Problemas en la familia llevan a niños a abandonar sus hogares. La necesidad obliga a adultos y ancianos a pedir dinero en las calles. Hay adictos que viven de las monedas que reciben. Este es un problema que las autoridades no han podido atender hasta ahora

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6 de marzo de 2022, 4:00 AM
6 de marzo de 2022, 4:00 AM


La problemática de las personas en situación de calle no es nueva, pero se acentúo durante la pandemia debido a la crisis. Cada vez se ve a más gente, entre niños y adultos mayores, mendigando en las rotondas, calles y avenidas de la ciudad, empujadas también por el gran corazón solidario que identifica a los cruceños. 

Cada uno de ellos esconde una historia que los llevó a dejar sus hogares para sobrevivir en las calles, sin que se apliquen planes sostenibles para ayudarlos. 

Jesús Villarroel tiene 20 años y cada mañana sale a limpiar vidrios a la avenida Beni y tercer anillo. Se lo ve allí desde las 7:00 hasta que anochece. Perdió a su madre hace dos años debido al cáncer y quedaron cinco niños huérfanos y sin ningún tipo de ayuda. Jesús y su hermano mayor, de 24 años, tuvieron que hacerse cargo ellos, por lo deben salir a trabajar para llevar la comida a los niños que los esperan en un cuarto alquilado que los cobija a todos. 

Su hermano trabaja de albañil y juntos logran juntar Bs 300 para pagar el alquiler, además deben costear la comida y los otros gastos del hogar. Su hermana, de 18 años, es la que se encarga de cuidar a los más pequeños, que continúan en la escuela.

Jesús asegura que no puede conseguir un trabajo porque no tiene documentos y porque tampoco pudo seguir estudiando. Se dedica a limpiar vidrios y sueña con terminar el colegio y estudiar arquitectura, pero su situación solo le permite ayudar a sus hermanos menores.
En las calles cruceñas también hay personas que llegan a esta tierra buscando mejor vida, pero tropiezan con la falta de trabajo y terminan extendiendo la mano a la espera de algunos centavos.

Es el caso de un anciano que acostumbra a pedir limosna por la zona de la avenida Cristo Redentor y tercer anillo externo, junto a su hijo de 18 años. Llegó hace un par de años desde Puerto Quijarro. Ahora no tiene un techo donde dormir, por lo que cuando anochece busca un lugar en la acera y se acuesta. Cada mañana se levanta, a pesar del dolor en las piernas por las varices, para continuar con la rutina de pedir monedas en esta zona.

Inmigrantes
En los últimos años ha surgido un nuevo fenómeno: la llegada de inmigrantes venezolanos que abandonan su país debido a la situación de crisis que atraviesa.
Ellos se mueven en diferentes países de Latinoamérica y en Bolivia es común verlos mendigar en los semáforos. A muchos, según dicen, les cuesta conseguir trabajo por problemas con sus papeles.

Einderson (22) llegó a Santa Cruz hace cuatro meses con su esposa (20) y su hijo de siete años. Comenzó a trabajar en una construcción de la zona del Urubó, donde percibía un sueldo que variaba y así no podía mantener a su familia. 

Su esposa trabaja de mesera y Einderson cuida a su hijo, mientras pide ayuda en el semáforo del segundo anillo y avenida Alemania. Asegura le gustaría estudiar Ciencias Forenses o convertirse en Policía, pero le complican los costos para tramitar sus documentos y espera conseguir mejores días en tierra cruceña.

Adictos
En las calles también hay personas adictas a las drogas y aseguran que no tienen muchas alternativas de rehabilitación y que, mientras más tiempo pasan en esa condición, más se deteriora su salud y se acentúa su adicción. 

También hay niños atrapados en la droga y en el mundo de las calles. Antony tiene 13 años y lleva más de cinco años limpiando vidrios en el semáforo de la av. Santos Dumont y segundo anillo, junto a otros niños. Dejó de asistir a la escuela a los ocho años y desde entonces está en este semáforo. 

Indica que tiene una familia y una casa donde quedarse, pero solo va en algunas ocasiones y en otras, acude a los albergues. En los hogares pasa la noche, ayuda a limpiar y desayuna para después volver a la intersección del segundo anillo. 

Señala que no lo pueden retener porque la permanencia es voluntaria, por eso va solo cuando es necesario. Los demás niños que le acompañan tienen 11, 13, 16 y 18 años, además de un adulto que tiene un hijo. Todos duermen en la acera y cuando llueve se cobijan en una casa abandonada. 

Luego está la historia de Limberth, un exrecluso, que asegura que el consumo de drogas sacó lo peor de él. Estuvo cuatro años en Palmasola, pero antes de eso solía trabajar como chofer de un micro hasta que no pudo hacerlo debido a un accidente.
Con una infancia difícil, trabajó desde pequeño y no pudo estudiar, por lo que no sabe ni escribir su nombre. Ahora que tiene más de 30 años espera poder mudarse a Yacuiba con su esposa, donde su abuela tiene unos terrenos. 

Contó que las autoridades trataron de darle ayuda en algún momento y lo llevaron a Buena Vista para ser rehabilitado, pero él volvió a las calles.

No hay soluciones eficientes
Hasta el momento los planes que se han impulsado para acabar con esta problemática no han dado resultado y no han sido sostenidos. 

El coronel Juan Carlos Ramos, director municipal de Seguridad Ciudadana, indicó que en la anterior gestión municipal no hubo un trabajo sostenido porque no se conformó “un equipo multidisciplinario que trabaje con ellos para ponerlos nuevamente ante la sociedad”. 

Sin embargo, agregó que se están diseñando programas para reforzar las acciones en favor de los niños y personas con vulnerabilidad que viven en las calles.

Por su parte, Duberty Soleto, exdirector de Políticas Sociales de la Gobernación, explicó que la problemática de las personas en situación de calle es compleja, pues son diferentes los factores que los llevan a las calles.

En el caso de los niños, “la extrema pobreza, la disgregación familiar y la falta de protección de los padres los llevan a abandonar la casa. Al salir a la calle se encuentran con alguien que los induce para pedir monedas para sobrevivir y se terminan quedando ahí y después consumiendo drogas”, dice Soleto.
Señaló que dar monedas a los niños que están en calle los retiene porque consideran que están mejor que en sus hogares.

Hay transeúntes que ayudan con monedas a estas personas, pero otras creen que esto genera inseguridad y que es urgente que las autoridades apliquen políticas para sacarlo de las calles.