El poeta, novelista, periodista y activista mexicano reflexiona acerca del poeta en tiempos oscuros. El poeta que guarda la esperanza de que la noche no sea absoluta

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4 de enero de 2020, 3:00 AM
4 de enero de 2020, 3:00 AM

JAVIER SICILIA - ESCRITOR Y PERIODISTA /LA JORNADA

Vivimos un tiempo oscuro, un tiempo de tinieblas, de barbarie, un tiempo donde el sentido, que a lo largo de la tradición han detentado los poetas, ha quedado sumergido en la oscuridad y el caos. Aunque ellos continúan escribiendo, su decir ya no reúne, como en el mundo de la Antigüedad griega o en la Israel bíblica, a los seres humanos en torno al sentido en el que la vida de una comunidad se estructura. 

Esta época, que Hölderlin anunció en su elegía “Pan y vino”, es un tiempo tan indigente que, dice Heidegger al analizar el poema, ya no es capaz siquiera de sentir la ausencia del sentido como ausencia. En un tiempo así, Hölderlin hace una pregunta terrible, una pregunta que debe interpelar a los poetas: “¿Para qué poetas en tiempos de penuria?” ¿Para qué decir el sentido en la noche del tiempo?

Independientemente del silencio en el que Hölderlin se sumió hasta su muerte, cuatro años después de escribir la elegía –un silencio que habría que entender como una respuesta del poeta que, de cara al abismo, lo soporta en espera de ver emerger el sentido de su oscuridad más honda–, Hölderlin responde, inmediatamente después de la pregunta, por boca de su amigo el escritor Wilhelm Heinse, a quien está dedicada la elegía y dirigida la pregunta: “Pero [los poetas], me dices, son como los sagrados sacerdotes del dios del vino,/ que de tierra en tierra peregrinan en la noche sagrada”.

Imposibilitados para capturar el sentido en la noche del tiempo, los poetas perciben, en una especie de ebriedad, aún su huella, su rastro y, siguiéndolo, “señalan –según Heidegger– a sus hermanos mortales el camino hacia el cambio”, hacia la refundación del sentido.

No sé si el poema, en estos tiempos miserables, en los que la noche entrevista por Hölderlin se ha vuelto monstruosa, siga siendo el vehículo adecuado para señalar el camino. 

Pero es evidente que la función de los poetas –en la medida en que, en medio de la ebriedad en la que transitan en la noche del tiempo, aún perciben las huellas “del dios”, del daimon, de la musa, etcétera– es decir el sentido, balbucirlo. Con ello, los poetas no lo rehacen pero mantienen su presencia como huella, como trazo, como una pobre vela encendida en medio de la oscuridad y la intemperie, y preparan, como en la noche de Belén, un lugar para su morada. Sin eso las tinieblas serían absolutas.

“A pesar de la inconmensurable necesidad –dice Hölderlin por la pluma de Heidegger–, a pesar de todos los sufrimientos, a pesar de un dolor sin nombre, a pesar de una ausencia de paz en constante progreso, a pesar de la creciente confusión”, el poeta, aún en el silencio con que mira el abismo, tiene la esperanza –una esperanza teológica, sin rostro en la realidad– de que la noche no es absoluta. 

Por eso mantiene el sentido en lo poco que puede. Así, en su himno inconcluso “Mnemosyne” –la madre de las musas, la diosa en cuyas aguas los muertos dejan sus recuerdos–, escrito poco tiempo después de la elegía, Hölderlin escribe en relación con el destino de los poetas en épocas miserables: “[…] No todo lo/ pueden los celestes. Pues antes alcanzan/ el abismo los mortales. 

Así cambian las cosas/ con ellos./ Largo es/ el tiempo, pero acontece/ lo verdadero.” El sentido –es la esperanza del poeta– aparecerá cuando a partir de mantener su huella, de seguir su rastro, de decirlo, los seres humanos hagan posible que su presencia emerja de la profundidad de la noche, una esperanza que sólo surge cuando en medio de la noche el poeta ha aprendido a desesperar de todo y ha alcanzado el fondo que las tinieblas del tiempo ocultan.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a Morelos.



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