Opinión

Citas falsas de libros famosos

31 de agosto de 2020, 5:00 AM
31 de agosto de 2020, 5:00 AM

Existen libros cuya calidad literaria y religiosa los ha hecho sobrevivir a los tiempos, son obras canónicas de las que se vienen hablando desde hace miles o cientos de años. En esa exclusiva lista figuran, entre otros, La Biblia, La Ilíada y La Odisea, El Quijote y La divina comedia. 

El contenido de estos libros es citado frecuentemente por personas que los leyeron como por las que nunca lo hicieron, ni siquiera las contratapas. 

Los primeros citan seguros de sus lecturas, lo otros seguros de haber escuchado lo suficiente, sencillamente porque lo expresado en esos libros imprescindibles forma parte del imaginario colectivo que se ha venido trasmitiendo de boca en boca, a través de periódicos, radio, televisión, cine, teatro, maestros de escuela y de universidad, dichos populares y, ahora, hasta memes. 

De tanto repetir algunas frases falsas algunos terminan creyéndolas.

A menudo escuchamos a amigos, a conocidos, a políticos, a artistas, a escritores, a presentadores de noticias, a periodistas, invocar, como si fuera un mantra, supuestas referencias de esos libros para reforzar sus argumentos, aclarar, rebatir, polemizar, explicar, con el afán de aparentar ser iluminados y todos parecemos aceptarlos porque no los hemos leído o, quizá, lo hacemos para no ofender a nuestros interlocutores haciéndoles notar su error. 

Por ejemplo: una de ellas, atribuida a Don Quijote, es “Ladran, Sancho. Señal de que avanzamos”, que el hidalgo nunca dijo; otra es “Al que madruga Dios le ayuda" que no existe en el libro sagrado; en Proverbios 9:17 se encuentra una parecida que dice: "Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan"; o “Elemental, mi querido Watson”, que Sir Arthur Conan Doyle nunca hizo decir a Sherlock Holmes, a algún guionista se le ocurrió incluirla en los diálogos cinematográficos y listo pasó a la historia de las citas célebres.

Desde hace algunos años circulan en las redes poemas que supuestamente son de Borges y/o de García Márquez, incluso ponen frases de grandes filósofos junto a fotografías de famosos actores, quizá porque todos los conocen y nadie se acuerda de los amantes de la sabiduría. 

Recuerdo que, en mi lejana juventud, en la década de los ochenta, muchos jóvenes escritores se jactaban de haber leído el Ulises, de James Joyce, una pesada novela de cerca de mil páginas que no pude leer en esos feroces años. 

Cuando por fin pude hacerlo, años después, me di cuenta que ninguno de mis conocidos la había leído porque de haberlo hecho hubieran recordado un insólito diálogo sobre Bolivia, imposible de olvidar. En otras ocasiones cuando estábamos discutiendo acerca de algún tema literario y nadie cedía en sus irreductibles posiciones, llegué a inventar citas apócrifas y se las endilgué a famosos escritores, lo hice para reforzar mis argumentos porque si decía esos conceptos como míos no los hubieran aceptado, en cambio sí el autor de la cita era Borges, Shakespeare, Cortázar, Hemingway, Balzac, Proust, Tolstoi o cualquier otro escritor de indiscutible fama, su palabra era ley y la discusión llegaba a su fin con al aceptación tácita de todos porque era una herejía estar en desacuerdo con un maestro de la literatura o de la filosofía. 

Me imagino que algunos de mis conocidos también lo mismo que yo y también pequé de inocente aceptando como verdaderas muchas citas falsas, por lo menos ahora tenemos Google para verificarlas.

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