Mónica Arzabe es un ejemplo de madre y mujer, ella dejó todo para dedicarse al cuidado de su hija Ángela Foianini, que sufrió un accidente hace siete años cuando viaja en un bus a Brasil.

10 de septiembre de 2023, 11:00 AM
10 de septiembre de 2023, 11:00 AM

Hace siete años, la vida de Mónica Arzabe cambió por completo. Su hija menor Ángela Foianini sufrió un accidente cuando viajaba a Brasil, dejándola en coma y con daños cerebrales.

A pesar del diagnóstico de los médicos, ella se aferró a Dios y su hija vivió. Angie, como le dicen de cariño, quedó con secuelas y Mónica solo espera el milagro para que la niña de sus ojos vuelva a ser la misma.

Pero el destino le siguió jugando una mala pasada a Mónica. Perdió a su padre y el covid le arrebató la vida de su esposo. Hoy, ella tiene que sacar fuerzas de donde pueda para cuidar de Ángela, es una mamá 24/7 y afirma que batalla sola, pero sueña con ver a su familia feliz.

 ¿Hace cuántos años ocurrió el accidente de Ángela?

Recibí esta dura noticia del accidente de Angie el 11 de julio de 2016. Mi hija tenía 24 años, recientemente había creado su empresa Nutridog, era asesora independiente en Asocebu, estaba en una hermosa etapa de su vida.

Cuando dejé a mi hija en el aeropuerto aquel día yo no estaba bien, de pronto comencé a llorar y pasé la noche orando. Ella me llamó para avisarme que estaba bien al llegar a São Paulo - Brasil y me comentó que su bus recién saldría a las 22:00. Yo trataba de tranquilizarme, tenía algo que me apretaba el pecho y no pude dormir, cuando ella no me llamó yo sabía que algo le había pasado a mi hija, recién me enteré a las 11:00 que su bus colisionó en medio trayecto, muy cerca de Ribeirao Preto. Fue allí donde me arrodillé en la ducha, totalmente vestida suplicando a Dios que me la proteja y cuide.

¿Cómo le cambió la vida?

Desde el accidente de mi hija menor mi vida ha dado un giro de 360 grados, con mi esposo Luis Bloch (+) decidimos que yo ya no trabajaría para poder dedicarme a mi hija al 100%. Me quedé viviendo primero en Ribeirao Preto casi dos meses donde solo podía verla dos veces al día porque ella se debatía entre la vida y la muerte en terapia intensiva.

Ella no solo tuvo el golpe del accidente donde se le vino un camión cañero encima golpeando el lado izquierdo de su cerebro y dejándola en coma. Angie a los días tuvo cuatro bacterias hospitalarias, presentó meningitis con fiebres demasiado altas, sufrió hidrocefalia y continuaba en coma. Recuerdo que mi hija Flavia entraba a encremarla, poner hidratante a sus labios y cara, perfumarla un poco y luego yo entraba a orar y ungirla.

¿Qué le decían los doctores?

A los dos meses, sufrió un derrame cerebral, ahí yo dormía lo que podía, agarrada de su mano y en la noche en un sofá muy duro donde no lograba dormir ni una hora. Hasta ahora recuerdo el sonido del respirador, de las muertes que tuve que presenciar cuando estaba en los hospitales, aquellas épocas donde los médicos también me decían que ella no pasaba la noche, pero yo ya había entregado a mi hija a la voluntad de Dios Padre. Dejé de escuchar los diagnósticos médicos porque solo eran de muerte, ellos realizan una labor noble, salvan muchas vidas, pero en el caso de ella solo un milagro la salvaría.

Me aferré a Dios para no morirme de la tristeza porque mi hija me necesitaba y porque yo lo necesitaba a Él para que me dé fuerzas. Comencé a leerle todos los días el Salmo 91 cuando estaba en coma.

¿Cree que es una prueba de fe?

Estos años he vivido por tres cosas que más le agradan a Dios: esperanza, fe y amor. Pienso que el amor de una madre es el amor más verdadero que puede haber, y mis hijas son el tesoro más grande que Dios me envió para cuidar, proteger y amar junto a mis dos hermosos nietos Ángelo y Alessandra.

La fe por supuesto como dice su Palabra: “es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.

Actualmente he quedado sola al cuidado de mi hija. Después de llegar de Brasil mi amado padre murió a los cuatro días, el accidente de mi hija lo debilitó con un cáncer de garganta y fue como si nos hubiera estado esperando para despedirse. Mi esposo Luis Bloch murió en la primera ola del Covid dejándome totalmente sola después de 17 años. Toda su familia me dio la espalda, y mi hijastro -al que tanto amaba- nos dejó en el abandono a mí y a su propia hermana. A veces las cosas llegan en combo para destruirte y matarte, y debemos estar firmes en nuestras convicciones, porque si pierdes la fe de que hay un Dios sobrenatural estamos perdidos.

La fe es lo que me sustenta y me levanta todos los días llena de esperanza.

Su hija fue una de las sobrevivientes del accidente, ¿qué mensaje cree que le dejó Dios?

Dice que Dios da batallas muy duras para sus grandes soldados, porque para ganar la eternidad debemos amarlo y debemos dejar nuestras cargas, batallas, guerras para que Él las pelee por nosotros. El diagnóstico de Angie era muerte, son situaciones en las que no puedes hacer nada, solo esperar un milagro.

Si creemos en Él, podemos alcanzar su gloria de una u otra manera. Él nos trajo hasta aquí y no deja obras incompletas, si bien estamos completamente solas el día a día en este mundo. El Señor nos renueva y nos da las fuerzas del búfalo prometidas en su Palabra, que todo ocurre en su tiempo y que Él tiene propósitos para nuestras vidas. Tengamos paciencia.

¿Cómo está Ángela ahora?

Angie mejora poco a poco gracias a que Dios me envió hace cuatro años un fisioterapeuta que fue el único que me dio esperanza. Logró -después de un crítico estado vegetal- que ella moviera todo el lado izquierdo de su cuerpo. Hace unos siete meses encontré un suplemento alimenticio que regenera células. Está logrando sentir su pie derecho y mejorando su mano derecha, tiene más sensibilidad en esa pierna en la que no sentía absolutamente nada. Para mí, el doctor es uno de los ángeles que Dios me envió. Mi hija ya se alimenta por la boca, solo toma agua por su gastrostomía, pero tengo la seguridad de que irá mejorando.

Hace un poco más de un año que dormimos juntas. Ella estira su brazo para abrazarme, o también para agarrarme de los pelos (risas) hay un poco más de conciencia y eso requiere más atención, hay más estrés y risas burlescas. Se hace entender cuando no quiere algo.

¿Usted es una madre 24/7 para ella?

Sí, la cuido yo sola, duermo muy poco por su atención y desde que tiene más consciencia es muy difícil trabajar para mí. Ella grita y se desespera cuando no me ve, imagino que yo soy su puerto seguro y que tiene miedo de que yo también la abandone.

Me dedico a darle mucho amor, a contarle todo lo que sucedió con ella, lo que sucede actualmente. Su mundo soy yo y por eso debo ser fuerte, en alguna u otra emergencia está su padre, cuento mucho con Flavia, pero ella tiene dos niños que cuidar. Debo mantenerme sana, pero debo confesar que estoy muy desgastada por la falta de sueño, por el cansancio emocional de siete años. He atravesado duros momentos en estos últimos años.

¿De dónde sacas las fuerzas?

Encomiendo a Jehová mis días, mi vida. Le pido que mi fe no me abandone nunca porque dice en su Palabra: “No temas, porque yo estoy contigo, no desmayes porque yo soy tu Dios que te fortalezco, siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la mano de mi justicia”. Muchos padres pasamos por momentos tan difíciles que si no nos sujetamos a Dios estaremos perdidos y no podremos continuar de ninguna forma.

¿Cómo está ahora usted?

Continúo esperando mi milagro, no pierdo la fe, celebro cada pequeño detalle de adelanto en mi hija. La visita de mis nietos me renueva, me inyectan vida, sigo con la misma esperanza de que mis hijas y yo volvamos a ser felices.

¿Se considera valiente?

Me considero una madre que dio y da todo por sus hijas. Mi mayor arma es el amor que es mucho más fuerte que el roble, más que valiente soy una persona que aprendió a guerrear en el nombre de Jesús que dio su vida por todos nosotros. Soy una madre incansable por sus hijas, soy una madre que ora por su descendencia porque estamos viviendo tiempos difíciles en todo sentido, y la oración tiene poder.