Opinión
OPINIÓN
Cara a Cara
Es muy penoso salir de los límites de Santa Cruz de la Sierra y encontrar abundancia de quemas de pastizales, algunos de los cuales se salen de control por los vientos, y causan zozobra a vecinos y comunarios de alrededor. Por los efectos de la sequía, se teme que este año el fuego cobre fuerza y deje daños tan fuertes como en 2019. Al finalizar agosto ya se ha registrado un incendio de sexta generación (de rápida expansión y con llamas de 30 metros de alto) en la zona del Chaco. Por el mismo sector, ya son 28 días que arde el parque nacional Kaa Iya sin que lo puedan extinguir.
La pérdida de animales y vegetación es dramática. El fuego avanza con fuerza y devora todo a su paso. Además, amenaza a comunidades rurales que quedan atrapadas y que corren el riesgo de perder cultivos y pertenencias. Por eso no se logra comprender que el viceministro de Medio Ambiente, Magin Herrera, diga que se priorizará el agua para consumo humano y cultivos, desestimando que se acumule para sofocar incendios.
Sin duda, el agua es un líquido elemental e imprescindible para muchos usos. Lamentablemente, cuando se ha tenido una mala gestión ambiental en el país (durante éste y pasados gobiernos) no se puede sino atender las emergencias que son consecuencia de la falta de previsión para conservar los ecosistemas. Lo peor que puede ocurrir es que no haya agua para apagar el fuego, pero que a la vez se siga mirando a un costado frente a la contaminación de los ríos, las quemas indiscriminadas, los avasallamientos de tierras y todas las acciones que violan a la Madre Tierra.