaudó en ingresos, es decir que el Estado no pudo cumplir con todas sus obligaciones de pago que han sido comprometidos y que la economía ha retrocedido en 12 años, porque se consumió el tamaño del PIB actual (2024) en 12 años consecutivos de déficit fiscal.
De acuerdo a los argumentos del Gobierno, el déficit fiscal se genera para garantizar la inversión pública en el País, sin embargo, revisando los datos de ejecución presupuestaria se observa que la inversión se redujo desde el año 2020-2024 a la mitad de los que se encontraba el año 2016 y lo más preocupante de todo es que no se avizora ninguna nueva fuente de ingreso generada por las inversiones ejecutadas por el Gobierno, es decir que han sido realmente improductivas.
Es importante aclarar que déficit fiscal y deuda pública no son la misma cosa, van de la mano ya que el déficit fiscal es financiado por la deuda pública, además que son 2 indicadores que ayudan a evaluar la salud de las finanzas de un País.
A partir de estas definiciones y los datos del Gobierno se puede concluir que la economía Boliviana no goza de buena salud, y lo que se consideraba el año 2014 que se tenían síntomas de alguna enfermedad, hoy día se puede diagnosticar que Bolivia tiene un cáncer terminal sin esperanzas de encontrar alguna cura en el corto plazo, porque son 12 años consecutivos que se sufre del mismo mal, déficit fiscal, alto endeudamiento, deterioro de las reservas y que se viene agravando cada año más con la pérdida del poder adquisitivo, escases de divisas y falta de combustibles. Si ya sabemos cuál es la enfermedad, lo que se necesita es aplicar las medidas de políticas económicas para para salir de la crisis actual.