Opinión

Coronavirus, depresión cultural

14 de enero de 2021, 5:00 AM
14 de enero de 2021, 5:00 AM

Quiero compartir contigo el pensamiento y preocupaciones, esperanzas y horizontes después de esta pandemia del coronavirus, que he experimentado escuchando a Fernando Vidal, catedrático de la Universidad Pontificia de Comillas en una charla que dio en la Diócesis de Palencia, presente su obispo Manuel Herrero.

Tiene toda la razón cuando insiste que hoy hay que centrarse, volcarse en lo esencial, en lo nuclear, en lo que define este momento perturbado y perturbador después del coronavirus. Hay que empezar por descubrir los signos, hechos, realidad que tenemos y que van a venir, necesitamos pararnos, pensar, escuchar, meterse en la pandemia, moverse dentro, sopesar, repensar, volver una mirada crítica al pasado y una mirada nueva, convertida, esperanzada hacia el futuro, introduciendo cambios drásticos y radicales.

En definitiva, prepararnos para lo que se avecina. Una bola de nieve gigantesca nos amenaza. Y esa gran bola de nieve, es la pobreza del sur, todas las personas e instituciones vulnerables del norte, que pueden bajar de la montaña y arrasar con todo. Hay que superar las murallas que nos impiden oír los mensajes que vienen de la realidad. Hay que ser más globales, pensar desde los sentidos corporales, que los tenemos inactivos y casi sin ejercicio. Necesitamos nueva educación de los sentidos, volver a sentir, a gustar, a tocar, acariciar, a oler, a sentir el dolor ajeno, a experimentar el gusto por la vida.

Todo lo contrario de lo que está ocurriendo porque el mundo ha caído en un profundo y funesto egocentrismo captativo, posesivo, que nos impide ver la vida como es y, en cambio, nos la imaginamos como queremos que sea. O nos paramos a pensar, a cambiar, a transformar, o en caso contrario caemos en la dictadura del ego, que produce la pandemia. No nos damos cuenta de la fuerza de la egolatría, porque nacemos ególatras y muchos se van de esta vida sin salir del egocentrismo, sin asomarnos a la confianza y entrega que nos pueden dar los otros.

Hay que pensar no desde el ego, sino desde lo comunitario, pues con lo global todos estamos relacionados: Yo soy África, yo soy Asia, yo soy América Latina. La vida carece de horizontes porque es egocéntrica y no nos permite intuir la sabiduría de los vínculos, de la vulnerabilidad de los nadie y excluidos. No caemos en la cuenta de la fuerza de la comunidad, en la que todos somos iguales y hermanos y nos tenemos que integrar, en medio de un mundo desbordado, desrealizado, porque colectivamente estamos desbordados, porque el consumir ha creado otra realidad.

Precisamente la pandemia del Covid-19 nos ha hecho caer en la cuenta que yo soy con los demás, mientras que la ideología del ego, te separa de ti mismo y de los otros. Por tanto, no pensar desde el ego, sino desde la fortaleza del ser, desde la interioridad, desde lo esencial: Y esto con miradas positivas de amor, compasión, perdón, amabilidad, descubrir lo bello, lo bueno, el hacer el bien, el suprimir el mal, el ayudar al otro a ser feliz. En definitiva, movernos con una conciencia colectiva porque el bien es más fuerte que el mal. Pensar desde la gente, desde la realidad, empezando por la propia familia. Todo esto que estamos viviendo, nos está llevando a una depresión cultural, consecuencia de la crisis económica, sanitaria y ecológica, porque no tenemos capacidad de superarla.

 



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