Opinión

Choquehuanca, la historia y la democracia

23 de febrero de 2021, 7:03 AM
23 de febrero de 2021, 7:03 AM

Hace algún tiempo atrás el actual vicepresidente de la República, David Choquehuanca, ordenó invertir el curso de las manillas del reloj que pende en la cúpula del Palacio Legislativo. La idea era que había que revertir el orden de las cosas del mundo, la historia y el tiempo en la misma proporción en que, el entonces régimen del MAS intentaba revertir casi doscientos años de historia. Reinventar el Estado y retrotraerlo a sus primeros tiempos fue la motivación de esa sui generis instrucción.

Alterar la idea del tiempo expresaba simbólicamente la certeza de que habían llegado al poder después de más de 500 años y ahora eran gobierno. Este hito histórico por cierto les infundía la sensación de que podían hacer lo que mejor les viniera en gana, incluso transformar las leyes de la física y asegurar de que estábamos en el año cero de la historia nacional.

La lógica de invertir las cosas, sustituirlas con sus opuestos, revertir el curso de los acontecimientos como si se tratara de cambiar el recorrido de las agujas de un reloj, hace parte de una infinidad de culturas totalitarias que, mediante la imposición de este tipo de extravagancias, intentan instalar en la subjetividad social una idea de dominio total, de control absoluto, tan absoluto que ni el tiempo se libra

En la perspectiva ideológica de estos caudillos se esconde la vedada intensión que los alienta: reescribir la historia y negar el pasado en un solo movimiento. Ese es el objetivo final. Hacer que las agujas del reloj giraran al revés equivalía a mostrar que ahora el tiempo era diferente, y en consecuencia había que suprimir los símbolos patrios, cambiar los himnos, inventarse mitos e historias fantásticas supuestamente milenarias, imponer una cosmovisión y borrar el pasado para declarar que el tiempo se inició justo cuando ellos tomaron el Poder.

Con la misma facilidad con que nuestro vicepresidente intentó revertir las leyes del tiempo, intenta ahora revertir los hechos de la historia. Decirle a un grupo de campesinos que ellos por exclusiva recuperaron la democracia, no solo es una absoluta falta de respeto por el pueblo que combatió 18 años las dictaduras militares, y por una generación que escribió con sangre el retorno al Estado de Derecho, un Estado de Derecho que hizo posible que los indígenas y campesinos bolivianos avanzaran en sus aspiraciones de Poder, legítimas y bienvenidas, sino, además, es un mal intento por reescribir una historia gloriosa para todos los bolivianos sin distinciones de piel, color, idioma o cultura. Quienes formamos parte de esa generación nunca le pusimos una etiqueta. La democracia fue el resultado del sacrificio del pueblo más allá de cualquier complejo racial, ideológico o religioso. Comprendimos en la lucha que la democracia es un bien común, no un botín de guerra.

Así se repita un millón de veces que la democracia nació con el MAS, semejante idea, más temprano que tarde caerá por sí misma. Los intentos del régimen son banales. Los pueblos olvidan muchas cosas, pero nunca el sentido de su historia, por eso se dice que nuestros errores siempre pasan factura.
Intentar borrar de un plumazo 39 años de democracia y presentarla como una conquista de su partido, más parece un vano intento por borrar el inobjetable hecho de que fue su partido el que intentó suprimirla bajo el peso de un régimen caudillista y totalitario. La lógica inversa (muy propia del MAS) no funciona por la sencilla razón de que la historia de la democracia no empezó cuando el reloj del Palacio Legislativo inició su marcha en reverso, tampoco a partir de ayer, ni el 18 de octubre del 2020 y menos en enero del 2006.

Que decrete Día de la “Recuperación” Democrática justo en la fecha en que su partido ganó la última elección, no es casual, hace parte de las “astucias” que el MAS y sus militantes de alto rango desplegaron por casi tres lustros.

Seleccionar esa fecha, empero, no borra el glorioso 10 de Octubre de 1982 que no le pertenece ni a él, ni al MAS ni a mí, sino al pueblo de Bolivia en su integridad. Un mínimo de respeto por la democracia gracias a la cual hoy son gobierno aconsejaría aceptar que ustedes como partido solo escribieron el 7% de la historia del país, el 93% la hicieron otros y no podrán borrarla por Decreto y menos reescribirla, aunque en el intento se apliquen todos los artificios de la metafísica y la postverdad.

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