Opinión

cara a cara

4 de abril de 2021, 5:00 AM
4 de abril de 2021, 5:00 AM

_En las primeras horas del jueves 1 de abril desperté ansioso y, al igual que numerosos ciudadanos, tomé rumbo al Campus de la UAGRM sobre la avenida Germán Busch. Lo hice para recibir, según el cronograma del Ministerio de Salud, la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. Días antes, me había registrado en el sitio digital señalado al efecto. También cumplí el mismo trámite demandado anteriormente por el municipio local.

_Con mi ansiedad a cuestas llegué al centro de vacunación. Y es que hemos pasado a depender del pinchazo para no sucumbir ante la traicionera y letal infección, cada vez más extendida y menos controlada en el país. Pero grande fue mi sorpresa y desazón cuando en el acceso al lugar, un guardia de seguridad me informó apenas que no podría ser vacunado porque… ¡no había vacuna! y que, como si tal cosa, debía regresar el lunes 5 a intentarlo, siempre y cuando hasta entonces llegaran más inyectables y no me pegara el contagio en la puerta de casa por sacar la punta de la nariz...

_Mis desventuras no acabaron ese día porque, de casual manera, escuché al presidente Arce en la entrega de una fábrica de vidrio en el municipio de Zudáñez, Chuquisaca. Remató una pobre y repetida alocución machacando con que se ‘coordinará’ mejor la distribución y aplicación de vacunas en las regiones donde el masismo gane el balotaje del 11 de abril. Coincidentemente, Santa Cruz no está recibiendo las dosis suficientes. El chantaje vulgar con sello presidencial. Nada menos. Nuestra salud se volvió moneda de cambio de la politiquería. ¡Es mucha canallada!



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