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26 de septiembre de 2024, 4:00 AM
26 de septiembre de 2024, 4:00 AM

El reciente pronunciamiento de José Luis Farah, presidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente y de la Fexpocruz, sobre la necesidad de “cruceñizar Bolivia” ha encendido el debate sobre el futuro económico del país. Según Farah, el modelo económico de Santa Cruz no solo ha demostrado ser exitoso y resiliente, sino que debería servir de guía para el resto del país. En sus palabras, “no solo somos la locomotora del progreso, somos ese espíritu que siempre se mantiene en libertad”, lo que implica una propuesta clara de replicar en Bolivia el dinamismo y la productividad que caracterizan a la región oriental.

Santa Cruz se ha consolidado como un polo de desarrollo en Bolivia. Su modelo económico se basa en la agroindustria, la diversificación productiva y una capacidad notable para generar riqueza a través de la iniciativa privada. Esto contrasta con las dificultades económicas que enfrenta el resto del país, afectado por un déficit fiscal creciente, la falta de dólares y una balanza comercial debilitada. Para Farah, la solución radica en trasladar los principios de este modelo al ámbito nacional, pero ¿es esto realmente posible?

En primer lugar, es necesario reconocer que el contexto económico de Santa Cruz no es replicable en todas las regiones de Bolivia de manera automática. Su éxito depende, entre otros factores, de un acceso privilegiado a recursos naturales, una estructura productiva desarrollada a lo largo de décadas, y una relación relativamente fluida con mercados internacionales, condiciones que no se encuentran de manera uniforme en otras áreas del país. Sin embargo, el espíritu emprendedor y la visión a largo plazo que impulsan el modelo cruceño sí podrían ofrecer una hoja de ruta.

Farah subraya que las propuestas están sobre la mesa: seguridad jurídica, biotecnología, infraestructura de transporte y una liberación de las restricciones a las cadenas productivas. Estas medidas, si son aplicadas de manera coherente y sin el lastre de la politización y la polarización que mencionó, podrían generar un impacto en la reactivación económica.

No obstante, la idea de “cruceñizar Bolivia” también despierta críticas. Algunos argumentan que apostar por un modelo orientado al agronegocio puede incrementar las desigualdades regionales, profundizar la dependencia de recursos naturales y no responder a las demandas urgentes de sectores como la minería o la industria en el altiplano y los valles.

A pesar de estas preocupaciones, el planteamiento invita a un debate sobre la dirección que debe tomar el país en medio de una crisis que parece profundizarse. En lugar de rechazar la idea de entrada, es momento de analizar cuáles de los elementos del modelo cruceño pueden ser adaptados en otras regiones. Sobre la propuesta, los exportadores nacionales dicen que “copiar lo bueno está bien”. Si bien no se trata de imponer un modelo, es innegable que Santa Cruz ha sabido posicionarse como un actor clave en la economía nacional.

Al final, la solución no se logrará de la noche a la mañana, pero empezar ahora con decisiones concretas podría allanar el camino hacia un futuro más equilibrado y sostenible. Como lo expresó Farah, “el oportunismo, la ausencia de decisión, la politización y la polarización” son los verdaderos enemigos del progreso. Solo eliminando esos obstáculos, Bolivia podrá empezar a caminar hacia una recuperación económica sólida.

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