ES UN CAMPAMENTO DE PESCA DEPORTIVA CON 120 KMS. DE EXCLUSIVIDAD PARA LA PESCA DEPORTIVA

22 de agosto de 2021, 4:00 AM
22 de agosto de 2021, 4:00 AM

Es un campamento de pesca deportiva con 120 kilómetros de uso exclusivo de las aguas de los ríos Negro y San Simón en el Parque y Área Natural de Manejo Integrado Iténez en el departamento de Beni. Al estar prohibido por Ley sacarlos del lugar, los peces obtenidos tienen que ser devueltos al agua, a excepción del Paiche o Arapaima porque se trata de un depredador insaciable que desde hace años se ha convertido en seria amenaza para las especies más pequeñas en los cauces bolivianos, al igual que en Brasil y Perú.

Ejemplar. Una impresionante imagen de la Payara que destaca entre una decena de especies.

Con la pasión a flor de piel y el pecho henchido de orgullo, Roberto Aponte habla de Caño Negro, el paradisiaco sitio bañado por las aguas del río homónimo en el corazón de la selva amazónica del Beni “donde duerme el temible caimán” como Pedrito, un saurio de más de cuatro metros de largo y que todas las noches aguarda paciente, cerca del atracadero, por los desechos que le obsequian los pescadores que regresan de su faena cotidiana. Y es que faltan palabras para describir la belleza natural del lugar.

Pascana. El reparador descanso después de una intensa
jornada de pesca.

Desde hace tres años y hasta 2026, Roberto tiene a su cargo, junto a su socio Andrés Petricevic, la concesión del exclusivo paraje que además de abundante y diversa variedad piscícola, registra la presencia de numerosas aves que incluso concitan la atención de investigadores ornitólogos. En las riberas donde reposan caimanes, lagartos, tortugas, nutrias de río y otras especies, tampoco es extraño observar a grandes tigres dormitando plácidamente bajo el sol en sus orillas o cruzando el cauce. Observando esos paisajes exuberantes, la capacidad de asombro de cualquier mortal queda ampliamente superada.


Confortable. Uno de los ambientes del campamento de Caño Negro.

La concesión es entregada y renovada cada cinco años por la comunidad de Versalles que recibe el pago de un alquiler por los concesionarios que además generan fuentes de empleo rotatorio en el campamento. Allí viven 37 familias de itonamas como Rosiny Rivero y su hija Yésica que son parte del bien entrenado y cordial personal que presta servicios en Caño Negro por el trimestre que dura la temporada pesquera. Desde y hacia aquella pequeña localidad únicamente se llega por agua. Pero la carretera a Bella Vista o Magdalena, las poblaciones benianas más cercanas, además de San Antonio, del otro lado de la frontera con Brasil, puede esperar indefinidamente. 


Atardecer. La puesta del Sol en Caño Negro es un espectáculo que asombra a quienes tienen la oportunidad de contemplarla.

Y es que en Versalles prefieren el aislamiento a la presencia de extraños que pudieran avasallar y explotar sus recursos maderables utilizados en la construcción de pequeñas embarcaciones, la castaña que es exportable y los peces que generan alimentos y la llegada de turistas. En el pequeño caserío funciona solo una escuela primaria con cuatro maestros y una enfermera tiene a su cargo la posta de salud aunque todos los pobladores fueron vacunados, entre los meses de abril y mayo con la segunda dosis contra el coronavirus. Los chicos que terminan el grado primario deben trasladarse a Bella Vista para estudiar la secundaria mientras que los enfermos que requieren mayor cuidado son llevados al lado brasileño donde se adquiere, además, el diésel que consume el generador que provee energía eléctrica apenas durante tres horas al día porque para la comunidad es elevado el costo de Bs 10 el litro del combustible que es transportado en barcazas por río.

Especie. El surubí es considerado un trofeo de la pesca deportiva

La única manera de llegar a Caño Negro desde Santa Cruz de la Sierra es por vía aérea. Desde Trinidad, la capital beniana, la navegación puede durar hasta una semana y es utilizada principalmente para el abastecimiento de víveres y combustible. Dos horas de vuelo desde El Trompillo dura el viaje y las empresas locales de aviación civil se encargan de llevar y traer a los pasajeros. En destino, las avionetas utilizan una bien mantenida pista de 800 metros de longitud. Porque no se admite ningún tipo de vehículo, desde ese punto los viajeros deben cubrir a pie el recorrido hasta el campamento dotado de unas confortables cabañas rústicas al igual que otros ambientes como la recepción, comedor, cocina y otras dependencias. La conexión vía satélite facilita las comunicaciones y un generador a diésel abastece energía eléctrica, cada día, hasta las 23 horas.

Todos los servicios son de primer nivel. Como los de un pentaestrellado hotel. De supervisarlos rigurosamente se encarga el administrador Guillermo ‘Memo’ Solares Aponte con su infaltable taza de café en la mano. “No hay palabras para describir la belleza de este lugar que es exclusivo y admiran propios y extraños”, sostiene Memo que recorrió mucho mundo antes de hacer escala en Caño Negro que mayormente es frecuentado por pescadores de Estados Unidos durante los tres meses, a partir de finales de julio, que abarca la temporada de pesca. El resto del año se respetan los periodos de veda para la reproducción de la enorme variedad piscícola mientras el personal se encarga de limpiar de árboles caídos, maleza y otros obstáculos el curso de los ríos Negro y San Simón para mantener su navegabilidad a lo largo de 120 kilómetros, antes de tocar el Iténez majestuoso.


Capacitados. Junto al administrador ‘Memo’ Solares,
el personal que atiende con esmero y dedicación a los
visitantes


Placentero. El recorrido en lanchas rápidas puede durar
hasta una hora al sitio elegido para pescar.

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