8 de mayo de 2024, 7:00 AM
8 de mayo de 2024, 7:00 AM



Recientemente, se produjo un cambio en la directiva de la Asamblea Legislativa Departamental de Santa Cruz. En circunstancias normales, era razonable pensar que, después de tres años de gestión, a Zvonko Matkovic le correspondía dar un paso al costado porque uno de los fundamentos de la democracia es la alternancia en el poder. Pero desde el 28 de diciembre de 2022, nada es normal en el Gobierno Departamental de Santa Cruz.

Desde la ilegal detención del gobernador Luis Fernando Camacho y su posterior reclusión en el penal de Chonchocoro, las crisis internas en la agrupación política Creemos se hicieron cada vez más evidentes y a estas alturas parecen insalvables, algo muy parecido a lo que pasa con el Movimiento Al Socialismo, vaya paradoja.

Camacho fue elegido Gobernador con 55.64 % de los votos en las elecciones de 2021 y lo hizo con un compañero de fórmula: Mario Aguilera. Sin embargo, pocas semanas después de haber asumido el cargo, Camacho aisló al vicegobernador e incurrió en el llamado “decretazo” al nombrar a uno de sus hombres de confianza para que cumpla sus funciones mientras se encontraba de viaje. Un error que está tipificado como delito penal.

De ahí en más crece el rosario de acusaciones de ida y vuelta. Camacho no se ha cansado de acusar de traición a su vicegobernador y éste respondió con la denuncia de haber entregado el proyecto político de Creemos a Wálter Chávez, un polémico consultor político al que muchos califican como mercenario por ofrecer sus servicios al mejor postor, sin límite ni escrúpulo alguno. Y ni qué decir de la lamentable sentencia proferida por Zvonko Matkovic cuando se amparó en la fe católica para pedir el castigo de Dios con los “traidores”.

La pugna interna en la Gobernación también se trasladó a la bancada parlamentaria. En más de una ocasión los pocos diputados y senadores de Creemos protagonizaron bochornosas peleas por cargos en las directivas o espacios en las comisiones legislativas. De gestión parlamentaria en favor de Santa Cruz, nada, absolutamente nada. Y así se fue dilapidando el capital político de una organización que pretendía ser diferente al resto de las organizaciones políticas. Nunca hubo una bancada digna ni una Asamblea Legislativa armónica y democrática.

En ese contexto, Antonio Talamás, asambleísta de Creemos ganó la presidencia de la Asamblea Departamental. Lo hizo con el respaldo del MAS, es cierto, pero sumó 21 de 28 votos posibles y, junto a la nueva directiva, parece estar dispuesto a garantizar la gobernabilidad para la gestión interina de Mario Aguilera.

Acto seguido volvieron los duros enfrentamientos verbales entre dos asambleístas de Creemos, con un nivel de discusión que solo causa decepción en sus electores y que degrada penosamente el nivel de la política interna del departamento.

Lamentablemente, hay una mezcla de soberbia, intolerancia y arrogancia inaceptables en Creemos y de ello son responsables los dirigentes de todos los bandos, lo que están libres y los que no lo están.

¿Por qué ocuparse de la crisis de Creemos? Simple. Parecía ser una fuerza política emergente que en el mediano plazo representaría una alternativa política frente al MAS, un proyecto necesario porque las democracias hegemónicas se convierten en gobiernos autoritarios. Pero pudieron más los egos que la verdadera vocación por la patria.

A estas alturas, Creemos parece estar cerca de una debacle más profunda aún. No es un detalle menor puesto que los líderes cruceños muestran una vez más que falta talla para la política interna y algún día asumir el liderazgo político del país.

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