Cara a cara

Hoy, 4 de julio, la democracia más sólida y duradera de la historia moderna celebra su gesta libertaria en un ambiente enrarecido. Estados Unidos se encuentra en la disyuntiva de ser liderado por un expresidente acusado de múltiples delitos o por un presidente octogenario cuyas capacidades están siendo cuestionadas. Donald Trump ya socavó los cimientos de esa democracia cuando se negó a una transferencia pacífica del poder tras su derrota electoral. Por otro lado, Joe Biden, consciente de su desgaste, insiste en postularse nuevamente, creyendo ser el único capaz de vencer a Trump.

Dentro del Partido Demócrata, las voces que piden a Biden ceder su lugar a un candidato más joven se hacen cada vez más potentes. Sin embargo, también hay quienes lo apoyan fervientemente, desde su familia hasta la vicepresidenta Kamala Harris, quien sería la opción más lógica para reemplazarlo en caso de su retirada. Biden, un hombre decente, podría darse cuenta de que dar un paso al costado es lo mejor para su país. Este gesto contrastaría enormemente con la indecencia de Trump, quien no cesa en su intento de retomar el poder a través de mentiras y manipulación.

En las redes sociales, se percibe que muchos bolivianos apoyan al republicano Trump, considerándolo afín a la derecha, una corriente que está en auge en varios países. Sin embargo, en Estados Unidos, ni siquiera los demócratas pueden ser considerados de izquierda en el sentido tradicional. La dicotomía ideológica es secundaria en comparación con otros aspectos. Al final del día, una democracia sólida puede soportar muchas deficiencias humanas, pero no la decadencia moral de sus líderes.