Opinión
OPINIÓN
Cara a cara
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Una convulsión social es, según el Diccionario de la Lengua Española, la agitación violenta de grupos sociales o políticos que buscan o pretenden algo. Que se movilizan en acciones de presión contra las autoridades políticas o administrativas del Estado, en pos de un beneficio. Últimamente, los medios de comunicación han recogido abiertas amenazas públicas de ‘convulsionar’ el país, sin que se le mueva un pelo a nadie en la Casa Grande del Pueblo donde miran hacia otro lado cuando quienes sacan los pies del plato son afines al ‘instrumento político’.
Las amenazas son de montoneras vinculadas al oficialismo, en demanda de elecciones judiciales. Estas facciones se dicen del ‘ala evista’ que en el embarrado escenario político enseñan los dientes al ‘ala arcista’ que no se queda atrás devolviendo agravios. La ruptura ruidosa en la ‘hermandad masista’ por la angurria de poder y la conquista de espacios para seguir viviendo de la manga del Estado, parece no tener vuelta.
Incluso, el ‘hermano Lucho’ fue llamado ‘traidor’ en medio de la iracundia azul. Escudados en un ‘pacto de unidad del pueblo’ y en medio de carajazos advirtieron al jefe de Estado con que… ¡no se escape!, con organizar un bloqueo de caminos a escala nacional y con una marcha hacia La Paz, no precisamente para repartir besos y abrazos al paso. Transitando, como lo viene haciendo el masismo, por los senderos de la intolerancia, la violencia y del irrespeto, se degrada in extremis el ejercicio de la política. ¿Hasta cuándo aguantará el país viviendo en ascuas?