22 de enero de 2023, 4:00 AM
22 de enero de 2023, 4:00 AM

El 22 de enero de 2002 Evo Morales fue expulsado del Parlamento boliviano acusado de instigar actos de violencia en el departamento de Cochabamba, particularmente en el Chapare. Él era un diputado que representaba a los cocaleros de Cochabamba, una combativa organización sindical que defendía y defiende la producción de coca cuyo mayor volumen de producción se convierte en materia prima para la fabricación de cocaína.

Cuatro años después Morales candidateó a la Presidencia y ganó las elecciones generales con una contundente mayoría. El presidente electo decidió asumir el mando el 22 de enero de 2006, para recordar la fecha de su desafuero parlamentario.

Al igual que muchos caudillos, el expresidente afirmó en más de una ocasión que se mantiene en política para obedecer la voluntad del pueblo y así, convencido de su destino, quiso que el día de su desafuero y posterior juramento se convierta en jornada de regocijo. Para ello aprobó el Decreto Supremo 2750 que establece feriado nacional con suspensión de actividades. La fecha no marca un hito real en la historia de Bolivia, no se ganó una guerra ni se liberó un territorio, no se recuperó el mar ni nada parecido.

En el auge de su mandato, el presidente cocalero fue más allá y logró que el 22 de enero sea incluido en los feriados oficiales reconocidos en la Constitución Política del Estado. Y no solo eso, un ejército de correligionarios se ocupó de redactar textos de historia o elaborar documentales que impongan el relato de la ficticia trascendencia de esta fecha que fue bautizada como Aniversario de la creación del Estado Plurinacional de Bolivia.

Durante sus 13 años y 9 meses de gobierno, Evo Morales impuso un tono de júbilo al 22 de enero con desfiles, ceremonias ancestrales, actos oficiales y fiestas callejeras con música a todo volumen y generosas atenciones con comidas y bebidas.

De su largo gobierno se reconoce que hubo mayor inclusión social y un histórico crecimiento económico asociado a la década dorada de las materias primas; pero en contraparte se le critica que nunca en democracia hubo tantos exiliados, indígenas agredidos, corrupción en la justicia y violaciones a los derechos humanos.

Como gobernante, Morales también tuvo algunas excentricidades: se le compró un avión para sus numerosos viajes que incluían cumbres presidenciales o partidos de Mundiales, hizo construir un nuevo palacio y levantó un museo en su memoria, en su pueblo natal; dejó su auto oficial para ir en helicóptero de la residencia presidencial a su oficina y el Estado contrató relatores para que transmitan sus partidos de futbol en Bolivia o en el extranjero.

Este 22 de enero es el día que Evo instituyó en su propio homenaje, como muchos caudillos que a lo largo de la historia creyeron que sus hitos personales deben ser parte de la historia de un pueblo.

Pero, paradójicamente, hoy celebra en Argentina porque no fue invitado oportunamente por quienes ejercen el poder y se han rebelado contra algunos de sus mandatos.

¿Existen motivos reales para una celebración patria? Ninguno. Por el contrario, la democracia boliviana es cada vez más formal y menos auténtica, la justicia está ciega y cuestionada y cuesta encontrar motivos para la esperanza. Importa reflexionar sobre este feriado forzado y vacío que Bolivia acata simple y llanamente porque el líder cocalero tiene su fiesta marcada en el almanaque. Así se alimenta el ego del caudillo, pero no se honra la historia.

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