Cara a cara
“El fuego nos venció, alzamos las manos”. Es la voz desesperada de los bomberos voluntarios de Providencia, en Alto Paragua. El trabajo de estas personas ha sido heroico hasta que el incendio superó su capacidad y las brechas que habían construido para proteger el área. Cuando quienes luchan contra las llamas se rinden, queda la sensación de que se trata de una guerra perdida. A un lado están los valientes que luchan contra el desastre, al otro están los irresponsables que siguen quemando y las autoridades que no hacen lo suficiente para impedirlo. Frente a esta dramática realidad está la impotencia de todos, porque ni la destrucción de los bosques, ni el sufrimiento de los animales ni el dolor de las comunidades ha sido suficiente para generar conciencia. Ante este crudo panorama, queda nomás la percepción de que hay acciones deliberadas por desmontar como sea, con el fin de repartir tierras, de lucrar con ellas o de ocupar geopolíticamente espacios vitales del oriente boliviano.
Masivas han sido las marchas en el país. Los frentes de conflicto se van sumando y no se está aplicando la prevención de los mismos. La tendencia es la politización de la realidad que encierra a todos en una sola bolsa, en la que prevalece el relato de que pretenden dañar al Gobierno por mezquinos intereses. Esta mirada niega que hay una realidad lacerante: la falta de dólares y de carburantes, el incremento de precios en el mercado. En la medida en que no haya un cambio de eje en la atención a los problemas, la situación tiende a convertirse en un diálogo de sordos en el que cada uno busca llevar agua a su molino, sin capacidad de abrir la mente. La clave debería ser ganar-ganar, pero lamentablemente ahora va por el perder-perder.