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23 de diciembre de 2024, 3:00 AM
23 de diciembre de 2024, 3:00 AM

Sergio Pablo Garnica Pantoja

Blas Pascal, un matemático francés del siglo 17, hacía notar que la “decisión” de creer en Dios equivalía a un problema bajo aversión al riesgo. El supuesto es que quién creyera en Dios sería recompensado en el juicio final con una eternidad de felicidad en el paraíso. Entonces, las ganancias potenciales derivadas de “creer” hacen que “creer” sea la decisión racional.

Las personas que toman decisiones calculando valores esperados, tenderán a creer en Dios, pues el valor esperado de creer es mayor al valor esperado de no creer; este famoso planteamiento de Pascal recibe el nombre de la Apuesta de Pascal (Pascal’s Wager). Por su puesto, el planteamiento se lo puede analizar desde el punto de vista de los costos, más que desde los beneficios, en el que el papel de la aversión al riesgo es más significativo, puesto que los costos de no creer son infinitamente más altos que la opción de creer.

Para ejemplificar esta apuesta considere lo siguiente: La inflación interanual a noviembre es de 9.51%, la más alta desde el 2011; las principales razones para el aumento de los precios lo podemos asociar a la escasez de dólares, lo que deprecio la moneda de facto en más del 60% encareciendo toda la canasta familiar; esta situación confluyó en un shock de demanda, bajo la expectativa de que los precios del mañana serán mayores que los precios actuales; por otro lado, la oferta también se vino reduciendo por el aumento de los costos de producción, principalmente el de los combustibles, y los desincentivos de invertir ante las amenazas del gobierno al sector productivo; finalmente el circulante en la economía (billetes y monedas en poder del público) aumentó en promedio un 15%  al primer semestre del 2024, lo que hace perder valor al dinero.

Adicionalmente, se tendría que considerar los shocks externos que vendrían a echar más leña al fuego, por ejemplo, las políticas comerciales de EE. UU. reducirán el flujo comercial, sus políticas procrecimiento y el aumento de la deuda encarecerán el financiamiento externo y reforzaran el dólar, los conflictos bélicos en oriente próximo, un recrudecimiento de la guerra en Ucrania o las tensiones geopolíticas en el Pacífico pueden contraer la oferta de bienes indispensables para la producción mundial como los microchips o los energéticos, teniendo su correlato en el aumento de precios.

Ahora, el Gobierno en el proyecto de Presupuesto General del Estado (PGE) 2025 establece como supuestos una inflación de 7,5%; sin embargo, también autoriza prestamos del Banco Central a favor del Ministerio de Economía a través del Tesoro General de la Nación, para financiar sus obligaciones de corto plazo, esto significa una mayor emisión monetaria, a su par autoriza colocar bonos soberanos por USD 3.000 millones para libre disponibilidad, dado el riesgo país de Bolivia y las condiciones externas estos bonos serían muy caros, además no se tiene claro el uso de este dinero, pero dado que el PGE autoriza al BCB poner en garantía las reservas de oro, el dinero de los bonos no estaría destinado a tratar de equilibrar el mercado cambiario. En conclusión, el PGE solo avivaría más la inflación en el 2025.

Bajo este panorama le propongo la siguiente apuesta: 1) Creerle al Gobierno y a su inflación estimada, si en verdad logra contener la inflación, usted, amable lector, no asumirá ningún costo, 2) No Creer en el Gobierno, si en los hechos controla la inflación, tampoco asume ningún costo, 3) No Creer en el Gobierno, si la inflación se dispara, el hecho de no creer presupone que debe tomar medidas como abastecerse, priorizar gastos e inversiones y, 4) Creer en el Gobierno, si en el 2025 no se controla la inflación, usted, asumirá todo el costo.

La opción racional, bajo aversión al riesgo, es No Creer en el Gobierno y, en general, los supuestos con los que elaboró el PGE, no solo porque son irreales dada la coyuntura, también porque el costo de creer en el Gobierno excede al beneficio de hacerlo, pero si al final usted es un masista convencido, también sería coherente que no crea en Dios.

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