Opinión

Caraparicito, una historia para el futuro

8 de enero de 2021, 5:00 AM
8 de enero de 2021, 5:00 AM

Caraparicito es el testimonio de una historia que debe ser contada en perspectiva futura, es cómo la lucha por los territorios se proyecta a la construcción de una vida en libertad para los pueblos indígenas, es una historia de vida que da sentido a la vida que sigue.

Después de haber leído la nota publicada en EL DEBER (30.11.20), pensé que la nueva comunidad de Caraparicito, fundada sobre la hacienda de Ronald Larsen, personaje controversial que se sublevó junto a otros propietarios al proceso de saneamiento de tierras en la zona del Chaco en los aciagos años de 2006-2008, se había perdido. Como fui parte del proceso de liberación de las comunidades cautivas guaraní desde el acompañamiento a la Capitanía del Alto Parapetí y la APG en el Cejis, acepté la invitación del 6 de diciembre para que asista a la conmemoración del 10.° aniversario de la comunidad. Con la nota en la cabeza pensé encontrar un caserío abandonado, dominado por tiranos que, desde los otrora lujosos aposentos del antiguo patrón, dictarían las órdenes para los renovados esclavos, que la liberación en realidad se habría tratado de un engaño oenegero y que la historia se repetiría, como dice Marx, en forma de tragedia.

Grande fue mi sorpresa cuando arribé a Caraparicito, vuelto un pueblo receptor de las familias que huyeron de las haciendas vecinas, en un número que supera las 100 y que usan una infraestructura educativa envidiable donde ya sacaron sus primeras promociones de bachiller. A su lado se erige una de esas famosas ‘canchitas’ -con una utilidad aquí que debiera haberse visto ese día para entender el impacto de estas tan despreciadas obras del Gobierno de Evo Morales- buena parte de la vida comunal gira en torno a este centro deportivo.

La casa Larsen, puesta en la nota como el reflejo del fracaso de la intervención de la hacienda y la mentira de la esclavitud indígena, está lejos de los dos centros de salud, del colegio y la canchita, como si la intención de los comunarios fuera precisamente olvidar y mirar hacia la nueva historia que se está construyendo. Por el contrario, la hermosa iglesia de piedra construida con mano de obra indígena, sigue en pie y bien cuidada.

Lo que en 2010 era una hacienda hoy es un pueblo con todos sus servicios, habitada por familias guaraní, arrimadas u originarias de uno u otro lado, felices, con cientos de niños que hoy tienen un futuro. El pozo Incahuasi es siempre un testigo peligroso del crecimiento de este poblado, que es motivo permanente de preocupación por los riesgos que una operación extractiva de gas de grandes proporciones se mantenga al lado de un centro poblado.

Los informes del defensor del Pueblo, de la OIT, de Naciones Unidas, de la Cruz Roja suiza, de la CIDH, del Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas y de tantos organismos de tutela de los derechos humanos que daban cuenta de la servidumbre por deudas a las que estaban sometidas cientos de familias guaraní en la zona del Alto Parapetí, Ingre, Huacareta y otras zonas, es historia, gracias a un pueblo que creyó que el Yeyora era posible, Caraparicito es muestra de ello, es una historia para el futuro.



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