9 de septiembre de 2022, 4:00 AM
9 de septiembre de 2022, 4:00 AM


El pasado 4 de septiembre la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia - CEPB cumplió sesenta años de vida institucional promoviendo y defendiendo la libre empresa, una tarea nada fácil en seis décadas de profundos cambios políticos, económicos y sociales, desde la revolución nacional de mitad del siglo pasado, la recuperación de la democracia, la nacionalización de la producción de recursos mineros e hidrocarburos, la hiperinflación más alta de la historia, el despertar de la economía del oriente boliviano liderado por Santa Cruz y la irrupción de la tecnología digital como factor clave de producción, llamada la cuarta revolución industrial.

En los últimos sesenta años pasamos de un PIB de menos de 5.000 millones de dólares a más de 40.000 mil millones de dólares; de ser un país esencialmente minero y petrolero a una economía medianamente diversificada; de un ingreso anual per cápita menor a 1.000 dólares a cerca de 4.000 dólares; de ser una nación estatista a ser una economía mixta con preeminencia del sector empresarial privado. Estos progresos han tenido actores gravitantes en la institucionalidad privada, iniciando por las centenarias cámaras de comercio e industrias en La Paz, Santa Cruz y Cochabamba y diversas organizaciones sectoriales.

El rol del sector privado en la economía, no solo es gravitante, sino indispensable para la estabilidad y su crecimiento. Tres de cada cuatro empleos formales los generan las empresas privadas y por ende somos responsables del sostenimiento de la seguridad social de corto plazo; el 90% de la población ocupada depende de la iniciativa privada, gran parte de ella en el sector informal dedicado al comercio, servicios y manufactura artesanal. Dos terceras partes de la producción nacional está en manos del capital privado nacional y extranjero; el 100% de la producción de alimentos, bebidas y exportaciones no tradicionales dependen de productores privados grandes y pequeños.

Un clima propicio para fortalecer e incrementar la iniciativa privada elevaría las inversiones a tasas superiores al 10% del PIB lo que hoy representa la inversión pública, y por ende aseguraría una tasa de crecimiento de la economía, superior al 7% como ya lo ha proyectado el mismo sector privado en varias iniciativas que han surgido desde las organizaciones empresariales de los sectores agroindustrial, pecuario y forestal, acompañados del comercio y los servicios.

Las economías más prósperas en el mundo, hoy reconocidas como países emergentes, muchos de ellos con menos recursos naturales que Bolivia y hace pocas décadas en condición de pobreza aun mayor a la de nuestro país, han reconvertido su economía sobre la base de tres pilares esenciales: una educación moderna, el respeto a la institucionalidad y el fomento a la libre empresa. Por el contrario, las economías altamente centralizadas, estatistas y populistas, sobreviven entre la eventual bonanza de los precios de las materias primas que exacerba sus gastos y subsidios y la inevitable crisis provocada por el endeudamiento público y el “gigantismo” del aparato estatal y sus empresas públicas.

Desde la Confederación hemos propugnado de manera incesante un diálogo abierto y honesto, tanto con la sociedad civil organizada y los trabajadores, como con el gobierno, que nos lleve a la construcción de un gran acuerdo nacional, un pacto de unidad por Bolivia, no por un partido o ideología, cualquiera que estos sean. Un acuerdo que nos permita duplicar la producción en sectores con potencialidad exportador, con reglas claras, seguridad jurídica, con la implementación de tecnología, que al mismo tiempo genere mayor empleo formal y ahorro en las familias, y en definitiva, que posibilite al Estado recaudar mayores ingresos fiscales con un sistema tributario equitativo.

No es posible construir el país que todos queremos tensionando fuerzas contrapuestas, las políticas de Estado y las estrategias de desarrollo deben ser de largo plazo y esto exige consensos plenos que, más allá de las coyunturas y las formas, sigan encaminadas al desarrollo económico y la justicia social.

No hay nada más social que la empresa privada, pues vive para la sociedad y de la sociedad. La empresa genera empleos formales y dignos, en la medida que las políticas laborales sean justas y equitativas, estos empleos generan ingresos y ahorro en las familias, lo que fomenta el consumo interno y la inversión. Las empresas pagan impuestos y rentas que constituyen ingresos fiscales, que en la medida que provengan de políticas tributarias equilibradas y transparentes permiten cubrir en gran medida los gastos de la administración pública y la inversión social. Las empresas generan bienes y servicios que satisfacen la demanda interna y generan excedentes e ingresos de divisas cuando se exportan.

También las empresas generan utilidades que se reinvierten o se gastan generando un circulo virtuoso en la economía, en resumen, la empresa privada genera bienestar. Por esta razón, todos los bolivianos debemos defender y preservar nuestras empresas privadas.

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