24 de marzo de 2023, 4:00 AM
24 de marzo de 2023, 4:00 AM


Hace algún tiempo leí un libro de relatos -que no han debido ser muy buenos porque no recuerdo ninguna de las tramas-, pero sí me acuerdo del título del volumen que reúne esos cuentos: Cosas que nunca te dije. Estoy seguro que compré ese ejemplar más por la curiosidad que me despertó el nombre del libro que por alguna referencia de la autora o los temas que ahí se cuentan.

Siempre me ha llamado la atención aquello que no se dice o que no se hace, y que, por lo tanto, nunca sabremos qué tan diferente sería el desenlace de los hechos si nos hubiésemos atrevido a decir o a hacer aquello que nos guardamos para nosotros mismos.

¿Les ha pasado que cuando chatean con alguien, o en algún grupo, aparece el mensaje: “Fulanita está escribiendo…” y permanece así por varios minutos, y finalmente, Fulanita envía un par de monosílabos o ningún mensaje? Fulanita dice más con eso que no se anima a enviar que con su mensaje enviado. Y una de las prácticas que más detesto, cuando Fulanita envía su largo mensaje y lo borra tan de prisa que no da tiempo para leerlo. En el plano de la comunicación virtual y la danza de subjetividades que ahí fecunda, todo comunica: los tiempos de respuesta, la extensión, el uso de emoticones, incluso el silencio.

García Márquez dijo en una entrevista: “Todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta”. Las dos primeras son más evidentes, en cambio, en la última, archivamos aquellos sentimientos, palabras, emociones y acciones que no compartimos con nadie, que no nos animamos a manifestar. ¿Cuántos “te quiero” tendremos ahogados en la garganta; cuántos “lo siento” no hemos sabido decir; cuántas oportunidades hemos perdido por esperar o demorar nuestra decisión?

Si barajamos la hipótesis de los universos paralelos, habría una realidad paralela que se queda con nosotros en nuestros mensajes truncos, parciales, amputados o no dichos. En el pasado, eran las cartas que escribíamos y no franqueábamos en el correo postal o las entradas de los diarios personales que no compartíamos con nadie; en la actualidad, son los mensajes de WhatsApp que escribimos y no enviamos, los correos electrónicos que se quedan en la carpeta de borradores o que eliminamos, los mensajes de voz que no dejamos o que el destinatario jamás escucha, las llamadas telefónicas que interrumpimos antes de que nos contesten, los posts o tuits que redactamos pero no publicamos, o las citas y encuentros a los que nunca llegamos a acudir. Es ese mundo en el que casi vivimos, pero, no.

No es una cuestión de valentía o cobardía, de arrepentirse o desdecirse, las dudas o titubeos no siempre se pueden resolver. Existe un universo paralelo en el que no estamos nosotros, sino una versión penúltima de nosotros -o de lo que casi somos-, una versión que no ha dado el paso final porque está construida por las intenciones, deseos o pretensiones que se quedan archivados y que nadie llega a conocer. Es posible que, en muchas ocasiones, seamos más auténticos en ese mundo en el que elegimos callar, que en el mundo real donde parece que no guardáramos nada y lo hemos dicho todo.

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